Capítulo 2. Una oportunidad

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Era la mañana del lunes y se sentía avergonzada, toda la vergüenza que no había sentido el día anterior ahora regresaba para hacerla sentir culpable, inconsecuente y tonta, no entendía como había podido actuar de la forma en que lo había hecho y mucho menos podía comenzar a comprender lo que se le había cruzado por la mente para estar en total intimidad con un completo extraño y además como comodín en un lugar público donde dos hombres había estado observando todo el acto en sí, cada vez que pensaba en eso sus mejillas se volvían rojas y deseaba cubrirse el rostro tanto como quiso hacerlo en el momento en el que se encendieron las luces en aquella sala de cine, no por nada había salido casi corriendo.

Ella sabía que tenía un problema y no era precisamente la vergüenza que embargaba su cuerpo, el problema sin dudas era que sin importan lo que pensara o lo que hiciera para alejar la vergüenza esta iba acompañada de una extraño sentimiento de excitación que recorría su cuerpo entero cada vez que rememoraba los sucesos del día anterior, ella quería olvidarse de lo que había sucedido y al mismo tiempo solo quería repetirlo, su conciencia moral le decía que no debía hacerlo, que se alejara del hombre y que se olvidara de todo pero su cuerpo y deseos buscaban algo muy distinto, quería escribirle, quería conocer al hombre con el que había estado, deseaba tanto volver a tocarlo y el conocimiento de poseer su número le pesaba cada vez que veía su cartera, porque no había podido deshacerse de ese número aunque intentos no faltaron.

Había abierto y cerrado la cartera al menos cien veces desde que había llegado el día anterior, casi se había deshecho del teléfono completamente hasta que había leído el nombre de él, de Rafael y no había podido borrarlo, había quedado guardado nuevamente en su cartera. Ahora estaba cerrada en el mismo lugar de la mesa donde la había dejado la tarde anterior pero cada vez que la veía parecía que llamas se encendía en el objeto llamándola de alguna forma, su cuerpo se aceleraba y su corazón se agitaba sin poder evitarlo o ignorarlo.

Se levantó de la cama ignorando estoicamente la estúpida cartera y se alistó para ir al trabajo. Su ropa era bastante seria, ese día usaba un traje de pantalones anchos bastante formal de color gris con unos tacones bajos de color negro, desayunó rápidamente y luego salió de casa para dirigirse al trabajo. Se subió en su carro para iniciar el camino que le llevaría treinta minutos, llevaba la dichosa cartera en el asiento del copiloto y ni por la seguridad de su vida y de la de los demás podía dejar de ver el objeto en su asiento, se imaginaba la cara de decepción de Rafael al notar pasando los días que ella nunca le iba a escribir y esa sensación de decepción la hacía sentirse tan mal que tenía que apretar los puños en el volante para evitar usar el número.

Llegó a su oficina como siempre apretando la cartera bajo su brazo y luego soltándola como si estuviera prendida en llamas en el sillón más cercano a su escritorio, se le revolvía el estómago de la ansiedad y se sentía tan contenida que salió de la oficina dejando la cartera atrás y se dirigió a la oficina contigua a la suya, esta le pertenecía a una de sus amigas más queridas y colegas en el trabajo. Anastasia, era alta y esbelta, de piel morena con pelo rizado junto a una personalidad ardiente que hacía que todos los hombres se sintieran atraídos a ella como moscas a la miel, era una habilidad que ella nunca había poseído y ahora que había hecho algo mucho peor que todas las proezas sexuales que su amiga alguna vez le había contado, se sentía tan vulnerable que no deseaba admitir lo que había sucedido pero al mismo tiempo sabía que Anastasia le sacaría la verdad al final. Con algo de resignación entró en el lugar con la cara roja.

-¡¿Que hiciste qué?!- Gritó Ana riendo luego de que ella le contara la historia.

-Ya te lo dije, no me hagas repetirlo- contestó ella avergonzada.

-¿Y por qué no?- Preguntó su amiga sorprendida -es la historia más interesante que me has contado en toda nuestra historia como amigas.

-Porque... fue algo público, estaba fuera de mis cabales- explicó ella sintiendo pena -estoy a punto de entrar en un puto divorcio Ana ¡Por favor!

Noches en vela [Completa] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora