temática, parte uno.

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Su alrededor dictaba con un delicioso olor dulce, entre una vista en distintos verdes y pastizales totalmente preciosos, dejando vistas de la hermosa madre naturaleza en flor de viveza.

Casi como en los cuentos de hadas, ¿casi? sí, en estos momentos se hallaba en destrucción por aquellos dos más fuertes seres del páramo.

Por un lado, se encontraba un hermoso ninfo del lugar.

Su vestuario constaba de distintos tamaños de enredaderas y trozos de hojas cortadas de forma ligera y alineada sobre su cuerpo, luciendo completamente varonil e inocente, simplemente... Lúxyän.

El hombre contrario simplemente se encontraba tapado en gruesas telas tonadas de cruel oscuridad, una energía totalmente eléctrica provenía de él.

Ambos cargaban con fuertes alas de bonitos y luminosos colores, ambos en una respiración pesada en medio de su plena guerra, acabando con las hermosas tierras lisas de sus pies, las cuales estaban en distintas rocas y trozos rotos, destrozado en su totalidad.

¿Recuerdan aquél atuendo que ocupaba Osvaldo, el hombre completo en oscuridad? Mhm, desgraciadamente se encontraba completamente desgarrada cuando el hombre cayó al suelo desvanecido mientras sus partículas comenzaban a esfumarse en el aire.

Lúxyän, el pequeña hada de ahora estatura pequeña sonrió de lado al completar aquella eufórica batalla. Obteniendo otro de sus asombrosos logros...

Cayendo de rodillas al suelo, obteniendo una respiración agitada al notar lo que pasaba a su alrededor, su ira yendo de su cuerpo para acabar consciente de su lugar... Formó una mueca en medio de un jadeo y se levantó a las costas, sintiendo sus alas arder.

(...)

-A parte de un héroe, eres un tonto...- susurró de forma venenosa la hermana del vencedor, dejando caer alcohol sobre aquella bolita de algodón la cual tomó un tono oscurecido al ser atendida por los sucios raspones del mayor.

Recibió un gruñido por la otra parte, la ninfa lo miró de mala forma.

-¿Tonto? ¿Podrías dejar de chillar, cariño?- sonrió relamiendo sus agrietados labios, dándose media vuelta para echarle un vistazo al par de alas en lindos colores, siendo las cuales estaban partidas en distintos cortes, abultó su labio mientras se guardaba un lloriqueo.

-Están destruidas, ¿Lo sabes? No podrás usarlas por un tiempo.- murmuró con suavidad su hermana al notar la ligereza de su angustia, acariciando sus hombros con cariño.

El muchacho asintió, acomodando sus mantos de colores lisos mientras se reincorporaba del lugar.

Centró su mirada en la mesa, apretándose contra su mente para forzar un poco lo que quería hacer, lograndolo al notar sus alas deshacerse en el aire.

-Voy a mí habitación, estoy agotado.- soltó caminando en lentos pasos en dirección a un cuarto, dejándole un suave roce al cabello verdoso de Amphibia, sonriéndole cálidamente.

-¡Cuídate mucho, bobo! ¿¡Sí!? La próxima le diré que venga mami a pegarte porque en serio no tienes caso...- gruñó al ver a Lúxyän encerrarse con fuerza.

-¡Por Dios, Lulú!- soltó un quejido bajo, formando un berrinche.

Por otro lado, Lúxyän desde ese momento comenzó a sentir un leve dolor. Decidió encerrarse para no preocupar a la hermosa hada, mirando fijamente su espejo al notar el nacimiento de una raíz en su mejilla por encima del término de su nariz, su ojo cristalizándose de forma lenta, el hombre sufriendo en silencio aquella corta vista que estaba obteniendo.

De pronto, sintió un fuerte tirón en su rostro mientras caía sobre su cama en un fuerte gemido adolorido, tensando su mandíbula de forma brusca mientras apretaba sus ojos con intensidad.

Se había cumplido algo luego de un millón de años, una guerra que casi mataba a cada hermoso ser de el bello páramo.

De no haber sido salvado por ese hombre, hubiese estado perdido.

Un gran logro para el mundo, un gran logro para aquel hombrecito.

Entre... Cadenas y gotas de sangre, se pudo.

Lúxyän, salvador de un pueblo. De su pequeño mundo.

(...)

Lo más sorprendente que sucedió al día siguiente fue un desgarrado grito por parte de Amphibia y un gruñido de desagrado por parte de su hermano, al notar unas gruesas cadenas en su rostro junto con una enorme mancha de logros adornando su mejilla derecha.

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