Antes de comenzar...

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En un mundo antiguo, anterior al tiempo, en épocas primitivas, una tierra nueva se abría paso entre las olas de un océano profundo. Una serie de dunas porfiaban por alzarse en un lugar alejado del mar, seco, iluminado por una inmensa Luna. Se decía que este pequeño oasis era un lugar privilegiado, los antiguos sabios y los nuevos creyentes iban en busca del consejo de la pálida Luna que se reflejaba en las aguas del único lago del pueblo, según contaba la tradición, cuando nadie veía la Luna descendía a bañarse en el lago y era entonces cuando podían conocer los secretos del pasado y los misterios del futuro.

El pequeño pueblo construido alrededor del lago y el oasis, fue creciendo, se convirtió pronto en un centro de comercio donde se ofrecían por igual alimentos y elementos mágicos, artículos ancestrales y baratijas de arcilla. El lugar era visitado con mucha frecuencia por mendigos, mercaderes, artistas y músicos que por algunas piezas de cobre realizaban los más variados trabajos.

Con el paso del tiempo las personas fueron perdiendo las memorias de su origen, olvidaron incluso el sonido del mar, y la magia que contenía el lago de la Luna, ahora solo se preocupaban por adquirir más bienes, construir murallas y mantener alejados a los pordioseros y a la gente sin oficio, olvidaron sus propias raíces y se perdieron en un mundo sin tiempo para admirar el reflejo de la Luna y las estrellas.

Una noche en la que la Luna había decidido brillar con más fuerza, una joven viajera, cubierta de pies a cabeza con suaves telas de un gris casi plateado, llegó a las afueras del oasis, imploró por agua y un poco de comida, sin embargo las altas murallas eran infranqueables y estaban rodeadas de guardias déspotas que le prohibieron el ingreso a ella y a cualquiera que no parezca digno de pisar sus tierras.

La mujer se quedó a las afueras del oasis musitando en un lenguaje desconocido una y otra vez un extraño cántico. Se inclino en la arena y empezó a cavar usando solamente sus manos. Cavaba con furia, con ansias inagotables, hasta hacerse daño, destrozarse las uñas y aun así seguía cavando. Casi al amanecer, por fin la mujer se detiene, ve complacida como el agua emerge del hoyo cavado por horas, agua que nace turbia, tímida, se mezcla con sangre y va creciendo hasta llenar todos los espacios alrededor de la mujer. Ella se acerca, observa en el reflejo a la Luna, curiosa e inclinada hacia la tierra y entonces musita la última estrofa de su canción, y la luna cae en el agujero recién escavado, se hunde mientras la más profunda oscuridad se apodera del mundo. La mujer se sacude los restos de arena de su capa y se aleja sin mirar atrás, satisfecha con su obra.

- Todo ha comenzado – se dice mientras cubre su rostro.

Vida de LunaWhere stories live. Discover now