Ya estaba harto de huir de su padre, cada día recibía sus llamadas únicamente para reclamarle. Desde que había dejado su hogar no había vuelto a verle, sin embargo, éste buscaba hasta la más mínima oportunidad para seguir irrumpiendo en su vida, como si aún no entendiera que Shõto ya era un adulto y tenía el derecho de hacer su vida como se le viniera en gana, no necesitaba de su estupida y sucia empresa, podía valerse por si solo y lo había demostrado todos esos años. Cansado de recibir esas hartantes llamadas apagó su móvil y, antes de que su padre se atreviera a ir hasta su apartamento y tocar la puerta –la cual, claramente nunca abría— tomó sus llaves que resonaron en un delicado tintineo entre las paredes del frio apartamento, y abandono el lugar.
Las calles tomaban un aspecto vacío cuando el invierno se acercaba a Japón y el frío tan característicos calaba por los huesos del joven. Sus impares cabellos se removían con la suave brisa que danzaba a su alrededor, metió sus pálidas manos en los bolsillos de su abrigo lamentando internamente por no haberse colocado un par de guantes.
Esa etapa del año siempre solía traerle melancolía, recordaba sus días en familia cuando todo se hallaba bien y era tan feliz que no lo sabía, solo ahora, parado en ese puente caía en la cuenta de que sus días de felicidad se habían desprendido de sus manos sin siquiera percatarse de ello, y ahora ya era tarde, no podía volver el tiempo atrás y sentir esa calidez en su pecho al ser abrazado por su madre, los juegos con sus hermanos y las noches de pizza en familia. Ya nada era igual y lo sabía.Solo eran él y la soledad.
El olor fuerte a café llegó a sus fosas nasales en forma de una brisa invernal, ese aroma se instaló muy profundo en su interior e irremediablemente le entraron unas inmensas ganas de beber un poco de ese dulce y cálido néctar que pudiera hacerle sentir un poco de calor en su pecho, hacerlo sentir lleno aunque solo sea momentáneo.
Decidido, se encaminó por las calles en busca del primer café que pudo percibir. Allí, pequeño y escondido, se hallaba un pequeño local muy pintoresco, sus ventanas tenían pegadas unos carteles extremadamente infantiles con las promociones que este ofrecía, soltando un suave suspiro ingreso al lugar siendo recibido por un cálido y acogedor ambiente, el olor a café puro golpeo su rostro de forma aún más agresiva, inspeccionó el lugar notando la ausencia de clientes lo cual le pareció raro en esa época pero dada la ubicación era de entender que la gente no pudiera conocerlo.
A paso lento y cansado se dirigió hacia una de las mesas más apartadas. Se acurrucó disimuladamente en la bufanda que enroscaba su delgado cuello sintiendo como la calefacción del lugar destensaba todos los músculos de su cuerpo, hacia mucho tiempo desde la última vez que había pisado un café con el simple fin de pasar el rato. Tomó la carta que se encontraba sobre la mesa y comenzó a leer cada una de las comidas que ofrecía. Ciertamente no tenía apetito en ese momento por lo que se dedicó a dejar ésta sobre la mesa de manera lenta.
— Bienvenido a Vitalet, ¿Qué desea que le sirva? —una risueña voz lo trajo nuevamente a la realidad, frente a él se encontraba un chico rubio de unos filosos ojos ámbar quien le sonreía en grande. Tenía una camisa blanca sobre un delantal rojo que cubría todo el frente de su cuerpo. "Kaminari Denki" pudo leer en el pequeño cartel que el joven llevaba a un lado del pecho.
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Lazos entre granos de café- Kiribaku, Tododeku, Kamijirou +
Fiksi PenggemarTwo-shot's de algunas parejas de Boku no hero Academia Vitalet, es un lindo y pintoresco café que se encuentra escondido entre una vieja casa de reparaciones y lo que fue alguna vez un restaurante de comida china. No es un lugar muy concurrido y no...