Parte 41

254 9 0
                                    

  Todo muy lindo hasta ahí. De película. Finalmente chico nuevo besa chica curvilínea. Chica le devuelve el beso. Fin.

  Pero no.

  Yo sé que no puedo ser tan imbécil pero después de esos primeros besos no pude dejar de pensar en Simón. Me vino una imagen. Y la imagen ocupó toda mi cabeza. Me pregunté, mientras empezaba a bailar con León, por qué no podía besar a uno pensando en el otro, o sea, no me es posible ser tan pulpo. Me pregunté que tenía que ver Simón. No estaba enamorada de él. No estoy enamorada de él. Y me di cuenta de que me sentía culpable. Cualquiera. ¿Culpable de qué? ¿De ser feliz? Como si hubiéramos sido novios, peor, como si lo fuéramos. Pero no somos nada. Ni fuimos. Y lo que sea que pasó entre nosotros es prehistórico. Yo podía besarme con León, con quien me dieran ganas. Igual a lo que hace él. Pero me daba cosa ahí delante de todos. Se iba a enterar. Todo eso mientras bailaba, giraba por debajo del brazo de León, que además baila bien. Calmate, León, estás bueno, parecés buen pibe, bailás bien, besás bien. Calmate un poco.

  Ni siquiera estaba presente disfrutando ese momento. Estaba pensando en Simón que solo pensaba en mí cuando aparecía alguien que pudiera desbarrancarlo de donde sea que creyera que estaba subido. A la vez me pregunté por qué me había besado ahí León, en medio de todo el colegio. ¿Para que todos se enteraran? ¿Para que Simón se enterara? ¿Por qué no había elegido un lugar más íntimo? "¿Una plaza, Rafaela?", me pregunté, una plaza sería un lugar tan, tan íntimo, casi como esconderte y que nadie sepa nunca nada de lo que pasa entre ustedes. "¿Eso querés?". Aparte León solo me había besado, no había hecho nada raro. "Sabés qué, Rafaela?, te dio un beso porque le dieron ganas". Punto.

  Y en un momento León se acercó a mi oído mientras me abrazaba desde atrás enroscándome contra su cuerpo y soltándome para que yo girara lejos, todo lo lejos que nuestras manos agarradas daban, y ahí me dijo:

  --Desde que te vi sos vos.

  Como si hubiera escuchado mis pensamientos, como si pudiera leerme, y creo que puede, como si yo fuera transparente para él, y puede que lo sea.

  Mi cara.

  No dije nada. Pero lo miré mientras volvía a acercarme a su cuerpo. ¿Yo? Jodeme. Y empecé a sonreír. Volví otra vez a la fiesta, a sentir el césped entre los dedos de los pies, a darme cuenta de que medio colegio nos debía estar mirando. La mitad problamente porque no lo podían creer. León y Rafaela. Y la otra mitad nos debía mirar porque la estábamos rompiendo bailando juntos.

  O sea que ese primer día cuando cuando lo vi mirándome, mi primera impresión había había sido que me miraba a mí y no me había equivocado. Aunque después me opacara con algunos pensamientos. Él me había mirado a mí. 

  Agité la cabeza mientras empezaba a girar sobre mi eje. Como una bailarina. Algo se soltaba con cada vuelta. Simón se volvía mínimo, ajena, distante, desaparecía. Simón hacía mucho tiempo que se había ido.

  Y ahí estaba yo.

Intermitente Rafaela - Mariana FuriasseWhere stories live. Discover now