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Prologo

21 de Noviembre de 1994.


El tenue sol de las horas de la tarde se mezclaba en el horizonte con las calmadas y heladas aguas del océano, ese día en particular el viento enfurecido azotaba cruelmente las copas de los árboles de la zona y algunas flores silvestres; en aquella ciudad los habitantes estaban casi acostumbrados a los constantes fenómenos naturales que se generaban durante la transición al invierno, por lo que algunos visitantes del parque se retiraban progresivamente, mujeres con niños en brazos, adolecentes con amigos (o con patinetas), parejas jóvenes, y unas que otras viejas, cuyo amor se podría distinguir incluso desde el otro costado del continente, en California.


El agua golpeaba contra las rocas del otro lado del muro de contención. En el lugar, sólo quedaban ya unas cinco personas, entre ellas, una mujer de cabello castaño claro sentada en un banco de cemento junto a una señal de « NO FISHING», desde la cual observaba a un pequeño sitio en la recién renovada estructura -una caseta de vigas de hierro y techo de madera pintado sólo con los colores primarios- seguida de dos pares de columpios y una rueda giratoria casi desierta. En ella, metida entre los tubos estaba acurrucada una pequeña niña, al parecer de entre cuatro y seis años, que sostenía fuertemente contra su pecho una muñeca vestida con una camisa a flórez y pantalón blanco. Desde el ángulo de vista que tenía la mujer daba la impresión que la niña lloraba, cuando en realidad escuchaba pacientemente el arrullo que producían las olas, pensando en tiempos mejores, esperando a que su desempleada madre diera la orden de regresar a casa o bien, comenzará a llover. Susurró unas cuantas palabras dulces a Olivia, su mejor amiga de trapo. Antes de volver su mirada hacia la avenida cercana, le pareció ver que alguien le sonreía desde un coche negro, por lo que cerró sus pequeños y cansados ojitos para refrescar su vista, pero al abrirlos, se inquietó al notar que no había absolutamente nada...



25 de Noviembre de 1994.


Un hombre de cabello negro y ojos claros conversaba activamente con una hermosa e inteligente mujer, no la presionaba en absoluto -independiente de que le gustara-, había hablado con ella en otras ocasiones pero esta vez, pretendía lograr algo mas, el viento que soplaba en el parque empujo su cabello sobre su rostro y utilizo una mano para apartarlo y añadió un comentario sobre su despampanante belleza, a lo que ella rió suavemente.

A lo lejos, la hija de la preciosa dama la observaba atentamente, sosteniendo a Olivia contra su pecho. Y se pregunto que tenia aquel hombre (que a ella le faltaba) para inspirarla a sonreír.



El mismo día en Paradiso Avenue, Coral Gables.


En una ostentosa casa blanca de tres plantas cuyas elegantes columnas de mármol -que se ubicaban en los laterales del porche- le atribuían un aire de imponencia a dicho inmueble por sobre todos los demás en el reconocido barrio. Annie Lane y su madre, Charlotte, cenaban pletóricas frente al derroche de belleza que se apreciaba en los amplios interiores del comedor. El Sr. Wright (quien insistía en que podían llamarlo Zachary) estuvo mas que feliz de poder acogerlas en su humilde morada junto con el, gracias a dios, construyo la casa con unos dos mil quinientos metros de sobra, repartidos en cuatro habitaciones con terraza y baños con lavabos dobles y un vestier gigante. En su momento no le vio utilidad alguna a un espacio de tales magnitudes, pero en esos instantes le aliviaba contar con el. Aunque debe decirse que le costo casi un mes, cuatro citas, unos seis ramos de flores destinados a la oficina de Charlotte en el Downtown y una considerada fracción de su importante tiempo para sacar su Chevrolet Camaro Z28 negro a un pequeño parque en Brickell cerca a la St. Jude Catholic Church. Para al fin convencer a la Señora Fords el aceptar su desinteresada ayuda. Mientras masticaba activamente el pavo que preparo Suzan, la cocinera, recordó la reacción de la niña al anunciarle que saldarían del incomodo apartamento de una alcoba en Brickell que habitaban y se irían con el, a como llamaba ella la casa "El castillo de las princesas".

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