El tiempo previo al magno evento pasa de forma acelerada, se escapa como agua entre sus dedos, el mayor se queda en la mansión, pero su presencia duele como una herida que nunca acaba por sanar, nunca logran encontrarse a solas pues Bruce está siempre ocupado con los preparativos de la boda, su tiempo se consume entre Clark y la Liga de la Justicia, la pareja se levanta en conjunto con el sol y no regresan a la mansión hasta altas horas de la noche.
Los demás se mantienen en la mansión también, Tim y Dick no comprenden su ánimo sombrío, su mal humor, sus dolores de cabeza, su continuo malestar y sus noches sin sueño producto de darle vueltas en la cabeza a un problema que no tiene solución.
En la madrugada cuando todo el mundo descansa, Damián se cuela en su cama para calentar su corazón helado con besos y caricias, no han hecho nada más allá de eso, no tiene la voluntad para oponerse o aceptar, pero al menor no le interesa intimar con alguien que no coopera a sus toques pues a veces simplemente se deja besar para no pensar en nada, como un muerto en vida. En ocasiones como esa simplemente se abrazan, Damian pega su cuerpo al suyo y se relajan y duermen.
El día de la boda llega inexorable, debido a que las cosas pasan con rapidez, para aquellos que el tiempo ya no significa nada. Se viste como los demás con los trajes a juego que Bruce a comprado para todos sus protegidos y su hijo, Jason se siente como un observador de una obra en la que no encaja, no sabe cuál es su papel, todo se desarrolla de acuerdo a un guión y el no tiene líneas, no puede actuar y no sabe que hacer, un simple espectador de su propia vida, ajeno a todo lo que ocurre.
Se arregla por la mañana, asiste a la ceremonia con los demás antes del atardecer y cena por la noche en el salón de eventos con el resto, presencia la fiesta, sentado en una mesa apartada, no ha dicho más que palabras mecánicas en todo el día, Damián le ha guiado como a un invalido o un demente sin voluntad propia.
Bruce quien fue su mundo, ahora órbita alrededor de un sol cálido que le abraza y le sonríe, se mecen al compás de una canción romántica al centro de la pista con las luces bajas en un vals, hablan pegando sus labios a la oreja del contrario y hay tanto amor entre ellos, tanta paz que parece inhumano separarlos, son almas gemelas, parte de un todo, se complementan.
-Debo ir al baño-le dice a Damián incapaz de presenciar por más tiempo.
En los sanitarios se encierra y se replantea qué está haciendo con su vida, qué hace en ese lugar donde no pertenece.
Dentro del agujero y el vacío que es su corazón, toca fondo y se ve así mismo solo, encerrado en un cubículo de baño apunto del colapso, es cuando algo de claridad llega a su mente.
Debe irse, cortar por lo sano, reunir valor que nunca ha tenido y enfrentar que las cosas no fueron ni serán.
En un arranque violento, de ira contra sí mismo, abre la puerta del baño y se mira al espejo de los lavabos defraudado con su imagen lastimosa, no parece él, no se reconoce en el chico de ojos tristes y rostro desvalido, se despeina, se quita la corbata arrojándola contra su reflejo, ¡maldita sea!, él es Jason Todd, Robin y RedHood, nadie puede vencerlo, ni siquiera Batman.
Decidido como nunca antes, toma la primera decisión de amor propio y se va.
No mira atrás, no responde a los comentarios de las personas con las que se cruza, no es cortés ni le preocupan los protocolos.
Si Bruce es feliz con el sol, si aquello le dará vida a su mundo inhóspito y frío, si saldrá de su órbita para nunca más volver, ¡bien por él!, lo felicita y le desea felicidad.
Él por su parte, es un cometa, un cuerpo celeste luminoso, incandescente, arrojándose al vacío sin importar que recorra años luz en completa oscuridad, viajará mucho y brillará solo.
Cuando llega al estacionamiento del salón de eventos, recuerda que ha llegado en limusina con el resto, no tiene cómo volver. No le importa, camina por la carretera vacía alumbrado por las estrellas, lleva el saco al hombro con las mangas de la fina camisa italiana remangadas hasta los codos y los tres primeros botones abiertos para que el aire frío de la noche en Gótica apague el incendio que quema en su pecho, el fuego incandescente de su amor que debe consumirse hasta morir.
Las luces de un auto le alumbran mientras se orilla a su lado.
-Sube al carro Todd- le reprende una voz que poco a poco se ha vuelto más masculina.
Los ojos verdes de Damián centellean en la oscuridad.
Se miran uno al otro y al final Jason entra al carro, un lujoso Jaguar plateado para dos personas.
-¿De dónde sacaste el auto mocoso?- le pregunta relajándose en el asiento de piel, los finos zapatos que lleva puestos no son para caminar en la gravilla de la carretera y siente los pies hinchados.
-Obviamente lo robé-le dice el menor acelerando, bajando la capota del auto deportivo.
Hay una sonrisa de medio lado en los labios del adolescente cuando le responde, antes Jason creía que era un reflejo de la de su padre, pero no, la de Damián tiene un toque malvado heredado de Thalía, le hace sonreír de regreso sin proponérselo, su corazón se enfría mientras el aire golpea en su pecho y el auto acelera a fondo, las manecillas del velocímetro saltan hasta los números finales, Damián enciende la música en el equipo de sonido del automóvil subiendo el volumen hasta que retumba en sus oídos, es una melodía de moda y se sorprende cuando el menor canta, entonando las sílabas, componiendo la canción.
Alza los ojos al cielo, las estrellas casi no se ven, pero él tiene su propia estrella polar guiándolo sentado junto a él.