Wendy se miró al espejo con el ceño fruncido. Si bien ese vestido negro se ceñía bastante bien a su silueta, no la convencía en lo absoluto. Luego de pensarlo unos instantes, determinó que este era muy formal para la ocasión. Revisó las otras opciones, que consistían en unos shorts color caqui, una playera rosada y una camisa sin mangas y con rayas verticales en blanco y negro. Primero, probó la prenda inferior con la playera: demasiado informal. Sin mucho remedio, optó por la camisa, aunque el resultado no la desagradó del todo al final. Se colocó la chaqueta de jean para completar su atuendo y se acomodó el flequillo de su cabello rubio —gracias a tantas decoloraciones— por enésima vez. No había manera de que se quedara conforme con su peinado, ya que siempre tenía algún que otro mechón rebelde que hacía de las suyas. Revisó su reflejo una última vez, suspiró con pesadez, y se largó por fin.
La chica, de unos 17 años, había sido invitada —a la fuerza— a una fiesta organizada por sus compañeros de la preparatoria. Era una especie de despedida de las vacaciones de verano, aunque Wendy sospechaba que era una simple excusa para beber. Francamente, no tenía idea de por qué había aceptado ir, pero tampoco tenía nada mucho más interesante que hacer en su casa. Debido a que nunca salía, sus padres la habían autorizado de salir sin siquiera dudarlo, ya que les preocupaba que su pequeña no tuviera vida social. «Si tan solo supieran lo difícil que es tratar con los demás...».
Luego de haber caminado unas cuantas cuadras, Wendy llegó a su destino. Observó estupefacta la casa perteneciente a una de sus compañeras: era inmensa, majestuosa. Se sintió diminuta en aquel sitio, el cual estaba repleto de personas que no paraban de reír y de danzar al ritmo de lo que fuera que estuviera sonando. Wendy se distrajo con las luces de colores colgadas del techo y después saludó tímidamente a sus compañeros. Estos no le prestaban demasiada atención, mas fueron lo suficientemente amables como para invitarle unos tragos. Ella no solía beber, sin embargo, no pretendía quedar mal frente a los demás. Después de todo, esa probablemente era la mayor interacción que había tenido con ellos en todos esos años que habían estado estudiando juntos.
Caminó sin rumbo definido por un largo rato. Afuera, había varias mesas con bebidas de todo tipo, y una piscina con gente que nadaba y jugaba escandalosamente. Nadie se acercaba a ella, y ella tampoco sabía cómo acercarse a los demás. Bebió sin disfrutar el amargo sabor del alcohol y siendo aturdida por el volumen increíblemente alto de la música. Comenzaba a padecer dolor de cabeza, pero no tenía muchas opciones de a dónde ir. En donde fuera, el piso se sacudía a causa del sonido estridente. Wendy no tuvo más remedio que sentarse en un sofá del interior de la casa y esperar que el tiempo pasara, al igual que hacía en los recesos del instituto. ¿Qué más podría hacer? Ya había salido de su casa y estaba segura de que sus padres no pararían de cuestionarle todo si volvía antes del horario acordado. Y ni hablar de su hermana mayor, quien le insistiría que volviera para hacerse una amistad aunque sea, ya que, técnicamente, ella era su única amiga. ¡Qué triste era la vida de la menor de las Son!
Se mantuvo sentada, con la vista perdida y los pensamientos dispersos. Comenzaba a vacilar con la idea de irse a algún lugar de comida rápida a hacer tiempo hasta que se hiciera la hora de regresar, hasta que algo captó su atención, o más bien alguien. Se trataba de una muchacha que no conocía, y quien creía que era la más hermosa que hubiera podido ver en su vida. Sus facciones eran perfectas; sus ojos, profundamente negros; y su cabello, largo y castaño oscuro. Su fisionomía era pequeña, pero no por eso era desproporcionada. Su esbelta figura se lucía aún más con el curioso atuendo que llevaba puesto: unos shorts de jean y una chaqueta color mostaza abierta, la cual rebelaba que, debajo de esta, no utilizaba ninguna otra prenda. Su plano abdomen y el espacio producido entre sus senos eran completamente visibles. Su piel expuesta parecía de porcelana, y Wendy se fue invadida por unas increíbles ganas de acariciarla para comprobar si era tan tersa como se la imaginaba. La desconocida se puso a beber su trago y a bailar sola, realizando movimientos armoniosos, cautivantes. Apenas había notado que ella iba descalza, lo cual contribuía con su aura liberal. La contempló completamente embelesada y, en un momento, necesitó sacudir el rostro para acomodar un poco sus ideas. Prácticamente estaba babeando por esa chica. ¿Qué pensarían los demás sobre ella si la descubrían? Nadie sabía que ella era lesbiana, después de todo. No tenía ni idea de cómo se lo tomarían sus compañeros, pero no conocía otros casos de personas homosexuales en su grupo, por lo que prefería no arriesgarse. Igualmente, por más que se propusiera mantener el control, no conseguía despegar los ojos de aquella maravilla. ¿Debería marcharse antes de quedar totalmente expuesta?
Justo antes de que la mente de Wendy hiciera cortocircuito, la chica que parecía haber caído del cielo fijó la mirada en ella. Con esos ojos penetrantes, la recorrió de arriba abajo, y Wendy sintió que su corazón casi se salía de su pecho. Entonces, la atractiva muchacha extendió un brazo en dirección a donde la otra estaba sentada y, sutilmente, se le acercó y le ofreció una mano para que esta la tomara. Wendy la miró confundida, incapaz de entender por qué hacía eso.
—Ven conmigo —la llamó aquella belleza con una melodiosa voz—. No me tengas miedo.
Wendy la miró atónita. ¿Quería que bailara con ella? ¿En serio? ¿No se había confundido de persona? Sin embargo, no se lo pensó demasiado. Ella de verdad necesitaba tocarla para saber si ese ser era real y si no estaba soñando. Finalmente, siendo un manojo de nervios, Wendy tomó la mano ajena y se colocó de pie. Automáticamente, fue arrastrada al centro de la sala en donde todos bailaban y, sin decir absolutamente nada, ambas se dejaron llevar por el ritmo de la música. Al principio, Wendy bailaba tímidamente, pero, no mucho después, se vio contagiada de la avasallante energía que emanaba la otra joven con cada paso. No supo en qué momento ambas comenzaron a danzar al unísono mientras bebían de sus vasos y reían abiertamente. Notó que algunas miradas se clavaban en ellas, probablemente por la belleza que tenía enfrente, y también porque era sumamente extraño ver a Wendy divertirse de ese modo. Entonces, la rubia se acercó a la pelinegra para hablarle lo suficientemente alto para que esta la oyera:
—Soy Wendy. ¿Tú cómo te llamas?
La chica de casi su misma altura se estiró, acercó la boca a una de las orejas contrarias, casi más acariciándolas con los labios, y respondió con aquel color de voz tan único:
—Soy Irene. Te he buscado toda la vida.
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Solo tú (WenRene)
FanfictionWendy es una adolescente tímida que, por razones inexplicables, es invitada a una fiesta de su preparatoria. Justo antes de arrepentirse de su decisión de asistir, la mujer más hermosa del planeta aparece en escena: Irene. ¿Cuánto va a cambiar su vi...