Terminé la décima vuelta a la cancha hecho mierda. Sentía que en cualquier momento se me salía el corazón por la garganta.Esta cancha era el triple de grande que la del colegio.
— ¿¡Y tú!? —escuché gritar desde la banca. Tomé un momento mas para normalizar mi respiración antes de mirar a quién me hablaba. Era ella otra vez. — ¡Ya se fueron todos! ¿¡Qué haces aquí aún!?
Me acerqué a paso lento. Secándome el sudor con la camiseta. Ella me extendio su mano con una botella de powerade.
— Llegué tarde. —expliqué, luego agradecí por la botella. — El entrenador me castigó con veinte vueltas a la cancha.
Ella abrió los ojos asombrada.
— ¿Veinte?
— Es la tercera vez que llego tarde en el mes. —respondí. Luego di un sorbo largo a la botella. — Me tocó castigo doble.
Ella negó un par de veces con la cabeza.
— ¿Por qué llegaste tarde otra vez?
Me encogí de hombros. No quería contarle que de nuevo me perdí.
— Ya es costumbre que te encuentre aquí a la misma hora. Sentada en la banca, con una botella de algo. —la miré de lado— ¿Ya me vai a decir tu nombre y por qué siempre estás acá?
Sacudió la cabeza.
— No te va a gustar mi nombre.
— Me llamó Máximo, ya gané la competencia de nombres raros. —traté de aliviarla.
Llevaba semanas preguntándome como se llamaba. Al principio la miraba de lejos. En día me caí, me preguntó si estaba bien y me pasó un parche curita para mi rodilla.
A veces conversábamos. Otras veces solo me miraba mientras daba vueltas a la cancha cumpliendo mi castigo.
A veces llegaba tarde a propósito para quedarme a verla.
Quedaba con las piernas más adoloridas que la cresta después. Pero, valía la pena.
— Margarita.
— Ya. —alargué la vocal. — Tu nombre es bonito. ¿Por qué no me iba a gustar?
— No te va a gustar mi apellido, Max.
— ¿No combina con Sepúlveda? No importa, nuestros hijos tendrán nombre que no combina nomás. — me encogí de hombros. — Chayanne Sepulveda ya sonaba raro, da igual.
— ¿Le querí poner Chayanne a tu hijo?
— Pff... ¿Por qué no? Tendría nombre de Dios. Si es mujer puede ser Paloma-mami Sepúlveda, todo junto.
Ella soltó una carcajada.
— Erí raro.
Se quedó mirándome un rato.
— Me gusta. —agregó
— ¿Cuál era tu apellido entonces?
— Da las diez vueltas que te quedan y te digo.
Acepto.
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— ¡Te estoy diciendo, Leo, di las diez vueltas y cuando terminé ella ya no estaba! —grité desde la cocina
— No gritís tanto si estoy en el comedor. —avisó mi compañero. — Yo cacho que se espantó cuando le dijiste que querías ponerle Chayanne a tu hijo.
— ¡Agh! —tiré la esponja en el lavaplatos. — Sabía que no tenia que abrir mi corazón y mis profundos anhelos tan rápido.
— ¿Max? —le puso mute a la tele. — ¿No era talla lo del nombre?
— ¿Qué? —me asomé por el marco de la puerta. — ¿Tu también me vas a juzgar?
Él reprimió una risa. Solo sacudió la cabeza y volvió a darle volumen a la tele.
— Algún día sabrás quién es. —respondió por encima de la voz de Maria Elsa.
Sí, estabamos viendo Perdona Nuestros Pecados por YouTube.
Enjuagué el último plato. Sequé mis manos con una nova y me fui al sillón.
— Creo que hoy sólo seremos tu y yo, tele, tu y yo hasta tarde viendo al cura coshino.
— ¿No tienes que madrugar mañana? ¿Querí dar veinte vueltas a la cancha de nuevo?
— Quiero llegar tarde. —me encogí de hombros. — No me importa cuál sea su nombre, quizá es familiar de alguien del equipo y no quiere que nos vean juntos. Pero, la voy a invitar a comer completos, a escondidas.
El Leo soltó una carcajada.
— No sería primera vez que tení una relación a escondidas en todo caso.
Sí. Pero en esta no terminaría con el corazón roto.

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Max por la cresta
Short StoryAl Max le pasan tantas weás que tuvo que contar su historia por separado. (Te debo una 1.5)