Prólogo.

215 29 6
                                    



Hoy es mi primer día en Venecia, en esta hermosa ciudad, para mi mala suerte mi vuelo había tenido un retraso dejándome sin tiempo para descansar un poco en el hotel ya que estaba atardeciendo y sin duda hoy tenía que probar el café que tan famoso que tenía fascinada a mi hermana, así que no debía perder más tiempo, me sentía demasiado feliz de estar en Venecia, por fin había cumplido una de mis metas.

Me encontraba camino al café Florentino, ya que eran aproximadamente las cuatro de la tarde, tenía unas pocas horas de luz para disfrutar de este hermoso lugar, quería que, hasta mi primer suspiro en Venecia, tuviera aroma a café.

Mi suerte fue tan buena, que la mesa con mejor vista estaba desocupada, así que después de pedir mi caramelo macchiato que era uno de mis favoritos, me apresure a tomar asiento en esa mesa, y si podría afirmar que este parte tenía la mejor vista de todo el establecimiento.

- ¿Disculpa? Podría acompañarte a observar el hermoso atardecer que se aproxima – susurro un chico llamando mi atención.

No pude responder, porque cuando levanté mi vista, me encontré con unos hermosos ojos color gris, que más parecían un espejo, y su sonrisa, parecía que este hombre había sido sacado de una revista, porque se miraba tan perfecto.

- Claro, puedes tomar asiento – le respondí, moviendo mis cosas para que él se pudiera sentar cómodamente.

- Soy Jasper – se presentó mientras se sentaba en el asiento opuesto al mío.

-Katherine, pero puedes llamarme kate – respondí mientras le sonreía.

- Kate, ¿Qué hace una chica como tú, sola en Venecia? – me pregunta, mientras los dos nos observábamos.

- Pues ahora mismo disfrutando un poco de mis primeras horas en Venecia – le respondí mientras intentaba desviar mi mirada, para no hacer más incómoda la situación.

- Bueno Kate – volvió a decir como si saboreara mi nombre. – Me alegra ser con la persona que compartirás tus primeros momentos en Venecia – susurro, mientras aun sentía su mirada sobre mí.

Después de eso, hablamos un poco, hasta que el sol se ocultó, y los dos sabíamos que era hora de regresar por donde vinimos, pensé que quizás está sería la última vez que lo vería, solo nos despedimos con un abrazo y nada más.

Al día siguiente, me desperté temprano, ya que quería conocer muy a detalle Venecia, el día se pasó volando, me había enamorado de esta ciudad, de su arquitectura de la cultura y de los guapos italianos porque no admitirlo, pero mucho más de su comida que puedo decir una de las cosas que me llamaba la atención de visitar a este país era probar la fabulosa comida italiana y aprender de sus platos que tanto me había llamado la atención cuando estudiaba gastronomía en argentina.

Ya era pasada las seis de la tarde y decidí pasar al café florentino antes de irme al hotel mi sorpresa fue muy grande, cuando entré y el mismo chico se encontraba sentado en esa mesa, y estaba observando la puerta, como si esperara que alguien entrara en cualquier momento, y una parte de mi quería creer que estaba esperándome a mí, pero mi parte realista sabía que probablemente no era así. Cuando él encontró mi mirada, hizo una seña para que me acercara donde él se encontraba y muy confundida decidí empezar a caminar hasta donde él se encontraba.

- Caramelo macchiato con una de azúcar – me dijo mientras yo me sentaba donde se encontraba él con el que supuse que era mi café.

- ¿Cómo lo supiste? – pregunte asombrada tomando el café que él me estaba ofreciendo.

- Solo te preste atención ayer, pequeña – me respondió sonriendo, y mi niña interior, quería saltar mucho de la emoción, al darse cuenta que de las palabras que él había dicho.

Atardecer en Venecia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora