Día gris

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Parece que el tiempo no avanza, que el reloj se detiene, se paran sus agujas, cesa el tic-tac.

Por mala suerte, su tic-tac solo cesa en los malos momentos, en cambio, en los mejores momentos de tu vida el tiempo corre, vuela. Se escapa de tus manos al ritmo del vaivén de las olas.

Y eso me pasó a mí, se me escapó el tiempo, no lo aproveché, quizá se escurrió.

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Yo estaba llena, llena de recuerdos, y la botella estaba cada vez más vacía. A medida que bajaba el nivel de líquido de su interior iba disminuyendo mi memoria, hasta el punto en el que no me acordaba de nada, hasta que me quedé vacía. Vacía. Suena extraño. Estaba sin nada y sin nadie, sola. Y cuando en la botella ya no había nada, mis lágrimas empezaron a caer por el acantilado de mis mejillas. No entiendo porqué lloraba, si mis recuerdos estaban ahogados en alcohol.

A la mañana siguente todo era gris. Cielo oscuro, lluvia, las gotas hacían carreras por el cristal de la ventana, iban cayendo primero lentamente y después más rápido, igual que las lágrimas que habían caído la noche anterior.

Me pasé la mañana sentada en la cama, escuchando el sonido de la lluvia y música de fondo, música que me recordaba a ti. Intentaba asimilar en mi cabeza que jamás ibas a volver, pero no lo conseguía.

Y a día de hoy sigo sin hacerlo, esperando que algún día me levante y haya desaparecido tu recuerdo, que todo haya pasado, porque como dicen, pasado pisado, pero en mi caso siempre vuelvo atrás, a remover las cenizas de mi vida.

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