A pesar de encontrarse en el interior de una cueva grande e irregular, teniendo un páramo basto y desolado como única visión de su entorno, parecía estar bastante tranquila.
Mientras ella se encontraba pensando sobre la dirección que habían tomado las cosas, a unos cuantos pasos de ella se encontraba una olla metálica en la que parecía estarse preparando la comida. Nada particularmente interesante, más allá de una pequeña fogata que creaba un cierto sentimiento de calidez.
Una mochila bastante grande se encontraba arrumbada en una de las paredes de aquella caverna, teniendo su contenido regado por el suelo, pero demostrando a su vez que ella se encontraba bien preparada ante las adversidades. Junto con el pequeño detalle de haber traído comida de sobra.
Ella se encontraba sentada al fondo de su nuevo hogar, parecía estar mirando hacia el cielo, o mejor dicho hacia el techo de la cueva en cuestión. No como si hubiera algo que estuviera llamando su atención, sino como la consecuencia de estar perdida en sus pensamientos.
Ella era una mujer obesa, su piel era de un color morado claro, y la forma de su cuerpo era principalmente redonda. Esto último se veía acentuado gracias al tamaño de sus pechos, su trasero, y principalmente de su estómago.
Llevaba puesta una armadura ligera que cubría casi todo su cuerpo, creada a base de trozos de madera y una ropa que; a pesar de verse algo ajustada; parecía darle buena movilidad. Teniendo su enorme panza como única zona descubierta, además de que llevaba una especie de diamante de cuatro lados en su mano derecha.
Tenía una cabellera larga y de color negro, además de que parecía llevar pintura en el rostro, y contaba con un par de cuerdas enfrente de su boca. Las cuales, aparte de llamar bastante la atención, se asemejaban mucho a las que tenían ciertos instrumentos musicales.
A pesar de encontrarse completamente sola, rodeada por un entorno desértico y hostil, se le veía bastante alegre. Aun cuando no parecía tener razones reales para desbordar semejante felicidad.
En cierto momento, decidió ponerle una pausa a lo que sea que estuviera sucediendo dentro de su cabeza, optando por levantarse de donde se encontraba sentada, aun cuando le costo bastante trabajo al principio. Principalmente debido a su peso y el tamaño de su cuerpo.
Camino con todo el cuidado y la tranquilidad que podía permitirse, dirigiéndose a la salida de aquella cueva con una expresión de paz y alegría. Únicamente para apreciar aquel entorno particularmente solitario y deshabitado que se encontraba afuera de su hogar.
Aun cuando era claro que no se trataba del lugar mas interesante del universo; más allá de las particulares y llamativas vistas que tenia su cielo; se le veía bastante atenta a lo que sea que estuviera ahí afuera.
Mientras miraba hacia el horizonte con los ojos llenos de esperanza, jugaba con aquel diamante azul verdoso, dejando en claro una cosa sin necesidad de soltar palabra alguna.
No se encontraba asomándose porque la vista de un páramo desértico y completamente lizo fuera particularmente agradable. Se encontraba esperando algo, o mejor dicho, a alguien.
Pero, aquella esperanza que era visible en sus ojos rápidamente se vio interrumpida cuando un pequeño portal de comunicación hizo acto de presencia. Sacándola de su trance y asustándola en el proceso.
- ¿Megumi?... ¿Me copias, Megumi? - pregunto una voz masculina, cargada de estática, y la cual parecía emanar directamente desde aquel portal.
La exploradora se tomo un par de segundos para regresar a este plano existencial, en los cuales aprovechó para respirar profundamente y guardar aquel diamante en uno de sus bolsillos.
-Aquí Megumi. ¿Qué sucede, Base de control? - exclamo la Opera, visiblemente nerviosa, pero haciendo lo posible por mantener una actitud serena.
--¿Cómo va el progreso en "Astral" ?, ¿Has encontrado algo interesante? - pregunto nuevamente la voz, mientras en el portal se intentaba divisar la imagen de una persona similar a Megumi.
-Este planeta es habitable - exclamo la Opera con una expresión de alegría mezclada con asombro - Si bien, aun no encuentro plantas o animales, ayer encontré un yacimiento de agua. Lo que puede significar que hay vida.
Después de unos cuantos segundos, finalmente se pudo ver el rostro de la otra persona en aquel portal, revelando que se trataba de un individuo de la misma especie que la exploradora. El único detalle era que él tenía una apariencia más delgada y estilizada, además de contar con una cicatriz que cruzaba toda su cara.
-Tus descubrimientos me parecen sorprendentes, pero necesitamos saber si el planeta cuenta con formas de vida inteligente - Decía aquel hombre con cierta satisfacción, pero manteniendo un tono autoritario y escéptico.
La Opera miro hacia el suelo por unos segundos, cambiando rápidamente su actitud a una más decaída y apática.
-Lo único que he encontrado hasta el momento han sido más de esos salvajes - respondió la exploradora, dejando en claro que estaba actuando, mientras en realidad estaba viendo aquella piedra preciosa que había guardado previamente.
Al darse cuenta del cambio súbito en la actitud de su compañera, aquel hombre adopto una postura un poco mas comprensiva. Pero dejando en claro que se trataba de su superior y no precisamente de un amigo.
-Me imagino que debe ser porque llegaste a una zona poco habitada, pero no creo que tardes mucho en encontrar signos de civilización - exclamo la voz del portal, mientras la imagen poco a poco comenzaba a mostrar errores e interferencias.
La ópera se recuperó rápidamente de aquel bajón emocional, recuperando parte de su actitud alegre, pero sin emocionarse más de la cuenta.
-Supongo que solo será cosa de continuar con las labores de búsqueda y exploración - respondió Megumi con un tono alegre, pero con una postura bastante más sobria y realista.
Naturalmente, la conversación pudo haber durado mas tiempo, pero su plática se vio súbitamente interrumpida cuando el portal comenzó a fallar de forma repentina y algo violenta. Hasta que de un segundo a otro la comunicación sencillamente se cortó.
Aunque no quedaba claro cómo se sintió la otra persona al respecto, era posible intuir que ninguno de los dos se sorprendió por aquel suceso, como si ya estuvieran acostumbrados a esa clase de fallos. Debido a lo cual, Megumi sencillamente regreso a lo que estaba haciendo, mirar el paramo de aquel planeta inexplorado.
Pero, antes de que volviera a perderse en sus pensamientos, saco nuevamente aquel diamante para poder verlo con claridad. Y una vez que lo tenia enfrente de su rostro, le dio un pequeño beso, sin ninguna especie de contexto o explicación.
Y continuando con los hechos sin sentido aparente, la Opera soltó una risa ligera mientras miraba detenidamente aquella piedra preciosa. Aun cuando no parecía tener nada llamativo más allá de su particular color.
En cierto momento, su inspección se vio interrumpida cuando algo afuera de aquella cueva llamo poderosamente su atención, dejando aquel diamante a un lado.
A ver de qué se trataba, sus ojos se llenaron de un brillo y una alegría contagiosa, la cual dejaba en claro que su espera había valido la pena.
La persona que estaba esperando, finalmente había regresado.