"Si yo sé que tú eres, y tú sabes que yo soy, quién va a saber quién soy yo cuando tu no estés; porque la vida es corta, pero el sufrimiento eterno" – Anónimo.
La niebla se esparcía por el aire, consumía la luz que se expandía sobre ella; lo cubría todo, nada se podía ver a través de ella, empecé a correr cuesta abajo hacia el humo gris oscuro, atrapándome más de una vez en fragmentos de rocas irregulares y escombros caídos.
El sonido de una explosión retumbó en el viento, podía escuchar gritos y lamentos en la profundidad de la niebla, lluvias de disparos cayeron sobre las columnas destruidas, me escondí detrás de las vigas que se extendían sobre los vestigios de piedras, el miedo había entumecido mi cuerpo; sin embargo, la adrenalina hacía que mi corazón golpeara salvajemente contra mi pecho.
– ¡Soldado caído! ¡Ayuda! – gritó un hombre a unos metros de distancia.
– ¡Lo alcanzó una granada! – espetó un hombre enmarañado que se arrastraba sobre las trincheras.
Otros dos soldados se le unieron y empezaron arrastrar el cuerpo del hombre hacia la trinchera cubierta de tierra y hormigón, los proyectiles rebotaban cerca del borde de la barricada, cuando me acerqué y me desplomé junto a los heridos, vi la cara ensangrentada del sujeto caído, su cuerpo había sido desgarrado por el explosivo, ocasionando graves quemaduras de tercer grado.
La metralla había colisionado en su pantorrilla, cortando la mitad inferior de su pierna derecha, ríos de sangre fluían a través de los fragmentos de metralla estampads en su abdomen, sus brazos estaban mutilados y apenas se podía reconocer su rostro.
– ¡Llamen al jodido Doctor! – exclamó el soldado que lo había remolcado.
El doctor llegó rápidamente deslizándose sobre el conducto de la barricada, le inyectó en la pierna lo que parecía ser morfina y un goteo de solución salina para compensar los líquidos perdidos, sus movientos eran firmes, sin importar lo duro que su pulso golpeaba en sus oídos.
– ¡No te estás muriendo, amigo! ¡Hoy no! ¡No en mi guardia! – expresó el doctor tratando de curar las heridas del abdomen.
La determinación estaba escrita en su rostro, gritaba órdenes a sus camaradas con el fin de ayudar al soldado herido – Hombre, esto va a doler como la mierda – murmuró el médico, y en un movimiento rápido, removió uno de los fragmentos de metal que habían atravesado su muslo, justo por encima de la amputación.
El soldado en el suelo gritó en agonía, retorciéndose de inmensurable dolor, el hedor del hollín y la carne quemada se filtraba en el aire, el charco de sangre se impregnó en mis retinas y los lamentos de desesperación se grabaron en mis oídos, esto era algo que jamás olvidaré.
– Detente... Ya es tarde, para mí... Dile a Oriana, Avery y a Luke que fueron lo mejor de mi vida. Cuídate, Hombre – tosió entrecortadamente tratando de no ahogarse con la sangre que expulsaba por la boca, ansioso agarró la mano del recluta que intentó salvarlo; no obstante, la muerte se arremolinó lentamente en sus ojos, hasta dejarlos fríos, vacíos y sin vida.
– Joder ¡Mierda! – exclamé tan fuerte, pero nadie me escuchó, nadie si quiera me notó, era como si fuera un fantasma, sentía absolutamente todo, pero no podía hacer absurdamente nada.
– No se queden ahí... ¡Hagan algo! – frenética grité a los hombres en frente de mí, intenté tocarlos, pero me desvanecí cuando lo hacía.
Por un momento todo quedó en silenció y de la nada ocurrió otra explosión; entonces ardió el infierno, no había nada más que rojo, caos se escuchaba alrededor, la fuerza de las balas enviando restos de concreto al aire, la pesada densidad de la pólvora envolviendo el ambiente, gotas de sangre y lágrimas salpicaban los cuerpos.
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Inevitable Amor
Novela JuvenilSkyler Willliams es una chica de armas tomar, es lista, ruda y astuta, no soporta la mierda de nadie, ni siquiera de su propia familia, sin embargo, cree que la familia es lo más importante que una persona puede poseer, sus amigos la adoran por su f...