Llegará el día en que me levante, saque la maleta de debajo de la cama y emprenda un largo viaje, del cual no sé si volveré.
Cuando llene la maleta de lo que me vaya a llevar, no meteré tu recuerdo. No. Me voy para olvidarte. Cuando cierre la maleta con ella se irá tu imagen. Meteré tu olvido en mi equipaje, y a partir de ahí nunca volverás a pasar por mi mente. O eso espero.
Y hoy no van a caer las lágrimas por los acantilados de mis mejillas, hoy va a aparecer una media luna sobre mi cara, una sonrisa de oreja a oreja, hoy voy a ser feliz sin motivo alguno.
Dentro de la maleta se quedará lo bueno. Porque un día me dijeron que No hay que llorar porque ha terminado, sinó estar feliz porque ha sucedido. Y yo, pese a echar de menos cuando me vaya, no cambiaría por nada del mundo el cerrar el equipaje y arrastrarlo hacía mi destino.
Y aunque la suerte nunca pase por mi lado y las victorias me esquiven y pasen de largo, seguiré adelante. Y puede que hoy esté muy optimista, y que mañana el pesimismo me vuelva a asaltar, y que vuelva a verlo todo gris, pero hoy voy a sonreír, porque no sé si mañana podré hacerlo, y hoy, por poco que sea, pienso disfrutar al máximo.