Aquellas dos siluetas se encontraban paradas sobre los cielos, el primero de ellos; aquel hombre trajeado y con sombrero; parecía estar hablándole. Muy a pesar de su postura recta y su expresión serena, unos pequeños temblores en sus manos mostraban un pequeño vistazo de la realidad.
El segundo no tenía un aspecto claro, sin embargo, era visible una postura firme y escéptica; con las manos en la espalda y mirando hacia la puesta del sol.
No se encontraba reflexionando o meditando, parecía más un intento deliberado de ignorar lo que le estaba diciendo su compañero. Asemejándose más a una expresión vacía y artificial.*- ¿Cuántas veces hemos tenido esta platica? – preguntaba el primero con una molestia visible, la cual se acentuaba con el eco marcado de su voz. Hablaba mientras daba un par de pasos al frente, dirigiéndose a su compañero*.
El miedo había hecho presencia en cada rincón del planeta, todas las personas se encontraban histéricas al ver aquel panorama.
Algo que podría definirse fácilmente como un "Castigo divino".
Había energía por todos lados, ya fuera cayendo del cielo; provocando una destrucción equiparable a explosivos de alto poder; o emergiendo de la tierra; como una especie de pesadilla sin sentido.*- Nunca hemos llegado a nada, nunca me has hecho caso aun sabiendo que yo tengo la razón – Continuaba hablando muy a pesar de la actitud del otro sujeto*.
Repentinamente, el suelo comenzó a partirse con una facilidad preocupante. Como si se tratara del cristal más frágil sobre la tierra.
Desvelando una mezcla entre electricidad y magma volcánica, la cual se alzaba con una facilidad anormal.
Algunos dirían que el infierno finalmente se hizo presente en la tierra, pero eso sería tener suerte ante un cataclismo de esta magnitud.*La segunda silueta permaneció en silencio, pero era obvio que podía escuchar a su compañero a la perfección. Intentaba continuar apreciando el horizonte, pero; sin ninguna especie de aviso; comenzó lentamente a temblar*.
Las suplicas, llantos, gritos y plegarias se convirtieron en el ruido natural de la Tierra. Retumbando en los oídos de aquellos que, desafortunadamente, aún no habían perecido.
Pobres de aquellos ilusos que esperaban recibir algún auxilio externo, cuando la realidad era que, incluso el llamado más fuerte de ayuda era equiparable al sonido del silencio.
Nadie va a salvarlos, están solos.*¿Y sabes que es lo que más me frustra de esto? – preguntaba con un tono más serio – Que... aun con eso tienes un plan... Aun conservas la esperanza de que puedes ganar – dijo mientras avanzaba nuevamente*.
Hubo algo que logro enfatizar el pánico entre los pocos que aún se encontraban en la tierra. Un panorama capaz de volver loco hasta al más escéptico, capaz de hacer llorar hasta al más fuerte y de sumir en pánico al más valiente.
El cielo comenzó a cerrarse en oscuridad, ahogando lentamente los últimos rayos de luz y esperanza que quedaban en la tierra, dejando todos a merced de lo que estaba por suceder.*- ¡¿No te has dado cuenta de que el mundo ya acabo?!, ¡Solo estas atrasando lo inevitable! – grito perdiendo los estribos, al apreciar como su compañero hacia caso omiso de sus palabras*.
Desde aquella oscuridad que nublaba el cielo, comenzaron a caer rápidamente rayos de furia celestial. Los cuales impactaban contra el suelo, con un poder capaz de borrar de la existencia todo lo que se encontrara en su camino.
Edificios, casas, coches, animales, o... personas.
Todo dejaba de existir en el momento que se cruzaban con aquel desafortunado destino.*-Se que nada de lo que diga te hará cambiar de opinión – decía ahogado entre lágrimas de ira – Pero, te diré una última cosa – continuaba hablando mientras comenzaba a acercase cada vez más a la silueta*.