Capítulo 1

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Apenas abrió los ojos, atormentada por el sonido de la alarma que retumbaba como un péndulo en su mente a cada segundo y que había sonado por tercera vez, simplemente exclamó: <<Dios, no vuelvo a tomar alcohol durante la semana. Estas resacas nunca terminan bien ¿Dónde dejé las pastillas? Se me parte la cabeza ¿Y qué hora es? Estoy llegando tarde.>>

Gemma se vistió rápidamente con el uniforme del colegio y bajó las escaleras de dos en dos. Se encontró con su madre en la cocina, que estaba haciendo tostadas y tomándose un café. Se sirvió jugo en un vaso y se sentó en una de las sillas altas junto al desayunador.

- ¿Vas a la escuela hoy? –Le preguntó Lorenza con suavidad-. Llegaste tarde anoche y pensé que te ibas a quedar en casa… Es tu cumpleaños, por si necesitás otra excusa.

Gemma sonrió con amabilidad-. La oferta suena realmente muy tentadora, pero hoy tengo mi examen final de matemática, y en verdad no quiero faltar. Me gustaría mantener mi promedio.

Su madre la miró con orgullo. Y cada vez que lo hacía se reafirmaba su idea de que había tomado la decisión correcta dieciséis años atrás, cuando ella y su marido decidieron acogerla como su hija. No podía entender cómo alguien podía haberla abandonado a su suerte en el hospital. La mujer llegó con contracciones al centro de atención médica una fría madrugada de junio, dio a luz y a la mañana siguiente ya había huido ¿Qué habría pasado con la pequeña si Diego no hubiera estado esa noche de guardia? Qué ángel fue él, y en qué buen padre se convirtió después. Él amaba a esa pequeña que había hecho sus vidas más completas; el hecho de no haber podido tener hijos propios lo había desanimado un poco, pero Gemma fue todo lo que necesitó para reanimarse. La consentía, la llevaba con él a todos lados, registraba cada uno de sus pequeños grandes logros… Qué bella y feliz familia era la de los Piaggio.

- Bueno, debo irme o no voy a llegar para rendir –se levantó para marcharse, pero se giró bruscamente- ¿Cena, hoy, con papá, en el restaurante de siempre?

Lorenza se encogió de hombros como hacen las personas cuando deben decir algo que intentan evadir.

- ¿Otra conferencia, verdad? –preguntó, con cierto tono de decepción en su voz.

- Lo siento, cariño, a tu padre se le extendió el viaje en Milán. Y yo…

- ¿Vos tampoco vas a estar? ¿Otra vez? –ahora se la notaba dolida.

- Debo ir a cuidar de tu tía Emilia, la pobre está muy enferma. Pero vamos a salir de compras en cuanto vuelva ¿Qué te parece? –intentó convencerla su madre con una sonrisa.

- Está bien –cedió Gemma con un suspiro alargado. Se despidió con un abrazo y tomando su mochila, salió de la casa. El verano aún no se hacía presente en Tempio Pausania, y sin embargo ya no necesitaba llevar abrigo a la mañana. Había una brisa fresca, pero a ella le encantaba esa sensación de escalofríos bajo la camisa.

<<Ya puedo empezar a ir a pie…>> pensó mientras se subía en el auto, y negó con una sonrisa-. En cuanto aprenda a levantarme a la hora que se debe –y encendió el motor.

La casa de Isabella le quedaba de camino a la escuela. Su mejor amiga abrió la puerta de entrada ni bien ella tocó bocina, se había demorado pues usualmente debía esperarla a que terminara de maquillarse. De todos modos llegaron a tiempo, y estacionaron en el lugar de siempre. Lo genial de ser hermosa y popular, es que la gente piensa en vos, en tu comodidad, en tu auto… Más les vale pensar en esas cosas.

En cuanto entraron al colegio, una multitud de chicas y chicos las rodeó, admirándolas e intentando recibir la atención de ese par armonioso y encantador, que intentaba abrirse paso en un mar de gente. Sin embargo, a pesar de lo denso de la situación, estaban acostumbradas a ese trato. Siempre habían sido consideradas como especiales e increíbles, especialmente Gemma, quien había ganado varios concursos de belleza y era invitada a todas las fiestas. Incluso a pesar de su corta edad ya había sido hace unos meses la reina del baile de primavera.

Isabella vivía un poco en su sombra, pero no le molestaba demasiado, porque todos seguían deseándola y envidiándola de todos modos. El timbre sonó, y los pasillos lentamente fueron descongestionándose. Ambas compartían la mayoría de las clases, y ese viernes, la primera era la de matemática.

Cuando ocuparon sus respectivos asientos, una chica rubia, de enormes ojos verdes y cintura estrecha se sentó al lado de Gemma.

- Hola, Angelina –le dijeron las chicas al unísono y la joven de largos cabellos rubios les dedicó una sonrisa dulce pero nerviosa.

- Hola –les contestó Angelina, para enseguida agregar- ¿Estudiaron para el examen? Creo que voy a vomitar -Matemática jamás había sido su fuerte y hasta el momento se había salvado con lo justo y necesario. Necesitaba ayuda, y sus amigas se dieron cuenta de ello.

- No te preocupés, estás sentada atrás de Bianca. Te va a dar los resultados, es seguro –intentó tranquilizarla Isabella en un susurro-. Lo único que Tenés que saber es cómo acercarte a esa clase de personas –terminó de hablar y se levantó de su asiento- ¡Bianca, amor! –saludó con simpatía y la tímida chica levantó la cabeza y se acomodó los lentes para mirar de frente a su interlocutora.

- Ho… hola Isabella. –tartamudeó con inseguridad.

- Me en-can-ta tu pulover –hizo una pausa para aparentar cierta reflexión-. Ey, me preguntaba si puedo pedirte un favor –le terminó con una gran y falsa sonrisa que solo ella, Isabella Capasso, podría hacer.

- Cla…claro. ¿Qué necesitás?

- Mirá, la cuestión es la siguiente –comenzó a introducir-. Mi amadísima Angelina no alcanzó a estudiar para el examen que vamos a tener ahora ¿Te molestaría pasarle las respuestas?

Bianca pareció mirarla con cierta disconformidad. A pesar de estar completamente aterrorizada por la intimidación que le estaba provocando Isabella, sabía que a lo que estaba a punto de acceder no era completamente correcto. Ayudaba a una chica sí, pero al mismo tiempo, engañaba la confianza de su profesora.

- Dale, esta noche nos vamos a reír de todo esto en la fiesta de Gem –prosiguió, con el tono de voz más amistoso que pudo fingir. Gemma levantó la vista del libro para echarle una rápida mirada a su amiga y poner los ojos en blanco.

Y con esas palabras, terminó de convencerla. Asintió un par de veces para decir que sí, era la primera vez que era invitada a una de las fiestas que organizaban esas chicas, y no podía perder la oportunidad de ser aceptada, al menos por una noche. Angelina sonrió, y ese examen de matemática, fue el primero que pudo sacarle una sonrisa a ella, y desconcertar a su profesora por completo.

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⏰ Última actualización: Dec 05, 2014 ⏰

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