Capítulo 1

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CAPITULO UNO: DÍA 1. MALAS NOTICIAS LLEGAN DE ORIENTE, NUESTROS HÉROES SON APRESADOS POR LOS PENSAMIENTOS MÁS PERTURBADORES.



En uno de los más esplendidos lugares que podamos imaginar, habitaban Jean y Libardo. El primero se encontraba grabando un Tiktok en la "sala" de su esplendido hogar. Nuestro héroe Libardo, se encontraba recostado y apoltronado en su cama, mientras revisaba, como es habitual, su Instagram. La escena era bellísima, la paz y la quietud reinaban por todos lados del increíble "palacio de hadas". Sin embargo, aquella escena pasaría a ser un buen recuerdo en la memoria de nuestros conspicuos y apuestos héroes.

     Rompiendo el silencio del hogar, unos gritos invadieron la calma. Provenían de la calle y entraban por la venta. No obstante, sonaban más bien como en bullicio de una turbamulta. Libardo se levanto rápidamente de la cama y corrió a otear por la ventana, afortunadamente contaba con ropa, puesto que de lo contario iban a verlo completamente desnudo. Al momento vio que se trataba de mucha gente que corría en dirección al supermercado, esto hizo levantar en Libardo la más perniciosa de las sospechas, pues, la incertidumbre se apoderaba de él. Así, corrió hacia donde Jean se encontraba y con el corazón en la boca y sintiendo que la fuerza lo abandonaba, por el miedo, exclamo:

­­—¡Virgen santísima Jean, algo malo pasa. La gente haya afuera corre a compra desesperada, y eso a mí me causa miedo!

     Al ver en la cara de Libardo la angustia y desesperación, Jean lo tomo de un hombre y dijo:

—¡Cálmate Libardo!, seguramente se trata de una tontería. Ahora mismo busco de qué se trata— dijo, mientras lo agitaba, no muy fuerte.

     De esta forma, Libardo se fue tranquilizando. Sin embargo, la calma de Libardo no duraría mucho, pues, Jean le diría una noticia que cimbraría hasta el último de sus hermosos cabellos.

—Esto es malo «marica»— dijo Jean antes de pasar a leer la noticia con su vos masculina y alta, pero no por eso inmelodiosa— Autoridades chinas hacen sonar la alarma, nuevo virus aparece y el mundo corre peligro. La llegada a México es inminente. Autoridades mexicanas señalan que dará comienzo una cuarentena en toda la nación, para evitar contagios.

     Las manos de Jean, al terminar de leer, comenzaron a temblar, pero él intentaba mantener la calma. Sin embargo, al ver la cara de Libardo totalmente pálida y casi al punto de desfallecer, Jean se derrumbo. Por unos instantes fueron presa del pánico, pero pronto la decisión llego a la mente de ambos.

—¡Jean «marica»! Hay que salir de inmediato a comprar lo que más podamos— dijo Libardo fuertemente, y sin miedo, pues también vio la angustia en el rostro de Jean.

—Tienes razón Libardo Antonio, debemos de salir rápidamente— dijo Jean, con las fuerzas recuperadas, pues, lo que Libardo le dijo lo saco del estado angustioso en el que se encontraba.

     Y así lo hicieron nuestros dos, ahora decididos, héroes. Fueron a comprar, todo cuanto pudieron para la cuarentena.

     Al llegar al supermercado, no podían creer la escena que sus ojos aprehendían con horror. Estantes vacios, gente peleando por las ultimas cajas. Era el desastre perfecto. Y sobre Jean y Libardo el terror se volvió a posar, presas del miedo, la decisión que habían tenido, ahora se había esfumado. Sin embargo, ellos no sabían que aunque el destino es injusto, suele sonreír a quien se lo merece, y como si de un golpe de suerte se tratara, paso frente a ellos una "fan" que los reconoció rápidamente.

—¿Será posible que en este momento tan caótico, a quienes siempre he querido ver, aparezcan, aquí y ahora?— dijo para ella misma. La niña que sin pensarlo dos veces, toco el hombro de Libardo y con la otra mano el de Jean.

     Al sentir sobre sus hombros una mano, no lo pensaron dos veces y voltearon. Al instante vieron que se trataba de una niña que no dejaba de sonreírles. Por un momento nadie hablo. La niña por la fascinación de verlos, ahí, tan apuestos, hercúleos y bellos, y Jean y Libardo por el miedo que sentían. Sin embargo, la sonrisa de la niña hizo venir la calma a sus mentes, y en un instante ambos respondieron con otra sonrisa.

—Hola señorita— dijo Libardo, con su voz que recordaba a la llegada de la primavera y que producía el mismo efecto de oler a la flor más bella.

     Jean saludo igual, y la niña respondió el saludo. Ellos pensaban que está ahí acabaría aquel momento. No obstante, se equivocaban. Y de esta forma poco a poco iba regresando la angustia.

     Al ver sus caras, la chica pregunto por las compras de ambos, pues coligió que deberían de tener, para ese momento, algo por comprar. Sin embargo, para aquel instante en el supermercado ya no había nada. Así, entendió el origen de su angustia. Sus héroe, no tenían nada para pasar la cuarentena. Este escenario hizo brotar el sentimiento de compasión y benevolencia en ella, y, pidiéndole que la acompañara, nuestros héroes la siguieron.

     Al llegar a donde la chica los condujo, nuestros héroes se percataron que se encontraban en el estacionamiento, y vieron como el padre de la chica iba subiendo a su automóvil el contenido de seis carros de compras.

—¿Padre, podemos darles a estos dos amigos algo de nuestras compras, puesto que, ya no alcanzaron a aprovisionarse?— dijo ella a su apreciado y apresurado padre.

—Pensaba decirte que no, puesto que, nosotros lo compramos. Pero se también, que en estos momentos tan complicados, la ayuda no se debe negar a nadie. Además, nosotros solo somos dos y compramos cosas para seis. Así que, está bien que se lleven lo de dos carros — dijo el padre mirando a Libardo y Jean.

     Jean y Libardo no comprendían lo que acaban de oír y antes de que pudieran dar las gracias, por tal acto tan merecedor de meritos, la chica les dijo:

—Ahora váyanse, por favor, y no salgan. Quizá, no esté todo lo que ustedes necesiten, pero creo que pese a eso, igual les ayudara—dijo, con una voz suave como una brisa y sin dejar de ver primero los ojos de Libardo y luego los de Jean.

     Sin embargo, Jean y Libardo si agradecieron a tan conspicuos seres, tanto que no dejaban de agradecer al padre y a la hija. Así, nuestros héroes con bolsas colgando en sus manos y con las venas de sus brazos marcadas por el peso, regresaron a su esplendido hogar.

—Jean mira, hay muchas cosas que nosotros también compramos, en lo que la niña nos dio— dijo Libardo a Jean.

—Tienes razón «marica»— dijo Jean feliz.

     Por un momento todo fue alegre y feliz, como lo era hasta antes de saber qué estaba pasando en el mundo. Libardo preparo la cena, y él y Jean comieron tranquilos.

     No obstante, a la hora de irse a dormir la angustia quería invadir a Libardo y Jean. Pero la esperanza que aquella chica les brindo, pudo pesar sobre la adversidad, y aunque sus mentes estaban intranquilas lograron conciliar el sueño. Pero sólo por esa noche. 

El efecto cuarentena (Libardo y Jean)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora