Fantasía

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Damián le propone un juego peligroso, un arma de doble filo con la cual ambos van a salir lastimados, el juego se llama pretende que soy lo que amas.

Damián juega el papel de Bruce y Jason pretende amar a Damián.

Es un juego cruel, pero las cosas han tomado un rumbo inexplicable para Jason, ya no siente la usual tristeza, debe ser un efecto placebo a la agonía que pasó anhelando la compañía de Bruce, que la pálida sombra que encuentra en el calor de Damián parece menguar su hambre, pero nunca es suficiente, por ello el contacto con el menor incrementa.

Cuando están juntos, siente que no es él, solo cuando esos ojos verdes le miran fijamente se rompe el hechizo y recuerda que todo es una mentira, un sueño lúcido del cual no puede despertar, es el país de las maravillas y él es Alicia y cualquier cosa puede suceder.

Como nada es real los besos se vuelven largos, necesitados y profundos, el cuerpo juvenil de Damián se aprieta contra el suyo deseando fundirse en uno, sus piernas entrelazadas, la ropa molesta entre ellos, el calor crepitando en ellos consumiendolos.

Bruce va y viene con frecuencia y los deja mucho tiempo a solas, está ocupado con la Liga y con Clark, en su tiempo libre ellos tienen la mansión sola, salen a misiones juntos, Damián conduce y le sonríe de medio lado, es la sonrisa de Bruce, esa que le hace estremecer y que causa el mismo efecto aunque quien se la dirija es su hijo.

Juntos pelan, se coordinan, resulta tan fácil que le sorprende, el humor ácido de Damián le hace reír y no recuerda cuando ha sido la última vez que se ha sentido tan vivo.

Damián algunas veces usa el traje de Bruce, ha dado un estirón, y aunque aún no lo llena por completo, en la oscuridad que cubre a Gótica a veces puede verlo en él, en la forma cuadrada de su mandíbula, en su cabello espeso y negro, en su boca carnosa y bien formada.

Es en esos momentos, cuando no sabe que es ilusión y que es real, es cuando cae en lo profundo y sabe que nunca va a despertar.

En la cúspide de su ilusión Bruce se presenta un día para desayunar, sus ausencias se han hecho más notorias y prolongadas, incluso su ropa y objetos personales han desaparecido de su tocador, seguramente para instalarse en un departamento en metrópolis al lado de su ser amado, el aroma en sus sábanas que delataba su presencia casi se ha desvanecido, y los ecos de sus pasos se han fundido con las paredes de la mansión.

Esa mañana el aroma a café caliente y pan recién horneado lo llena todo, la mansión está concurrida, risas y rumores de conversaciones le hacen despertar, cuando baja lleno de curiosidad recién bañado con el cabello húmedo a medio peinar, se topa con Tim y Dick, sus hermanos le sonríen y lo invitan a unirse a la mesa, no solo están ellos, también están Conner y Kara, Alfred conversa con una señora que se presenta como Martha Kent.

Las cortinas corridas iluminan el salón de la mesa principal hay grandes jarrones repletos de flores de colores vivos, la vajilla pulida refleja su rostro junto con los cubiertos de plata sobre hermosas servilletas de seda que adornan la mesa, en el centro de todo está Bruce.

No le ha dirigido ni una mirada, porque la persona que se sienta a su lado captura toda su atención, tiene una sonrisa radiante una que nunca ha visto Jason, una que paraliza su corazón, a su lado Clark ríe por algún comentario ingenioso que Bruce ha hecho, se miran, solo existen ellos dos, hay amor infinito en el momento que sus ojos se cruzan, Bruce toma la mano de Clark y sus dedos se entrelazan, entonces lo ve, el motivo de aquello, hay un anillo en el dedo de Clark.

-Vamos a casarnos, será algo privado y pequeño, queríamos anunciarlo -dice Bruce hay un revuelo de aplausos mientras el tiene la boca abierta de impresión y siente que se hunde.

La mano de Damián apretando la suya bajo el mantel de la mesa le mantiene a flote. No sabe cómo lo logra, pero sobrevive a la velada, se sienta, asiente y responde, pero parte de su ser no está ahí.

Cuando todo acaba se levanta y disculpa necesita salir y escapar quiere tomar su moto, pero Damián está en el garaje.

-Yo conduzco-le dice y señala uno de los autos de su padre, está tan lleno de frustración que le grita que se quite de su camino y no le estorbe, pero Damián no responde a sus provocaciones, es implacable y consigue a base de jalones empujarlo al auto a la fuerza.

Jason sabe que cuando termine de crecer su fuerza será una barrera inquebrantable, pero por el momento él es mayor, más grande y fuerte y se remueve contra él, como una fiera salvaje necesitada de hacer daño, conecta un puñetazo en el estómago de Damián y dos más en su cara Damián apenas consigue mantenerse en pie.

El menor no ejerce más violencia en su contra, no funcionará en cambio un beso es lo que al final lo calma y reblandece lo que hay en su interior.

Antes de que quede hecho trizas en los brazos del menor sube al auto y Damián arranca, cuando la mansión solo es un punto en la lejanía, un gemido brota de sus labios y colapsa en llanto en el asiento de copiloto.

No hay preguntas, ni acusaciones, Damián continúa conduciendo sobre el suave asfalto, y en el silencio entre ellos solo se escucha un llanto amargo que nada consigue parar.


No hay preguntas, ni acusaciones, Damián continúa conduciendo sobre el suave asfalto, y en el silencio entre ellos solo se escucha un llanto amargo que nada consigue parar

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