X

6 2 0
                                    

Inesperadamente, Claudia se enamoró de Pablo y aceptó encantada ser su novia apenas recibió la propuesta. Contrario a sus expectativas, ambos congeniaron muy bien y él no resultó un inmaduro, asfixiante, ni dependiente. Todo lo contrario, jamás le protestaba por su dedicación al trabajo (lo cual a veces provocaba citas inesperadamente canceladas o pospuestas), jamás la celaba cuando debía reunirse con otros colegas y tampoco le imponía los elevados estándares de los que muchas mujeres son víctimas por su simple condición de mujer. Pero lo más importante: su amabilidad no lo había aburrido y su corrección tampoco lo había ahuyentado.

Claudia compartía tanta química y sentía tanta atracción por Pablo que pronto Joaquín quedó desplazado. Sabía que era un poco retorcido de su parte sentirse culpable por haber prescindido de una figura que su imaginación solo había traído para llenar su vacío, pero no pudo evitarlo.

Deslizó las sábanas y acarició su cuerpo desnudo. El toque de Pablo era distinto al de Joaquín. Era una sensación mucho más excitante. Por eso, ya no lo buscaba con el pensamiento ni tampoco lo anhelaba físicamente. Si lo traía de regreso, tampoco sabría cómo reaccionar o qué decir. «Joaquín, mirá, apareció otro hombre. Ya no te necesito. Gracias por los recuerdos felices y tu compañía, pero ahora andate. Te volviste descartable».

Claudia sacudió la cabeza, perdió el equilibrio y se cayó de la cama. Un golpe seco alertó a Pablo, quien sintió ganas de ir a ver qué había sucedido, pero que finalmente optó por terminar de lavarse los dientes: pronto tenía que ir a trabajar.

Se levantó y se sentó en la cama. Cerró los ojos y lo trajo de regreso. Joaquín, a diferencia de ella, sí estaba vestido.

—Vine porque me llamaste —anunció—. Me hiciste venir del trabajo para verte así —comentó confundido.

—Perdoname, Joaquín — Claudia movió los labios, pero habló tan bajito que su discurso fue inaudible—. Vos me confortaste cuando me quedé sola.... Pero ahora...

—Tontita —la interrumpió—. A nadie en este mundo le importa más tu felicidad que a mí. Por supuesto que me hace feliz que hayas encontrado al indicado —sonrió de forma radiante y ella también, conmovida—. Ahora es el momento perfecto para realizar ese sueño que me confesaste en tus noches más melancólicas y que me asegurabas que era imposible. Animate —la alentó.

—Lo siento mucho si te hice sentir usad...

—Para nada. Siempre que me necesites voy a estar para vos. Así que sin culpas. Hasta luego...

Claudia esbozó una enorme sonrisa y cuando volvió a abrir los ojos se encontró con Pablo, quien estaba arrodillado, contemplando cómo había estado imaginando a Joaquín.

Al verlo, Claudia se asustó y dio un exagerado respingo.

—¡Pablo, me asustaste! —reclamó débilmente con la cara sonrojada.

Pablo sonrió y la observó de modo travieso.

—¿En qué pensabas?

Claudia se cubrió la cara, muerta de la vergüenza, y meneó la cabeza. No iba a decir una sola palabra.

Pablo decidió que no valía la pena preguntar. Quizás solo había tenido alguna fantasía o a lo mejor estaba recordando lo que acababan de hacer. Sin añadir otra palabra, sujetó el rostro de Claudia y empezó a besar su cuerpo. Si algo aprendió luego de casi seis meses de salir con ella, fue que adoraba las caricias y los mimos. Por eso siempre los administraba de manera excesiva.

—¿Te vas a trabajar? —preguntó ella con sus brazos alrededor de su cuerpo, aceptando las atenciones que su novio le ofrecía.

—¿Por qué? ¿Quisieras hacerlo de nuevo? —ofreció.

—No es eso —rio ella, feliz —. Aunque también podría ser... Te quería proponer desayunar juntos. Por favor.

Pablo siguió con sus besos y caricias mientras calculaba mentalmente si contaba con el tiempo para cumplir con su novia.

—Si te vestís ahora mismo y desayunamos un poco más rápido de lo habitual, podemos. Aunque también podrías no vestirte, no desayunar y estar juntitos un rato más. ¿Qué te parece?

Claudia optó por lo segundo.

Pronto deseaba comunicarle a Pablo su deseo de ser madre. Ya tenía más de treinta años y se le agotaba el tiempo.

La trampa de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora