Capítulo 2.

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Justamente cuando íbamos a salir por la puerta, miré a mi derecha y vi a Gustav. Iba acompañado de una chica, con un vaso en la mano y me miraba con los ojos como platos y la boca semi abierta por la sorpresa. Desvíe la mirada y salí de allí de un salto.

Me soltó la mano una vez fuera.

— ¿Nervioso? Pareces haberte congelado —sonrió con una malicia que me puso el vello de punta, que me hizo rozar con los dedos el colmo de la excitación. Ahora, fuera, bajo la luz de las farolas, su rostro me pareció pura atracción. De hecho, casi me daba la sensación de que me sonaba de algo, pero no alcanzaba a recordar qué exactamente. Tenía la sensación de que conocía ese rostro de toda la vida—. ¿Pasa...algo?—. preguntó, con tono preocupado, como si de verdad esperara que me sucediera algo al verle a la luz.

—No, nada..., es solo que... —empezamos a caminar a través del callejón apenas iluminado. Los nervios empezaban a provocarme ansiedad cuando me di cuenta de que no le conocía absolutamente de nada. Cero. Y me había dejado llevar como si nada..., y ni siquiera estaba preocupado—. Un...amigo mío me ha visto.

— ¿Y eso es muy malo?

—No, no creo.

—Espero que no se piense que voy a hacerte cosas guarras —soltó con ironía. Me reí, un poco nervioso—. Ese es mi coche—. mi mirada se clavó en un enorme todo terreno, un enorme Cadillac oscuro, medio camuflado en la oscuridad del callejón, aparcado, solitario en plena noche. Tragué saliva.

— ¿El Cadillac?

—Sip—. parecía muy orgulloso de su coche.

Anduve hacia él incluso con cierta ilusión. No me gustaban los coches, no me llamaban la atención como a otros, pero eso era el rey de los coches.

Miré el interior a través de la ventanilla, pero estaba tintada.

—Es muy grande.

—No es lo único grande que tengo—. cuando me di cuenta, sus brazos ya me habían encerrado entre su cuerpo y el salpicadero del coche. Apoyé las manos sobre el capó, sorprendido. Me temblaban los labios y una corriente de aire fría me congeló las piernas. Sus labios rozaban los míos...

—Es..., ¿la primera vez que haces esto?—. pregunté, tartamudeando. Él suspiró y se rió.

—Depende... en mi coche, sí, y con un hombre, también —ahora, de repente, empecé a sentirme cohibido, mucho. El temblor se extendió por todo mi cuerpo y el simple contacto que sus labios pretendían tomar con los míos me intimidó hasta hacerme retroceder. Mis rodillas chocaron contra el salpicadero y caí hacía atrás. Mi espalda dio contra el capó del coche y quedé medio tumbado sobre él. Oí su disimulada carcajada contra mi oído y descendió su rostro hasta apoyarla frente sobre la mía—. No te pongas nervioso, no rompería a un muñeco tan bonito.

Muñeco...

A esas horas de la noche, en pleno invierno, en un callejón oscuro, las temperaturas podrían llegar al menos cero perfectamente y, como me hallaba en esos instantes, podría haber sufrido una hipotermia y, seguramente, ni siquiera me habría dado cuenta.

El calor que me recorría la entrepierna y se extendía por todo mi cuerpo, me envolvía y casi me hacía inmune al frío de la noche.

Su piercing rozando mis labios cada vez que los movía intentando acaparar los míos más y más y más, buscando más profundidad con su lengua dentro de mi boca. Se escurría por ellos, jugueteaba con la mi lengua y rozaba con insistencia el piercing de mi lengua cuando se separó, sonriendo. Noté un hilillo de saliva escurrirse por la comisura de mis labios.

Muñeco (Larry Stylinson)Where stories live. Discover now