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—Por favor… no, tiene que ser una jodida broma —el cosmos de Camus se estaba extinguiendo, eso significa que… ¡No, me niego a aceptar algo así! —  no me hagas esto, amor.

Las horas que pasaban se me hacían una eternidad, la angustia me comía vivo al no saber nada del onceavo guardián. Saori, hizo acto de presencia en cada uno de los respectivos templos acompañada de los otros dorados, era el momento de calmar mis dudas, probablemente solo está descansando y solo estoy siendo dramático.

Seguro es eso…

Jamás me sentí tan nervioso y con mucha ansiedad, si no fuera porque mi diosa venía con nosotros mandaría al demonio a mis compañeros, necesito controlarme y pensar de forma positiva. Necesito calmar este presentimiento.

—Milo, debes ser fuerte para afrontar la realidad — susurra Mu— Camus…

—Camus solo está cansado —le interrumpo— la batalla con Hyoga fue… larga. —Veo como me mira con compasión y no digo nada más.

Seguimos caminando, en el trayecto pude observar el gran daño que recibieron cada una de las casas zodiacales restantes; la verdad nunca me importo la extensión de las gradas, pero ahora que lo pienso eran ridículamente largas y esto hacia dos cosas, molestar y estresar a mi persona.
Llegamos a Acuario minutos después y sentí que mi seguridad se había ido por un tacho de basura, quería volver a Escorpio lo más rápido posible. Mis pasos resonaron por el mármol hasta ver a lo lejos dos cuerpos inertes, fue entonces que mi corazón ser rompió y me quede en shock.

—Milo… —giré la cabeza en dirección a Athena, su voz era tan femenina y suave para hablarme con dulzura, acaricio mi mejilla y por un instante sentí paz interior— Todo estará bien. ¿Confías en mí?

Asentí.

Siendo sincero, no me siento bien…

Lo poco que recuerdo despues de estar en la onceava casa es haber llegado hasta el recinto de Athena, descubrir que Saga era quien se hacía pasar por el verdadero patriarca. Los de bronce lograron vencer para obtener la victoria anhelada y bla… bla… bla…

Descendí las gradas con la compañía de Aioria, en completo silencio. Él es mi mejor amigo desde la infancia y jamás me ha dejado solo cuando más lo necesito y esta vez no es la excepción, pero creo que en este momento no es de mucha ayuda su presencia, su rostro me dice “Pobre imbécil cual es el afán de no ver la verdad”, me mira con tristeza y compasión, y luego de unos minutos me dijo:

—Milo, todo estará bien.

¡SUFICIENTE, sé que soy idiota pero no es para tanto, ya estoy harto de que me tengan lástima!

—¡Por favor Aioria, nada estará bien! He escuchado esas malditas palabras todo el día y ¡nada “está bien” !, ¡Lo que menos necesito es que tú, mi mejor amigo, también me diga esa estupidez! —grite enfadado y el retrocedió por la impresión, me arrepentí de mi comportamiento al instante, lo único que él quería era hacerme sentir mejor. Imposible en este momento, mas no se merecía un trato así. — lo siento… no quise hablarte de esa forma.

Pero por favor, no sigas amigo.

—No importa, te entiendo, pero intenta ser fuerte — ya habíamos llegado nuevamente a Acuario—. Estaré cerca por si me necesitas —se acercó a mí en un fuerte abrazo— te quiero bicho.

—Yo también, gracias.

Entre al lugar antes dicho, la poca fuerza que tenía me abandono al momento de ver otra vez su cuerpo sin vida, caí de rodillas y lo abracé con tanta fuerza, temiendo que en algún instante me lo arrebataran de entre mis manos. Estaba muy frio.

Quédate a mi lado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora