Llegando a Forks

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Estaba subiendo al avión para viajar de Alaska a Forks en el estado de Washington. Otro lugar frío y normalmente nublado.
Estaba acostumbrada a lugares así, a mis padres les encantaba ese tipo de climas y le agradecía a Dios eso ya que en los lugares cálidos casi no hay bosque, y luego de la mordida necesitaba lugares donde pudiera ir sin que nadie me viera.
No estaba del todo emocionada por llegar, nunca fui de muchos amigos y no me parecía que eso fuera a cambiar. Siempre me había gustado estar sola, y eso es algo bueno; no tengo que tener tanto cuidado si pierdo el control.
Al siguiente día empezaba la escuela, osea que no podría descansar algunos días, después de ése cansador viaje.
Aunque me habían mordido hacía 2 años ya, seguía siendo algo inexperta en el tema, siempre había riesgo de perder el control; Si por alguna razón me alterara perdería el control fácilmente.
Luego de como 4 o 5 horas de viaje, aterrizamos.
—Louv, apúrate —dijo mi madre.
—Eso intento —dije tratando de sacar mi pesadísima maleta, mi padre se acercó y me ayudó soltando un quejido, le di una sonrisa en agradecimiento y seguimos nuestro camino.
Billy Black, uno de los mejores amigos de mi papá nos vendría a recoger. Tristemente tenía que andar en silla de ruedas, así que vendría junto a su hijo Jacob, según me dijeron era más o menos de mi edad.
Un carro negro aparcó enfrente del aeropuerto. Un adolescente de cabello largo, algo atractivo y de piel morena, bajó del carro, ayudó a Billy a bajar y lo colocó en su silla de ruedas.
—¡¿Qué tal?! —dijo Billy animado mientras se acercaban.
—Bien, algo cansados por el viaje —dijo mi papá sonriendo.
Nunca había conocido a Billy, mucho menos a su hijo, pero sentí un olor extraño, un olor que me hizo sentir en casa, muy peculiar, claramente. Así que suspiré y lo disfruté, lo dejé pasar ya que el olor desapareció
—Louv —dijo Billy sorprendido.
—Esa soy yo.
—¡Cómo has crecido! ¡La última vez que te vi, eras una bebé! —acarició mi mejilla.
—¡Y por eso es que no te recuerdo!
—Te presento a mi hijo, Jacob Black —volteé para encontrarme con la cordial sonrisa del chico.
—Un gusto —dije estrechando mi mano.
—Qué niña más educada ¿he Abraham? —bromeó Billy con mi padre.
—¿Qué tal Alaska? —dijo el chico, desviando mi atención.
—Bien… creo —dije haciendo una mueca.
—¿No te gustaba? — preguntó curioso.
—Sí ¡Me encantaba! no me malinterpretes. Pero mi vida se había vuelto algo aburrida.
—Oh… —gesticuló, a lo que asentí.
—¿Por qué no vamos al auto? —propuso Billy, dejando de hablar con mi papá y volteando hacia nosotros. Asentimos y comenzamos a caminar.
Jacob tomó mi equipaje y lo cargó fácilmente, sin tan siquiera hacer una mueca de esfuerzo y comenzó a caminar. Sus hombros eran anchos y musculosos, su pecho sobresalía de la delgada playera verde oscuro que traía puesta y sus manos eran grandes.
Sus ojos negros al igual que su cabello, casi me doblaba el tamaño y aparentemente tenía mi edad. Definitivamente nada que ver con los chicos de mi antigua escuela:
Delgados, debiluchos, pequeños de estatura —tanto que yo era una o dos cabezas más alta que ellos, y consentidos. Pero Jacob no se miraba para nada así.
El camino estuvo lleno de risas de parte de Billy y mi papá, con música Country de fondo y el peculiar olor que describi antes.
Llegamos a mi nueva casa, no era grande, era pequeña, de madera y se veía acogedora.
—¿Quieren pasar? —preguntó mi mamá a Billy y Jacob.
—¡Oh gracias Patricia! —agradeció Billy avanzando en su silla.
Entramos y ya todo estaba amueblado, una pequeña sala con sillones de madera y unos cojines negros y una mesita de centro con un mantel tejido a mano de colores diferentes, a un lado había un mueble con varías fotos de la familia y recuerdos de diferentes países.
El comedor, que quedaba a la izquierda, tenía una pequeña mesita redonda del color de la madera, junto a ella habían tres sillas del mismo estilo. Cabe decir que la mesa estaba dentro de la cocina; blanca con azulejos beige, y un pequeño refrigerador al lado.
Se sentía acogedor.
—Lindo… —dije mientras miraba todo.
—Me alegra que te guste, ayudé en la decoración —dijo Jacob.
—Pues quedó lindo —le dije sonriendo, él me sonrió igual.
—Hace una semana vino una chica, Isabella Swan, hija de un amigo mío, Charlie Swan. Creo que va en el mismo grado que tú. —dijo Billy llegando hacia donde estábamos.
—Espero conocerla —sonreí.
—¿Cuándo empiezas las clases? —preguntó Billy.
—Mañana —hice una mueca.
—Buena suerte —dijo Jacob en burla, y Billy le dió una mala mirada.
—Gracias —dije con sarcasmo.
—Bueno, creo que nosotros nos vamos, no queremos que nos agarre la tarde —dijo Billy sonriendo.
Me acerqué a la puerta para abrirla y despedirlos.
—Fue un gusto volver a verlos —comento Billy ya debajo del umbral de la puerta.
—El gusto es nuestro —sonreí.
—Hazme un favor Louvel… —su semblante pasó a ser serio en cuestión de segundos.
—¿Sí?
tomó mi muñeca firmemente.
—Mira muy bien con quién te juntas, no quiero que nada te suceda —apretó su agarre.
Soy una mujer Lobo ¿Qué me podría pasar? Es más, creo que ellos deberían tener cuidado al juntarse conmigo
—Sí… creo que yo soy más peligrosa para ellos —dije en broma.
—Promételo —insistió.
—Sí claro —dije insegura, y él me miró preocupado.
—Bueno, ojalá nos veamos pronto —dijo mi papá rompiendo la burbuja y haciendo que soltara mi muñeca.
—Eso espero también —dijo Jacob sin quitarme la mirada de encima mientras salían por la puerta.
—¡Que les vaya bien! —dijo mi mamá mientras cerraba la puerta.
—Qué amables —dije.
—¿Verdad?—dijo mi papá orgulloso.
—Se conocen desde la secundaria —dijo mi madre.
—Oh… qué bonita amistad entonces —dije subiendo las escaleras—. Por cierto voy a ver mi habitación —dije, a lo que ellos asintieron.
Subí, era simple: las paredes eran amarillentas y grumosas, habían ciertos cuadros de colores que le daban vida a el trayecto hacía la segunda planta.
La baranda de los escalones era de madera del mismo color que la mesa, el piso era de madera encerada.
Me gustaba.
Al encontrar mi cuarto, el cual reconocí por los posters de entrevista con el vampiro.
La cama estaba en centro con un edredón azul obscuro, un baúl se encontraba a un lado, dónde automáticamente supe que era donde se encontraba mi ropa.
Tenía una mesita de noche con mi pequeña lámpara de medias lunas.
Empecé a sacar mi ropa una vez checado que todo estuviera ahí, y elegí un outfit para la siguiente mañana.
Debo admitir que me gusta un poco la atención, no hago cosas estupidas para conseguirla, pero un poco de vez en cuando no hace mal, así que elegí una blusa negra de cuero, apretada que se enganchaba en el frente, junto a unos jeans ajustados de cintura alta y una chaqueta de cuero.
Al terminar ya era de noche, así que me acosté a dormir dejándome llevar, me sentía sorprendentemente tranquila para ser una noche anterior a un primer día de escuela de medio semestre, esperaba estar más nerviosa al respecto, supuse que las visitas me distrajeron un poco del mundo real.
Al otro día nevaba, me coloqué la ropa que elegí un día antes y salí de mi habitación.
Los lobos tenemos la temperatura muy alta, muy, muy alta, mi temperatura era de 180°, la nieve no afectaba mi temperatura corporal, así que fácilmente podría salir desnuda y revolcarme en la nieve sin atrapar una neumonía, claro, nunca hice algo así.
Luego de tomar una manzana para el camino, salí tomando una gran chumpa que mi madre me obligaba a tomar conmigo.
Salí y caminé hacia la estación de bus.
Esperé unos minutos para luego ir en camino.
Llegué a la parada y caminé un par de metros hasta la escuela, mientras checaba que todo estuviera bien en mi mochila.
Entré a la recepción a pedir mi horario y número de casillero, donde una viejita que estaba de secretaria se puso a buscar mis papeles como por quince minutos, luego de haberme visto de arriba a abajo con una mirada despectiva
Luego de haber dejado mi mochila en el casillero y de haber revisado mi horario, entré a la primera clase. Lengua.
—¿Vieron a la chica nueva? ¡Está que arde! —se oyó un susurro desde un grupo de chicos.
—¿Chica nueva? —preguntó una chica castaña.
—Todos hablan de ella, viene de Alaska.
Me senté en un lugar al azar con una sonrisa disimulada, y segundos después el profesor llegó, pidiendo que todos se sentaran.
El mismo chico rubio y de ojos azules que había estado hablando hace unos segundos, se sentó a mi lado y se presentó amigablemente.
—Hola, soy Mike Newton —dijo extendiendo la mano.
—Hola, Louvel Davis —sonreí y le di la mano
—Eres la segunda nueva en éste mes —dijo con una risa nerviosa.
—Sí, lo sé, Isabella Swan ¿no?
—Sí ¿La conoces? —
negué con la cabeza.
—No, pero conozco a Billy y Jacob Black, ellos al parecer son amigos cercanos de ella.
Él de repente ya no parecía prestarme atención, su mirada estaba fijada detrás mío mientras babeaba.
Me giré solo para encontrar a una chica de ojos cafés, casi negros, cabello castaño oscuro con una diadema, y la piel demasiado blanca, incluso creí que tenía anemia o algo por el estilo.
Vestía una camiseta verde sobre una blusa de manga larga blanca y unos jeans, con tenis blancos.
La chica se miraba tímida e insegura, ya que llevaba la cabeza agachada y hacía poco contacto visual con el resto de estudiantes.
—Hola Bella —saludó Mike con entusiasmo—. Te presento a Louvel Davis, nuestra nueva compañera de clase —me apuntó con las dos manos.
—Hola —dije tratando de sonar amigable.
—Hola bienvenida —dijo algo insegura acomodando su cabello.
—Oye ¿Conoces a Jacob y Billy Black? —fui directa.
—Sí, conozco a Billy ¿Por qué?
—Bueno, Billy es un gran amigo de mi padre y te mencionó.
—Bueno, tenemos amigos en común —dijo en un tono de broma.
Luego de esa y unas cuantas clases más era el almuerzo, estaba nerviosa por donde y con quién me iba a sentar, pero Mike y otro chico llamado Eric caminaron junto a mí, dando a entender que me sentaría con ellos. Dijeron que me iban a presentar a sus amigas y que me llevaría a la perfección con ellas, algo que por mí estaba bien.
Al momento exacto de poner un pie en la cafetería, un olor invadió mi nariz, no lo identifiqué, nunca había olido nada parecido, ni siquiera luego de la mordida. Pero sabía que no era de algo vivo.
Empecé a perder el control, vi mis garras empezar a salir, mi vista comenzó a desenfocarse y mi corazón se iba a salir del pecho.
Automáticamente guardé mis manos en los bolsillos.
Traté de ignorar el olor, pero era imposible. Busqué por todo el lugar con la mirada siguiendo la escencia y encontré de donde venía, un grupo de chicos que se sentaban a unos metros de distancia, pero uno de ellos me miraba.
El chico era tan pálido que no parecía tener vida, más pálido que Bella incluso, sus ojos dorados caramelo me miraban fijamente mientras sus labios rosados perfectos se fruncían, sus cabellos castaños se miraban tan finos y suaves que me dieron ganas de correr a él y tocarlos.
Pero empezaba a sentir como comenzaba a temblar toda mi espalda como si un gran escalofrío me recorriera el cuerpo, pero fuera tan fuerte que doliera.
Antes de salir corriendo al baño o a cualquier lugar seguro, tenía que saber quienes eran.
—¿Quiénes son ellos? —señalé con la cabeza a los chicos.
—Los Cullen —dijo en un susurro—. Son muy raros todos.
¡Sí que lo son! Pensé.
—¿Por qué? —pregunté curiosa, tratando de contenerme lo mayor posible.
—No lo sé, todos son muy atractivos, pero solo se juntan entre ellos —susurró como si de alguna leyenda de miedo se tratara.
No soporté más, le dí una última mirada al chico que aún me miraba, pero ahora con intriga.
—Tengo que ir al baño —dije rápido, antes de salir corriendo y dejar con la boca abierta a Mike.
Iba corriendo en el pasillo chocando con cualquiera que estuviera en el camino.
Miré mis manos, las garras estaban ahí, me empezaba a marear, estaba haciendo un esfuerzo muy grande para contenerme.
Llegué al baño y respiré hondo, pero no sirvió, estaba apunto de transformarme, sentía mi cuerpo sacudirse bruscamente.Salí corriendo del baño y corrí al bosque que estaba cerca de la escuela.
Caí sobre mis cuatro patas y mi pelaje salió en su totalidad al igual que mis garras. Mis piernas se vencieron, mis rodillas se doblaron y caí al suelo con un gran suspiro, el pelaje desapareció y las garras se encogieron… regresé a mi forma humana.
Respiré hondo e intenté calmar mi respiración pero parecía imposible, incluso llegué a creer que estaba teniendo un ataque de asma.
Me sentía mejor, aunque mi cabeza aún se sentía extraña. Tomé el perfume de mi mochila y me bañé en él, tal vez así no sentiría tanto el olor al volver, aunque seguramente sería algo molesto para los otros.
Cuando regresé, el almuerzo había terminado y me tocaba Biología, respiré hondo agradeciendo que no era matemáticas. Biología era una de las clases en las que mejor me iba: más que todo porque me interesa mucho ver cuáles son las diferencias entre mi cuerpo y el de un humano normal.
Entré a la clase y vi a Mike y Eric saludarme a quiénes les respondí con una sonrisa amplia, no tardaban en venir las preguntas.
No me senté en ningún lado, pues supuse que todos tenían un asiento asignado con su pareja de laboratorio, así que solo me paré a la par del escritorio del maestro esperando a que llegara.
Al entrar el maestro me pidió la hoja de asistencia y luego se giró mirando a toda la habitación.
—Señorita Swan ¿Puede sentarse con Eric por favor y cederle el asiento a la señorita Davis?
Bella miró al chico de al lado con inseguridad, el chico era… era un Cullen, para ser más especifica el chico de la mirada intensa.
—No, no, puedo sentarme donde sea, Bella quédate ahí —el maestro me interrumpió.
—No, Louvel, hemos visto las calificaciones de tu escuela pasada, Biología es una de las mejores, y Edward es el mejor de la clase, creo que trabajarán muy bien juntos —dijo mientras me daba un pequeño empujón de ánimo.
Edwardasí se llama; pensé.
Me senté a su lado y ese olor regresó a mis fosas nasales pero ahora no era tan fuerte como antes.
—Hola —oí a una voz callada que venía de mi lado izquierdo—. Soy Edward Cullen. —
cuando me giré a mirarlo, noté una diferencia. Sus ojos. Cuando los vi en el almuerzo eran dorados caramelo, y ahora eran negros.
Lo dejé pasar pensando que probablemente había sido mi mente bajo los efectos de la transformación.
—Louvel Davis.
—¿Eres francesa? —preguntó el chico soltando una pequeña carcajada.
—No, ¿Por qué? —pregunté confundida.
—Louvel, es un nombre francés —dijo mirándome con cierta diversión, diversión que no me gustó porque me hacía sentir la tonta aquí, así que fruncí el ceño—. Es un nombre antiguo, que significa Lobezna.
Me estremecí con esa palabra, pero simule no darle importancia.
—Interesante… no sabía.
Sentí de nuevo el olor, así que olfateé para sentir mi perfume.
—¿Hueles algo? —preguntó tratando de oler él también.
—no, no… solo…—dije pensando—. Checando si aún huelo a mi perfume.
—No te preocupes, aún siento tu perfume —aseguró.
El maestro empezó a hablar; Las diapositivas estaban desordenadas, teníamos que identificar las fases de la mitosis de la punta de una raíz de cebolla. Fácil.
—Tú primero —dijo Edward.
Asentí y miré por el microscopio sin dejar de prestar atención a los movimientos del chico.
—Profase.
—¿Te importa si miro? —preguntó, a lo que negué con la cabeza.
—Profase —dijo mientras anotaba con una caligrafía admirable. Cambió la diapositiva —. Anafase.
—¿Te importa si miro?— pregunté y el negó. miré y era correcto—. Es anafase —él anotó.
—¿Me pasas la número tres? —dije extendiendo la mano, él la puso en mi mano, y rápido la cambié—. Interfase.
Le pasé el microscopio y el anotó.
Los ojos de Edward cambiaron de ser negros a ser dorados caramelo, el mismo color que había visto en la cafetería… Esto es raro, casualmente muy raro.
—¿Qué le pasa a tus ojos? —me atreví a preguntar.
—Nada —contestó seco.
—Eran negros y ahora son dorados.
—Sí… eso dicen de mis ojos, cambian con el tiempo— dijo tratando de ocultar algo—.¿Por qué saliste corriendo en el almuerzo?
Genial, se estaba vengando.
—Por nada —dije tratando de restarle importancia.
—Te mirabas muy desesperada por salir o aturdida —dijo empezando a mirar al frente.
—No lo sé, sólo no me sentía bien —dije viendo a otro lado.
—Hmm…—lo oí murmurar.
El maestro se acercó a ver nuestro trabajo, y al ver que ya habíamos terminado se sorprendió y celebró.
—Genial, ¿Ven que les dije que trabajarían bien juntos? ¡Felicidades! —comentó para luego seguir con la siguiente pareja.
—Es una lástima que dejara de nevar —mencionó Edward.
¡Es cierto! no me había percatado, después de casi exponer mi secreto frente a la escuela, el clima no fue importante.
—No me había dado cuenta—dije golpeando mi frente con la palma de mi mano.
—¿Te gusta el frío? —preguntó riendo.
—Pues, no diría que me gusta, es más que estoy acostumbrada. Vivía en Alaska, a mis padres siempre les han gustado estos climas, por lo tanto he vivido toda mi vida en climas fríos.
—Oh, entonces te encantará Forks. —dijo sonriendo con cierta picardía—. ¿Por qué te mudaste? —parecía estar muy interesado en hacerme preguntas.
—La verdad no lo sé. Mis papás un día decidieron que teníamos que mudarnos, pero creo que nos mudamos porque aquí vive un buen amigo de mi papá, aparte de que mi papá vivió aquí, su niñez y adolescencia —expliqué, un poco rápido.
—¿Quién es el amigo de tu papá?
—Billy Black.
Lo ví hacer una cara de disgusto.
—¿Lo conoces?
—Sí, lo conozco— contestó seco.
—Cuéntame de ti—dije intentando cambiar el tema, al notar que “Billy Black” no sería uno bueno por razones desconocidas.
—¿De mí? —soltó una risita.
—Sí, ¿De quién más?, estoy hablando contigo.
—Mi vida no es interesante —replicó.
—Siempre hay algo interesante —dije animándolo.
—Créeme, no lo hay —dijo seco, y ahora molesto al parecer.
Ahora resultaba que soy buena para enojar a la gente.
Él se levantó segundos antes de que el timbre sonara y luego salió corriendo por la puerta, dejándome en pausa.
—¡Vaya! —dijo Mike a mis espaldas.
—¿Qué? —pregunté recogiendo mis cosas.
—La semana ante-pasada fue súper grosero con Bella, luego faltó toda una semana y ahora viene y trata tan bien.
—Créeme él no es así —dijo Bella pasando por un lado mío con un tono resentido.
Miré a Mike en busca de respuestas pero él sólo se encogió de hombros.
Luego en las siguientes clases no me pude concentrar, estuve todo el rato pensando en este chico… Edward Cullen… me pareció algo extraño… su olor… sus ojos.
Nunca me había pasado algo así, el que algún olor me descontrolara… es nuevo.
Por otro lado, Mike por fin me había presentado a Jessica y Ángela: Jessica se miraba como la chica mimada del grupo, ciertamente no mi tipo de gente. Ángela es más tímida y más amable, creo que es la mejor opción.
Jessica también reaccionó raro cuando Mike le contó lo que había pasado con Edward. Asumí que ambas tenían un crush en el chico y por eso su resentimiento, pero no quería causar problemas tan pronto así que no insití en el tema.
Las clases por fin terminaron y caminé a casa, no sin antes buscar con la mirada a Edward en el estacionamiento de la escuela.
Y ahí lo ví… recostado sobre su Volvo plateado. Se miraba tan fresco y relajado que me parece raro que no esté rodeado de chicas todo el día, añadiendo que parece un dios griego.
Comencé a caminar hacia la estación de bus con mis audífonos puestos mientras daba pasos al compás de la música. El bus llegó un minuto atrasado a la estación, pero me subí en el instante que llegó y me dejé caer en el asiento soltando un suspiro.
Luego de unos 10 minutos llegué a casa y me encontré a mi mamá en la cocina.
—Hola mamá —dije al entrar.
—Hola cariño —contestó sonriente.
Subí a mi habitación y me recosté a pensar, me puse los audífonos hasta que los golpes que le daba a mi pie en la cabecera de la cama se volvieran distantes e hipnotizantes, que mi vista se hiciera borrosa y mi cabeza comenzara a dar vueltas hasta darme cuenta que estaba a apunto de quedarme dormida.

MITOS (Edward Cullen y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora