Frio romance

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La luz de la ciudad apenas penetraba,
por una desolada ventana al anochecer.
Las sombras vivas de una vela encantada,
pululaban por doquier.

Ella me miró, como mira un alma solitaria,
mientras me seducía por toda la habitación.
Tomó mi mano con sabiduría milenaria,
y simplemente, perdí la razón.

Ella ardió y ardió en mis venas,
y cuando sonriendo lamió de ellas...
ya nada me podía salvar.

Caí y caí... hasta sentir que ascendía.
Abandoné la carne impía,
y me abrazó su oscuridad.

Eres tú mi diosa, mi tétrica memoria
de lluvias pasadas y soles lejanos,
engendrando nuestra dulce historia
de primaveras y otoños, de inviernos y veranos.

Oh ninfa perdida, entre sánscritos y glifos,
que desde eones de eones a los dioses solía inspirar.
Devoción de religiones, rituales y exorcismos.
Placebo de pociones, bendecidas por Ishtar.

Eres tú mi orgasmo, en Edenes encarnada,
segadora de inmortales y no-humanos
buscando desolados tu mirada encantada,
para entregar su corazón, en tus manos.

Ella, no es ella cuando te encuentra.
Ella embellece para llevarse tu alma
y es su condena la que lamenta
cuando te lleva al nirvana.

Acaso eres tú, en tu forma humana
que a partir de espesas sombras divisé,
la fuente misteriosa de mi arte que mana
desde que de ti me alejé.

Acaso fui yo, en un delirio fulminante,
que mi retina mundana rehúsa olvidar,
que en lugar del olvido, me convertí en caminante,
buscando quizás un destino fatal.

Acaso quieres ser tú, mi diosa de la muerte,
quien me lleve con sus conjuros hasta el cielo.
Quieres ser tú, aquel respiro elocuente,
que se vaya silente en mi último desvelo.

Prosa y Poesia MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora