Para empezar, Zeus no me raptó, puede que ustedes no lo crean ya que el muy mujeriego y/o hombreriego se cogía y se sigue cogiendo a todo lo que se mueva, con o sin el consentimiento de la persona deseada.
Hoy, luego de milenios siendo inmortal, luego de ser el eterno copero de los dioses, luego de tanto tiempo en el Olimpo, decidí bajar al mundo mortal encontrándome cara a cara con una tecnología increíble. En mi experiencia les aseguro que este lugar es mil veces más divertido que el hogar de los dioses.
En muchos mitos se cuenta como un joven príncipe a punto de cumplir sus quince años fue secuestrado por un águila, ¿Ustedes realmente creen que yo me dejaría raptar? ¡No! Yo sabía pelear con animales salvajes, era demasiado impulsivo y por esa razón me encontraba en exilio, para aprender a mantener la calma y dejar de ser un agresivo.
El castigo que me puso mi padre el Rey Tros fue el de cuidar ovejas en el Monte Ida, allí conocí a Aetos que era mi tutor y el de otros jóvenes "héroes" que se sometían "voluntariamente" al exilio. Yo sólo digo que TODOS fuimos obligados por nuestra conducta rebelde.
Recuerdo claramente cuando Deo, Hypatia y Rhodes (Unos plebeyos pasivo-agresivos) se tomaron la molestia de dirigirme la palabra a mí, ¡El futuro Rey!. Los ignoré olímpicamente.
Al parecer esos jóvenes héroes, creyeron que haciéndome Bullying (Palabra nueva que aprendí de esta generación) me iban a intimidar.
El trío de idiotas encabezado por Hypatia, me metieron en un problema terrible, la chica de tirabuzones negros y ojos grises tenía la mente de una estratega, luego me enteré que era descendiente de Atenea, la diosa de la guerra estratégica.
Mis mejores amigos (Nótese el sarcasmo) decidieron pastorear a las ovejas el día que me correspondía hacerlo a mí, llevarlas a que los lobos se las coman y echarme la culpa.
Fui llamado por mi tutor, para seguramente recibir un castigo de algo que yo no había hecho, lo peor era que ni siquiera conocía a nuestro guía, el muy irresponsable nunca se presentó, sólo nos dejaba las órdenes en una mesa y se marchaba antes de que él nos pudiera ver.
Aetos era el nombre de mi tutor y cuando llegué al lugar solicitado, este se encontraba de espaldas listo para regañarme por algo que, vuelvo y repito, no había hecho. Su largo cabello rubio se balanceaba de forma elegante sobre su espalda.
-¿Puedo saber por qué cometiste tal imprudencia?
Su voz varonil y rigurosa me sacó de mi ensimismamiento y le dije la verdad, que yo no había sido y que me parecía una falta de respeto que yo, el Príncipe Ganimedes sea injuriado de esa manera, creo que lo dije de forma altanera y grosera porque su mano derecha formó un puño de ira contenida.
Él ambiente se tensó tanto que daba la impresión de que en cualquier momento caería un rayo, nunca antes, en mis catorce años había sentido tanto miedo.
Me obligué a disculparme y a contarle los malos tratos que había recibido de esos chicos desde el inicio.
En el momento exacto en que le dije que era maltratado, él se giró, por lo que ambos quedamos cara a cara y fue allí donde todo empezó.
Sus ojos azules me sedujeron de inmediato y al parecer mi belleza hizo que sus sonrosados y carnosos labios se abrieran de sorpresa.
Oh, dioses. ¡Me enamoré!
La temperatura empezó a subir y mi corazón se aceleró.
Oh, dioses. ¡Me enamoré!
Aetos, atraído como un imán, tomó mi mentón, delineó con su pulgar mi labio inferior y con sus labios acercándose a los míos sin ejercer contacto me susurró- Yo arreglaré esto- Sentí sobre mí ese encantador aliento fresco como una brisa de verano.
¡Oh, dioses! ¡Me enamoré!
Y luego él se marchó, dejándome ahí, con las hormonas alborotadas. Hecho un desastre.