Una deliciosa ilusión

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Eran altas horas de la noche cuando sonó mi puerta gentilmente, me sorprendió mucho ya que no esperaba eso, como siempre mis noches eran solitarias y frías, en mi habitación solo mi alma deambula buscando lo que mi corazón anhela. Me levanto y me acerco a la puerta, sin saber quien está detrás. Al abrir, la veo ella, me silencia con un gesto de su mano, a la vez, me sonríe, entra sigilosamente y apaga la luz mientras cierra la puerta detrás de ella sin hacer ruido. Levanta su mirada para conseguir mis ojos, yo me quedo paralizado por la sorpresa, pero al darme cuenta de sus labios en los míos, reacciono. Sin pensar mucho, la abrazo para confirmar que no es un sueño, aunque, si lo fuera, juro arrebatarle la vida a quien me despierte.
Entre risas, me susurra al oído palabras tiernas, insitando a que renuncie a cualquier idea de cordura. Solo en ella encuentro el sentido de realidad y seguridad que he buscado cada noche en soledad, se aparta de mí con una sonrisa. Puedo ver cómo me sonríe, su cabello está suelto, largo y liso, le esconde un poco el rostro. Pero, ¡ay! Esa sonrisa que me derrite, solo tiene puesta una camisa grande que le llega a los muslos, en un movimiento muy sensual se sube un poco la camisa y con ambas manos se quita el short que tenía abajo.
Se acerca a mí mirándome a los ojos y me besa con dulzura y posesión. Jamás imaginé qué cosas siquiera pudieran existir en perfecta sintonía. Toma mi camisa y me la comienza a quitar mientras me sigue besando. Al final, termina en el piso. Me lleva a la cama, la cual nos recibe en silencio mientras nos perdemos en nosotros, siendo esta un silencioso testigo de lo que solo ella y yo estamos haciendo.
Ella se coloca sobre mí y me sigue besando, tomando el control de la situación, dándome a entender que soy de ella. Mi mano derecha comienza a acariciarla por la pierna, subiendo mientras me deleito con la suavidad de su piel, noto que que no tiene ropa interior, supongo que se deshizo de ella al quitarse el short. Estoy debajo de la camisa, la sigo besando y tocando, mientras me apoyo en mi brazo izquierdo para mantenerme sentado, llego a su pecho, es suave y virginal, me excita al escucharla gemir un poco cuando la acaricio. Su cuerpo me llama, nos acomodamos un poco en la cama y ya puedo recorrer su cuerpo en absoluta libertad, con mi mano izquierda la coloco en su trasero suave y bien formado, siento que me estoy volviendo loco, suavemente me separo de sus labios y con sumo cuidado le quito la camisa y queda desnuda para mí, ella no intenta cubrirse y con algo de pena se levanta mientras me comienza a agarrar la entrepierna dando a entender que desea que, al igual que ella, me desnude por completo. Me levanto y cumplo con su silenciosa petición. Al volver a la cama, tomo la iniciativa y la acuesto boca arriba, comienzo a besarla en la boca, pero comienzo a bajar a su cuello. Poco a poco, seguido de eso, llego a sus senos y puedo saborearlo, escucho su respiración entrecortada y con una sonrisa sigo bajando, llego a su ombligo y ella deja salir una pequeña risita, la cual me divierte, poco a poco llego a bajar más y más hasta su sexo, ahí comienzo a devorarla. Me pierdo en su sabor que me embriaga, ella se comienza a mover y gemir, arquea su espalda disfrutando mi acción, toma mi cabeza con sus manos al llegar al orgasmo y me lleva a sus labios y me pide que entre en ella. Yo estoy perdido la deseo y he perdido todo el control que pude llegar a tener en algún momento. Nos acomodamos el uno sobre el otro, entro en ella con suavidad y nos perdemos en el momento. Hacemos el amor entregados en los dos hasta que perdemos el sentido y caemos rendidos del agotamiento, pero satisfechos y felices de nuestra obra y me pierdo en la inconsciencia del sueño. Pero esa noche, mi subconsciente, no me regala sueño alguno.  Simplemente, me apago y descanso. Al llegar el día, el sol me despierta, pero, al buscarla, ella no está a mi lado. Me extraña, pero al levantarme, me doy cuenta que mi cuerpo está cubierto por mi ropa y en la cama no hay señales de lo que mi mente recuerda.
Llego a pensar que un súcubo entró en mi habitación, pero entiendo la realidad esos recuerdos haciendo el amor con ella solo fue producto de mi imaginación es el sueño que mi subconsciente me regaló una visión, donde esa mujer que anhelo en silencio fue mía, aunque sea una sola vez, en un sueño tan vívido que jamás podré olvidar.

Esas cosas que te conté mientras dormíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora