Daniel;
Gritar entre las rejas de la celda no era buena idea, mucho menos de noche. Grité un par de boludeces y terminé armando mucho revuelo.
Después de toco era aburrido estar encerrado sin poder hacer nada, así que de vez en cuando armaba algunos quilombos así.
—Ribba segundo avisó, o haces que todos se callen o te vas de cabeza a aislamiento — me advirtió Manuel, otro policía. Nosotros normalmente le decimos Vainstein, es su apellido.
Aislamiento, aislamiento, aislamiento. No suena tan mal.
—¡¡Lalalalala, no te escucho!! — grité mas fuerte tapándome los oídos.
Vi como agarró las llaves de mi celda y abrió la puerta de la misma. Me sacó agarrándome del brazo y me puso unas esposas dejándome ahí.
Sentí una mano en mi hombro y por el olor que paso por mis fosas nasales, supe que era Oliva. Valentin Oliva, también es policía. Hay que admitir que es hermoso, pero muy aburrido y ortiva. ¿Sera por que Oliva y ortiva riman?, no creo, estar tanto tiempo encerrado me hace mal.
—Otra vez a aislamiento, ¿no te cansas de ir? — preguntó mientras me llevaba y el resto de presos vitoreaban. Negué en respuesta, pero él no dijo nada, sólo siguió llevándome.
Pasamos las celdas que llevaban a la parte de aislamiento y una vez ahí, abrió la segunda puerta y me sacó las esposas para meterme dentro, pero lo tuve abrazándome a él.
—Valu, ¿no tenes ganas de jugar un rato? — le pregunté pasando mi mano por su pecho y bajándola cada vez mas.
—Daniel — dijo en manera de advertencia y soltó un gruñido cuando mi mano rozó su pantalón.
—¿Qué pasa, papi? — cuestione con voz de niño pequeño.
Terminé de bajar mi mano, llegando a su miembro y apretándolo por encima de la tela del pantalón. Él soltó un jadeó y sacó mi mano.
—A ver si entendes Daniel — de un segundo a otro yo estaba contra la pared de la habitación de aislamiento, con Valentin acorralándome ahí. —. Entre policías y presos no hay mas relación que policía y preso, ni garche, ni amigo, ni colega, ni nada. — la verdad que no entendía por que me decía eso mientras me apretaba el orto.
—¿Entonces por qué me ap.. — no pude terminar de hablar por que él siseó haciéndome callar.
—Cállate Daniel, cállate — dijo sin parar lo que estaba haciendo. Masajeaba y toqueteaba como si le perteneciera.
No pude evitar soltar jadeos y algún que otro gemido.
—¿Sabes?, me encantaría quedarme acá tocándote el culo, pero me tengo que ir antes de que me vengan a buscar — dijo metiendo su mano por mi bóxer y dando un ultimo apretón a mi culo. Después de eso se fue y me dejó ahí encerrado.
Sabía perfectamente como seguía esto. Mañana para la hora del desayuno me sacarían porque no había hecho algo tan grave, solo les había dado por las pelotas escucharnos gritar como monos por mi culpa. Por lo menos mañana me vienen a visitar mis viejos, los extrañaba mucho.
Me acomodé en la cama y me tape. Ni bien cerré los ojos me dormí.
(...)
—Ribba arriba — dijo el guardia del otro lado de la puerta mientras golpeaba la misma. El chiste de arriba Ribba me lo hacían todos, ya era molesto.
—Ya me desperté, pelotudo
Me abrió la puerta y me llevó hasta el comedor. Efectivamente, hora de desayunar.
—¿En algún momento vas a dejar de mandarte cagadas? — preguntó mi amigo Mateo mientras se acercaba con su bandeja.
—No se, es aburrido estar acá, hay que ponerle un poco de onda
Desayunamos tratando de no hacer quilombo y después nos dieron paso libre. O sea que podíamos hacer lo que quisiéramos pero dentro de los limites.
—Ribba, ¿tenes lo mío? — me preguntó Damián parándose en medio de mi camino.
—Si, bancame
Fui a mi celda, agarré lo que necesitaba y volví con Damián. Le di los $1200 y el asintió.
—Perfecto, con esto ya tenes soldada la deuda, un placer hacer negocios con usted Ribba. — terminó de decir eso y desapareció de mi vista.
Odiaba a Damián, se creía el mar poronga de la cárcel. Me tenía podrido ya.
(...)
—Ribba, te vinieron a visitar tus viejos — me avisó Londra, uno de los policías. Fui con él y después de pasar dos rejas llegamos a la parte de las visitas donde me sacó las esposas y me llevó con mis viejos.
—Hola ma, hola pa — dije sentándome enfrente de ellos.
—Hola hijo — respondió mi mamá agarrando mi mano por encima de la mesa.
Charlamos un rato de temas triviales y después mi papá empezó con un tema serio.
—Te queremos pedir que te comportes, estas un una cárcel hijo. Ya en total te aumentaron dos meses de condena por mala conducta
—Amor, nosotros queremos que salgas lo mas rápido posible, ya solo te quedan unos meses. Te queremos ver en casa, feliz y jodiendo, como siempre — añadió mi mamá con lagrimas en los ojos.
—Esta bien, me voy a portar bien — concluí suspirando con una sonrisita en mi rostro.
—Se acabó el tiempo Ribba — me avisó uno de los ortiva. ¿Sabrán que me llamo Daniel?, porque si mayormente me dicen Ribba.
—Chau — dije saludando a mi viejos con un pequeño abrazo.
—Chau hijo, cuídate — pidió mi vieja mientras que mi papá solo hizo un gesto con la cabeza como saludo.
Me volvió a llevar a los pasillos y me dejó ahí. Siempre me dejan tirado como perro, indignado estoy.
Decidí pasar por la biblioteca a buscar algún libro. Ahora ya no podía hacer quilombo, me tenía que entretener con otra cosa.