Vi cómo las miradas se dirigieron a mi persona nada más poner un pie dentro del instituto.
Las primeras reacciones fueron de sorpresa. No me esperaban de vuelta o, por lo menos, no tan pronto. Y lo entendía, al fin y al cabo, solo había pasado una semana pero no podía más. No podía estar más tiempo encerrado en un cuarto donde cada lugar me recordaba a ella. Su cuerpo estirado en mi cama viéndome con una sonrisa tierna cuando le hablaba o me escuchaba despotricar sobre mis cosas, su costumbre de sentarse a horcajadas en mi silla... Los primeros días jure que me iba a volver loco viendo su sonrisa y ojos mirándome desde las paredes de mi habitación las cuales ahora estaban desnudas. De las fotos que antes las decoraban solo quedan trozos rotos provocados por un arranque de furia y tristeza.
Me obligue a mi mismo a no dejarme llevar por el nudo en mi garganta y el escozor de mis ojos.
Después de las miradas empezaron las frases y palabras, supuestamente, susurradas pero que llegaban hasta mis oídos.
"¿Es él?
¿Es él, el amigo de la chica que se ha suicidado?
Pensaba que no iba a volver
Míralo por fín ha vuelto
Qué raro verlo solo
Ese es. Ese es el chico que te dije, el mejor amigo de la chica que se suicidó"
Sentí como mi cuerpo se encogía ante las miradas y comentarios. El nudo en mi garganta se hacía más fuerte y me faltaba su presencia como un escudo a sus miradas y palabras pero, ella ya no estaba y tenía que hacerles frente solo.
Me intimidaba sentir tantas miradas encima. Siempre me había pasado. Nunca me había gustado ser el centro de atención y ahora solo lo era yo. No había nadie que lo fuera conmigo.
Solo logré respirar cuando volví a mi casa. Pero, ahí tampoco respiraba como solía hacerlo antes. Me sentía como si estuviera bajo el agua desde ese fatídico día. Todavía las voces llegaban a mis oídos distorsionadas.
Sentía que me ahogaba al respirar y ese sentimiento sólo cesaba cuando dejaba que el efecto de las pastillas me llevara a ese dormir sin sueños.
Dieron igual todas las excusas y la verdad al final contada porque, ahí me encontraba dirigiéndome, rodeado de personas, al gimnasio. No podía creer que habían aceptado la idea de hacerle un tributo.
Observé la mesa con su foto y miré como la misma gente que la habían llevado, de una manera a otra, a su fatídico final estaban ahí llorando, dejando flores, notas...
Sentí furia.
3
Las semanas fueron pasando y parecía como si ella nunca había existido. El tributo poco a poco se fue olvidando y dejaron de ponerle cosas hasta que un día fue retirado.
La vida seguía para todo el mundo pero, yo me sentía congelado en el pasado. Sentía como si todavía estuviera en una pesadilla de la cual tenía que despertar. Seguía esperando el día de verla entrar por la puerta con su ropa negra y su pelo al aire y recibir su beso en la nariz que tanto le gustaba darme.
Observé cómo, poco a poco, volvieron a su rutina de hundir a la gente. Su antigua víctima ya no estaba, había que buscar otra.
No podía creer que no hubieran aprendido. No podía creerlo.
Sentí una idea formándose en mi cabeza.
2
Esa mañana le había dedicado más tiempo a mi despedida con mi madre, por si acaso. El bulto en mi pantalón no se notaba. En esos momentos estaba agradecido de que la mayoría de mi ropa fuera ancha.
Mi decisión no estaba del todo tomada. Simplemente por ella. Porque sabía que ella se opondría a lo que me disponía hacer. Pero ella ya no estaba y aunque decidí darles una última oportunidad la desaprovecharon. Su final fue decidido al verles ir contra una nueva víctima.
1
Exploté como la granada que era y ya nadie estaba a salvo.
Las risas nerviosas hicieron su aparición al observar mis manos rodeando la pistola. Seguía habiendo miradas de burlas hacia mí persona. No me creían capaz. Le pedí perdón en mi cabeza. De verdad que lo sentía. Tuve que sacudir la cabeza para quitarme la imagen de sus ojos decepcionados clavados en los míos.
Los gritos comenzaron cuando el primer disparo retumbó y la primera persona cayó en un charco de sangre.
Las miradas ahora ya eran de miedo y eran un amargo recordatorio de las mirada que ella tenía cuando se le acercaban.
Otro disparo. Otro cuerpo.
Su mirada decepcionada fue sustituida por la de su rostro cuando la encontré tirada en su habitación, rodeada de un charco de sangre y un cuchillo clavado.
Otro disparo. Otro cuerpo. Otro charco de sangre.
Cada vez que apretaba el gatillo y un disparo resonaba, mi mente rescataba recuerdos de ese día.
Como mis rodillas cedieron y no noté el golpe mientras me acercaba hasta ella gateando. De mi boca solo salía su nombre esperando, deseando que ella me respondiera. Mis manos temblorosas buscaban el pulso de un corazón que ya llevaba un rato parado.
Entre el ruido de los disparos y los latidos de mi corazón, que sonaban con fuerza en mis oídos, note el ruido de los coches policiales acercándose.
Otro disparo. Otro charco de sangre. Otra clase. Más sirenas sonando.
Los gritos que dejaron un dolor en mi garganta durante días. Los pasos apresurados de su madre escaleras arriba al oírme gritar. El momento justo en la que la vio y su mundo se rompía. El golpe al caerse de rodillas abrazándose a sí misma.
Mis pies siguieron caminando hacia otras clases, hacía más víctimas. Sabía que los policías en nada entrarían pero eso no importaba.
Otro disparo. Otro cuerpo. Otro charco de sangre. Otra clase. Más sirenas sonando. Gritos de "alto"
La fuerza con la que tiraron de mi cuerpo para separarme de ella cuando, por fin, llegó la ambulancia para intentar salvar a una persona de la que solo quedaba un cuerpo sin vida. Mis manos llenas de sangre. De su sangre. Su nombre saliendo de mis labios en susurros hasta convertirse en gritos cuando vi como la levantaban y se la querían llevar.
Seguí disparando y escuche más ruidos aparte de mis propias balas.
Un impacto. Dos impactos.
El agarre de los sanitarios cuando intente evitar que se la llevaran. El pinchazo de la aguja en mi brazo y la oscuridad.
El dolor nublaba mis pensamientos pero mi dedo seguía apretando el gatillo.
3 impactos. 4 impactos.
El brumoso entierro. La cadena con un gato colgando que deje caer sobre ella. No podía, me era imposible, imaginarme la idea de seguir llevándola cuando la persona por la cual la llevaba se había ido de mi lado, para siempre.
Mis manos ya no pudieron seguir sujetando la pistola ni mis piernas mi peso.
Golpee el suelo.
Sabía que hacía a mi no iba a haber ningún tributo, ni lágrimas falsas, ni tristeza fingida.
Noto mis ojos cerrarse y me siento feliz.
Abro mis ojos y mi primera reacción es maldecir pensando que seguía con vida pero la veo con su mano extendida. La cual uso para levantarme. Me sujeta el brazo para deslizar nuestra pulsera al lugar al que pertenecía. Mi muñeca. Unimos nuestras manos, entrelazamos nuestros dedos y caminamos juntos sabiendo que nadie podría juzgarnos.
Al día siguiente en los periódicos y las noticias del todo el país hablaban de cómo un chico había entrado a su instituto disparando y llevando a la muerte a 23 personas. En ese mismo instituto donde hacía unas semanas la noticia de que una de sus alumnas se había suicidado conmocionaba al país entero.
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Lealtad mortal
Storie breviÉl era como una granada, siempre, a punto de explotar. Ella le mantenía a salvo, mantenía a quienes lo rodeaban a salvo de su explosión. Pero, un día, ella fue obligada a irse y él arrasó con todo.