Yo, un acosador tuyo, de cada parte de tu piel, de la miel que escurría por tu dulce cuerpo, amante de tus imperfecciones y de cada detalle en tí...
Y tú, un simple chico que creía ser feliz tentando a la peor persona, un niño lindo que llegaba a lo...
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Hoy te ví llegar a casa, tan cansado cómo siempre.
Habías trabajado una extensa jornada de 10 horas dónde te pagaban una puta miseria, pero no importaba, pues eras feliz.
Feliz por haberte independizado.
Ayer hablé con América, -sí, tu amigo-. Y me contó que tus padres te echaron de casa por tus preferencias, una lástima.
Quisiera poder consolarte todas las noches que te acercas a la ventana y te pones a llorar cómo si no hubiera un mañana, me gustaría gritarte que debes ser fuerte y qué debes dejar de hacerlo, pero...
Soy alguien en quien seguramente no podrías interesarte...
Y eso me gusta.
Está vez cargabas con una bolsa de súper mercado, en ella podían distinguirse objetos de cuidado personal y un vestido floreado de color negro.
Yo me preguntó, ¿Me lo modelarás? ¿Te pondrás frente al espejo de tu ventana y verás que tan lindo se te ve, como siempre lo haces con los demás?
Sería una noche divertida, o al menos eso pensé, hasta que después de un tiempo, ví llegando a tu novio, Canadá.
Ustedes eran la típica pareja perfecta que no fallaba en nada, que su relación se basaba en amor y cursilerías, iugh.
Te obsevé un poco más animado de lo habitual, corriste hasta él y te trepaste como un koala a su cuerpo, herví en celos cuándo el te sonrió y correspondió tu abrazo sutilmente.
Dejé la botella de vodka que colgaba de mi mano derecha y la acomodé en el suelo, a un lado mío. Me quedé viéndolos un buen rato.
Basta decir qué te pusiste aquel vestido y jugaste un buen rato con él, iba a ser tu primera vez, y tuviste miedo...miedo de que pudieran romper en mil pedazos aquel frágil cuerpo que se asimilaba al vidrio, del cuál sólo yo podía hacer uso a gusto propio, las veces que quisiera hasta que me cansará de ti y terminará desechandote sin una pizca de remordimiento.
Canadá se enojó y te grito, tú, por inercia, devolviste el grito, te veías tan hermoso enojado.
Era tan observador que pude notar cómo la vena que había sobre tú frente comenzaba a hacerse más visible conforme los gritos y los empujones. Lo sacaste de tu casa, bien hecho.
El lanzó una piedra hasta que impacto contra el vidrio de tu ventana y la hizo quebrar en un dos por tres, tú te congelaste y no hiciste nada. Podía oler el miedo en ti.
« —Hasta el más fuerte es capaz de sufrir, y él, sufrirá por lastimarte— »
Cuando se fugo entre las frías calles, ocultas tras algunas penumbras, yo, cómo buen acosador tuyo decidí ir a tu ventana, -No, aquella que aún estaba ilesa sin ningún rastro de impacto o colisión-. Me dediqué a mirarte, acostado sobre tu cama, respirando de forma entre cortada mientras dejabas escapar algunos grititos por las lágrimas.
