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Claudia tuvo una semana difícil. Llevaba cuatro días sin poder ir a trabajar porque estaba recuperándose de una fuerte bronquitis que la tenía a mal traer. Por lo general, era una persona muy positiva y contaba con mucha resiliencia. Nada afectaba demasiado su ánimo. Cuando caía en cama, lo que por suerte no sucedía frecuentemente, era lo opuesto.

Joaquín atravesó el umbral de la puerta y dejó sobre sus piernas una bandeja con una sopa casera de verduras que había preparado para ella. Su estado de ánimo mejoró instantáneamente, porque le encantaba el aroma de la comida casera y hecha con amor.

En menos de diez minutos terminó la cena. Joaquín la observó de forma amorosa mientras comía, feliz de que hubiera recuperado completamente el apetito. Luego de confirmar que había terminado de comer, le dejó un postre dulce a modo de premio y se llevó la bandeja para lavar los platos.

Claudia comió con entusiasmo su postre, satisfecha de que había mejorado muchísimo con respecto a los días previos, y luego aguardó en silencio por Joaquín mientras leía una novela en su lector de libros electrónicos.

Cerca de las once de la noche, Joaquín volvió a su lado. Le dio un beso, la felicitó por tomar sus medicamentos de forma puntual y la envolvió en sus brazos.

—¿Quisieras tomar un té antes de dormirte?

Luego de pensarlo un poco, Claudia respondió:

—No, no tengo ganas. Aunque gracias por el ofrecimiento.

Joaquín empezó a acariciarla. Sabía que adolecía de breves depresiones cada vez que se enfermaba lo suficiente como para no poder salir de casa. Además, a ella le encantaban los mimos y las palabras dulces.

—Joaquín, ¿será posible que te cuente un secreto? Por favor...

—Por supuesto. Mis labios están sellados.

—Gracias —sonrió Claudia—. Siempre sos tan generoso conmigo. Lo que realmente quisiera es que después de escuchar mi secreto, hagas de cuenta que nunca lo dije, que se te borre esa información de la mente, por favor.

—Está bien. Voy a hacer como me pedís.

Con confianza, Claudia se sinceró:

—Yo soy una sobreviviente. En contra de todos los pronósticos, saqué fuerzas de no sé dónde para construir todo esto. Pero son días como los que tuve esta semana que me hacen cuestionarse si no fracasé... No dejo de pensar que si esta bronquitis hubiera sido más grave, acaso... ¿Y quién me hubiera encontrado? Estaba destinada a vivir una vida muy modesta y llena de privaciones, pero pude conseguir todo esto. Sin embargo... mi maldición de la soledad... cada día se siente más irrompible — expresó frustrada y culminó su confesión con un llanto.

Joaquín, como prometió que olvidaría cada palabra, no dijo nada. Mantuvo su abrazo y le susurró suavemente el nombre de todas las personas que la admiraban, después le recordó los mensajes que había recibido de sus empleados y, finalmente, le mencionó que lo tenía a él. Que aunque no pudiera dedicarle mucho tiempo, ni brindarle el calor que necesitaba, ni tampoco llenar su vacío, él siempre estaría a su lado. Como una sombra.

Claudia se permitió envolverse en su calor y dejarse consentir. Cada delicada caricia sobre su pelo, sobre sus brazos, sobre su espalda. Cada susurro, cada cumplido, cada gentil palabra. Todo Joaquín la hizo olvidar aquellos pensamientos que ningún bien le hacían, sino que además la empujaban a la tristeza. 

A la medianoche pudo conciliar el sueño en la más absoluta paz. Al día siguiente, iría a trabajar y todo volvería a ser normal.

La trampa de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora