Dunkelheit

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20 de enero del 2008, después de lo sucedido con Daniel me llevaron a un centro de menores, no sin antes pasar por un psicólogo. Estaba tan nervioso aquél día que solo tenia ganas de vomitar, tras la hora y media de la entrevista con el psicólogo el cuál no vio un indicio de psicopatía en mi, me insertaron en el centro, se llamaba San Cristóbal, edificio algo anticuado con paredes pintadas de gris y un olor a pena; estaba muy presente en el ambiente, tenía muchas ganas de llorar...pero me contuve, el centro no era como lo imaginé al menos por dentro, me esperaba una cárcel y la verdad, no estaba tan mal, había muchas habitaciones, cada una con una 3 camas, me llevaron hasta mi habitación, "número 14, este será tu nuevo hogar por los próximos 5 años" mientras miraba el número, miles de imágenes pasaron por mi mente, traté de deducir todo lo que pasaría, pensé opciones y métodos para escapar e incluso el como comportarme al entrar por esa puerta. ( Ah si, había olvidado contarles lo que pasó después de que llegó la policía aquél día, retrocedamos un poco).
14 y 15 de enero del 2008, tras despertarme del desmayo, me encontré en el hospital, al parecer mi presión estaba demasiado alta por lo ocurrido y no aguanté, cuando abrí los ojos vi a mis padres observándome con ojos de juez y odio.
- ¿Por qué Gabriel? ¿No te hemos educado bien? - exclama mi padre.
Miro hacia otro lado y no respondo, pienso que si lo hago empeoraría más la situación, giro la cabeza para ver sus caras de nuevo pero no están, de pronto se abre la puerta y entran con cara de preocupación y cansancio, ven que estoy despierto y sonríen, mi madre me abraza con tanto amor que comienzo a llorar. Estuvimos en el hospital alrededor de dos horas, platicamos mucho sobre lo que había ocurrido con Daniel y sobre lo que me esperaba de aquí en adelante, hasta que me llegó el recuerdo de antes, si ellos habían llegado recién al hospital, ¿Quienes eran los que me miraban con tanto odio?.
03:00 am, me desperté de un sobresalto, estaba sudando, tenía muchas ganas de orinar y me dispuse a hacerlo, mientras caminaba por el pasillo lo empezé a oír, era la primera vez que me sucedía, un ruido tan alarmante y caótico...era imposible soportar sin horror esa estridencia, pero no ocurrió nada, segui caminando, sentí paz, un olor a lavanda y limón se apoderó de mi olfato y solo quería sonreir.

Las desventuras de Gabriel en las lejanías del SurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora