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Obscuridad, todo era obscuridad ante los ojos de Jimin.

El aire intenso y gélido de la madrugada calaba bajo sus músculos. Escuchaba una voz a la lejanía. No reconocía el lugar en donde se hallaba ahora mismo pero sabía perfectamente que no era su palacio y mucho menos el bosque en donde se quedó escondido por muchas horas.

Abrió lentamente sus fanales, adecuándose, pero veía borroso, su cabecita le dolía mucho. Intentó moverse, pero una mano cálida lo detuvo.

Era un chico, estaba seguro por la silueta que apenas distinguía. Meció su cabeza un poco, se tocó con su manito y se asustó al sentir humedad. Vio rápidamente sus dedos que estaban empapados de un rojo intenso, era sangre.

¿Qué le había ocurrido? ¿Por qué estaba sangrando? No recordaba absolutamente nada. La única imagen que se quedó grabada en su mente fue cuando aquella manada de lobos corría con agresividad, cuando casi dio todo por perdido, cuando creía que iba a morir.

Pero no sucedió, él ahora se hallaba en una casita acogedora, de un solo piso y con una agradable construcción, parecida a esas cabañitas de campo que siempre veía en los cuentos que le leía su mamá. Esas casitas que siempre tenían seres maravillosos y que mágicamente siempre ayudaban a la princesa en peligro.

¿Le habría ocurrido lo mismo?

Se quejó y el chico anónimo corrió a socorrerlo.

Tuvo una impresión. Sus manos... Sus manos estaban llenas de suciedad, jamás había visto a alguien en un estado tan deplorable, ningún niño que había conocido era tan sucio como ese muchacho. Analizó con su mirada inquisitiva su ropa, esta estaba muy andrajosa, llena de huequitos.

Continuó con su rostro, sus facciones eran muy delicadas, de cabello acaramelado y mofletes rellenos, levemente teñidos con un rosa intenso, a pesar de tener una piel blanca como la leche. Sus ojos eran muy felinos y bajo la luz de la Luna que inundaba con calidez por la ventana daba la ilusión de ser un micho.

El joven alfa remojó sus belfos y con suma concentración embarró un poco de algodón en el pote de agua medicinal, sin decir ninguna palabra se colocó detrás de Jimin y empezó a dar leves toques en su herida.

ㅡD-duele, ten c-cuidado que q-quema m-mucho.

Quiso safarse pero el contrario reforzó el agarre y sin importarle sus quejas prosiguió. Sintió las lágrimas correr por sus mejillas, conteniéndose el dolor y dejando salir un grito ahogado.

ㅡ¿Se despertó? ㅡIngresó un anciano a la habitación ㅡ¿Ya viste si no tiene ninguna otra herida a parte de la que tiene en su cráneo?

Colocó sobre el suelo la bandeja que llevaba en manos con una improvisada madera.

ㅡPermanece fresca, pero no tenemos que asustarnos, ahora que está limpia puedo ver que no es muy profunda. Con una buena atención se regenerará ㅡLe sonrió a Jimin.

ㅡ¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes?

Su cíen punzaba incesantemente, veía destellos parecidos a las estrellas de la noche, su lobito aullaba con tristeza y su pancita rugía.

ㅡSu alteza, con el respectivo respeto que se merece, me presentaré debidamente.

El joven alfa llamó la atención cuando hizo una reverencia, sacando de sí a Jimin puesto que no pensaba que aquel chico lo tratase de esa forma, ya que era un príncipe omega de reducida edad y además creía poder pasar desapercibido.

ㅡLe doy la bienvenida a nuestro humilde hogar
ㅡProsiguió ㅡUsted llegó aquí porque yo lo encontré desmayado en medio del peligro que corría en el bosque, siendo únicamente la Luna la que lo acompañaba y bañaba de pies a cabeza con su luz pura, haciéndolo ver como un ángel celestial y caído del cielo. Lo cargué como pude entre mis brazos y lo traje, no podía permitirme dejarlo morir.

La imperfección de amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora