I'm Bi! Totally Bi!

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Yamaguchi se acercaba gateando, tan, pero tan lento que a cualquiera le pondría los pelos de punta

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Yamaguchi se acercaba gateando, tan, pero tan lento que a cualquiera le pondría los pelos de punta. Con su mirada clavada en el cuerpo de Kageyama como una daga que va directa al corazón, y acabando por acorralar a su compañero de vóley en la esquina de su cama. Kageyama había intentado retroceder y hacerse a un lado, levantarse del colchón y salir de la habitación, pero su cuerpo había ignorado sus peticiones y sus extremidades se negaban a moverse. Entonces, comenzó a susurrar su nombre en un hilo de voz nervioso y frágil que amenazaba con romperse en cualquier momento. Yamaguchi tenía las pupilas de sus ojos tan dilatadas que podría pasar por un drogadicto, y le observaban con una determinación que Kageyama nunca había visto en ellos.

Era como si su amigo estuviese poseído y por muy irreal que pareciese, era la única manera de explicar lo qué diantres sucedía en ese momento: Un demonio se había apoderado del cuerpo de Yamaguchi y ahora iba a asesinarle para alimentarse de su alma.

Kageyama sabía que eso podía ocurrir. Lo había escuchado en su clase cuando puso la oreja en una de las conversaciones que tenían sus compañeros, y según Hinata, algo parecido le había pasado al tío tercero de la madre de su prima, así que, ¿por qué no a él?

A Yamaguchi no le pareció importar en absoluto el tono suplicante en la voz de Kageyama, que gritaba por auxilio sin decirlo realmente, sino que al contrario, le provocó que aumentase la velocidad de sus pasos hasta el punto en el que se encontraba en frente de él sobre la cama. La espalda de Kageyama chocaba con la esquina de la pared, tenía las rodillas juntas y las utilizó como un método de bloqueo cuando se dio cuenta de que el rostro del castaño estaba más cerca de lo que se consideraba normal.

Su respiración se agitó, sus pulmones comenzaron a trabajar como si en realidad estuviese en medio de un partido de vóley, y el aire a su alrededor se volvió pesado.

—¿Yamaguchi?

La luz estaba encendida y debajo de sus grandes ojos un mar de estrellas se alzaba ante él. Estaban tan juntos que si Kageyama prestaba atención, realmente sería capaz de contar la cantidad de pecas que tiene su amigo o si, como había discutido con Hinata una vez, descubrir si son infinitas. Soplaron por encima del aliento contrario, Kageyama tenía su boca abierta inhabilitando a su nariz y sintió que su corazón se aceleró con torpeza al percatarse de ello. Cerró sus labios y tragó saliva intentando apaciguar los nervios que comenzaban a asentarse en su bajo vientre.

Una corriente eléctrica recorrió todo su cuerpo cuando Yamaguchi se arrodilló en frente de él y colocó sus manos sobre sus piernas. Kageyama siguió sus movimientos con la mirada, ajeno a los curiosos ojos de Yamaguchi que divagaban por sus labios, sintiendo que no iba a ser capaz de aguantar ni un segundo más de esa manera.

¿Qué demonios estaba haciendo Yamaguchi de un modo tan repentino?

A pesar de lo mucho que quería huir de su agarre su cuerpo continuaba sin reaccionar, por lo que se dejó hacer cuando Yamaguchi empujó levemente sus piernas hacia los lados rompiendo con la separación que sus cuerpos tenían. Las rodillas de Kageyama acabaron tocando la manta a lados opuestos de su cuerpo y, antes de que al moreno le diese por subirlas de nuevo, Yamaguchi obligó sus muñecas ejerciendo presión.

La bendita adolescencia [YamaKage]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora