Prólogo

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"Vesna me ha hablado. Se manifestó ante mí mientras oraba y en su furia decidió enviar una maldición en el vientre de la concubina de Su Majestad"

La tormenta azotó la mugrienta figura del joven príncipe barriendo con furiosas gotas de agua la sangre seca sobre su piel y llevándose las lágrimas de rabia consigo.

Con una mano se tapó la boca y contuvo el llanto que amenazaba con abandonar sus temblorosos labios, si lo escuchaban delataría su posición.

El silbido del viento trajo un olor a descomposición que al inhalar en busca de aliento lo hizo arrugar la nariz. Podría ser su escasa ropa apestando o algún animal muerto entre la vegetación, incluso su cabello se había vuelto tieso por la suciedad pegada entre mechones castaños.

Bajo una sabana de cielo intensamente estrellado la sombra de los árboles esqueléticos inició una danza macabra sobre él azotando y chocando sus ramas entre ellos. Para ser una brillante noche nunca se había visto tan desamparado antes.

La luna llena pareció burlarse de él al seguirlo desde lo alto, enorme y resplandeciente.

En medio de caóticos pensamientos intentó concentrarse desesperadamente en el camino. Se tambaleó en la oscuridad antes de tomar aliento y volver a correr mirando una y otra vez hacía atrás, de la misma manera en la que venía haciendo lo que sintió horas, mientras ignoraba el dolor de sus piernas entumecidas y pies desnudos.

Las luces del camino se mezclaban y confundían, la visión ante él no dejaba de balancearse, negó una y otra vez a la nada como si esto pudiese mantenerlo despierto.

No iba a lograrlo, pero si se detenía no podía asegurar el llegar a levantarse otra vez, le dolían los músculos como el infierno mientras su único impulso a seguir adelante era la explosiva adrenalina corriendo por sus venas, no sabía realmente cuánto duraría.

Corre, sigue corriendo.

Al avanzar no pudo esquivar la raíz de un árbol en su camino y cayó de cara al barro. El dolor punzante le picó al costado como un recuerdo de sus costillas rotas que a cada paso terminaban cavando más profundo en su propia carne.

Entonces cerró los puños aferrándose a la tierra mojada con toda la fuerza que sus pobres brazos le permitieron, al levantar la cabeza hacia el frente escupió un bocado de barro y se limpió torpemente las comisuras con el dorso de la mano.

Por encima de él, un cuervo de plumas doradas voló cerca. Instintivamente se cubrió la cabeza con sus brazos como si este fuese a arrancarle los ojos.

En un principio no lo había visto pero pudo sentirlo, sentir su mirada sobre él, atravesándolo, desnudándolo con ojos agudos y centelleantes.

Se volvió hacia el nítido sonido del aleteo a pesar de que podía escuchar su propio corazón haciendole eco en la sien. Sus faroles de zafiro hicieron contacto atraído por la mirada negra e hipnotizante del cuervo.

No apartó la vista, totalmente absorto, hasta que el ave continuó su camino para perderse entre los árboles mientras la luz de luna se reflejaba como oro en sus plumas y el mundo entero se detuvo a presenciar el veloz aleteo que emprendieron sus alas.

Confusamente alcanzó a apoyarse en el tronco del mismo árbol con el que había tropezado momentos atrás temblando por una emoción que no acababa de comprender.

𝐏𝐨𝐬𝐭 𝐌𝐨𝐫𝐭𝐞𝐦 (bl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora