Érase una vez, lo tuvimos todo

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Wendy no podía creer lo que estaba viviendo. Jamás se hubiera imaginado que la mujer más hermosa de todo el planeta Tierra tenía ojos para ella únicamente. Y ¡ni siquiera había hecho nada! ¿Debería comenzar a temer por la salud mental de Irene? Ella no paraba de decir que Wendy era todo lo que había soñado y cosas similares. Debía admitir que era bastante romántico su discurso, pero, ¿era para tanto? Decidió no cuestionar demasiado la situación y limitarse a disfrutar de la compañía de esa maravilla de carne y hueso.

Ambas chicas habían bailado hasta el cansancio, por lo que decidieron darse un descanso. Se dirigieron al exterior de la casa y, para sorpresa de la rubia, fueron invitadas por algunos de sus compañeros para jugar beer pong. Nunca, en toda su vida escolar, había sido incluida en alguna actividad, y mucho menos fuera del edificio de la preparatoria. Hasta que lo comprendió: Irene. Claramente, ella era el centro de atención, por lo que Wendy sería tomada en cuenta de manera forzosa, ya que la pelinegra no se le despegaba ni de casualidad. Irene parecía un tanto frustrada al principio del juego, ya que parecía no comprenderlo del todo al principio. Sin embargo, no tardó en agarrar ritmo y enseñar una curiosa faceta suya: era sumamente competitiva. A Wendy, esto le causó muchísima ternura. No era tan buena jugando a ese tipo de cosas, mas se esmeró en acompañar decentemente a la chica de ojos profundos y brillantes. Increíblemente, ellas les iban ganando a sus compañeros de grado. Cada vez que anotaban un nuevo punto, Irene buscaba a Wendy para abrazarla con fuerza a modo de celebración. Wendy se moría de pena y de emoción cada que Irene hacía eso. Sus manos temblaban por la mezcla de emociones que le provocaba aquella mujer, aunque eso no le impedía devolverle cada uno de los abrazos y, ¿por qué no?, cada una de las caricias fugaces. Aquella necesidad de contacto hacía que todo se sintiera más íntimo, como si se conocieran de toda la vida, aunque Irene sostenía que ellas habían sido hechas la una para la otra. ¿Qué tan disparatada podía ser esa teoría?

Luego de haber salido victoriosas del juego, se dirigieron a la piscina momentáneamente vacía. Al parecer, las personas que habían estado disfrutando del agua ahora estaban recargando energías con comida y cervezas, por lo que les tomaría algo de tiempo asentar lo ingerido para así volver a nadar. Irene y Wendy aprovecharon para sentarse en el borde de la piscina. Wendy se había quitado los zapatos para quedar igual de condiciones de Irene, y no mucho después las dos chicas estaban balanceando las piernas al mismo compás. Rieron al notar la sincronía de ambas, aunque Wendy se detuvo en seco cuando sintió la traviesa mano de Irene sobre su muslo. La rubia miró atónita a la pelinegra, mas no mostró intención de apartarse. Irene, entonces, trazó figuras imaginarias sobre su expuesta piel, aunque sin sobrepasarse en ningún momento. Por alguna razón, para Wendy, aquel contacto no la hacía sentir incómoda para nada. Muy por el contrario, se sentía a salvo, contenida. ¿Cómo podía ser así? Después de todo, era una desconocida.

—Y... ¿con quién viniste? —indagó Wendy con la voz temblorosa. No podía alejarla de ella, pero tampoco podía mirarla directamente a los ojos. En un momento así, los ojos ajenos la intimidarían demasiado.

—Sola —contestó Irene con una calma impecable, la misma con la que acariciaba la rodilla ajena.

—Oh. —Wendy pasó saliva en un intento por reflejar la misma tranquilidad que su compañera—. Pero... ¿quién te invitó? Es decir, deberías conocer a alguien de aquí, ¿no?

Por el rabillo del ojo, Wendy captó un movimiento de cabeza negativo.

—No conozco a nadie. Solo a ti, y eres a la única a quien deseaba ver.

Wendy abrió la boca sin poder evitarlo, y rápidamente se obligó a cerrarla. ¿Aquello tenía sentido acaso?

—Pero, uhm... —la rubia se llevó una mano a la nuca y se la rascó, visiblemente nerviosa—. Ni siquiera sabes quién soy. ¿Cómo ibas a tener en claro eso?

—Wendy... —La pelinegra tomó la barbilla ajena para obligarla a que la mirara a los ojos de una vez—. Desde niña, me han contado historias sobre el amor verdadero. Yo sabía que alguien estaba destinado a mi vida, pero, en donde me resguardo, no había nadie que me hiciera pensar que fuera el indicado para mí. Por eso, estaba segura de que mi alma gemela estaría aquí, así que me escapé para buscarla de una vez. He tenido que realizar algunas jugadas sucias y arriesgadas para lograrlo... —Irene bajó la mirada por un instante para sonreírse a sí misma, como si estuviera recordando algo. Entonces, levantó la vista de nueva cuenta—. Igualmente, no me arrepiento de nada. Una corazonada me dijo que debía venir aquí y, apenas te vi, supe que había acertado. —Irene volvió a sonreír, esta vez con mayor amplitud y únicamente para Wendy—. Eres la persona con la que siempre he soñado. Te he esperado muchísimo tiempo, pero por fin te tengo enfrente de mí.

Wendy se zafó de su agarre para tomarse de la cabeza y fijar la mirada en el agua. Necesitaba procesar todo aquello que Irene le había contado. Ya tenía muchísimas preguntas en mente, y precisaba formularlas cuanto antes, por lo que evitó entrar en crisis para así volverse hacia la relatora de esa tan peculiar historia.

—Espera un momento... ¿Donde te resguardas es donde vives?

Irene se encogió de hombros.

—Podría decirse que sí. La verdad es que no pertenezco a ninguna parte en particular, pero tengo una guarida en donde me escondo con otros que son iguales a mí.

Wendy prefirió no cuestionar respecto a eso último. Temía que le dijera que era una criminal o algo por el estilo. ¿Por qué otro motivo iba a necesitar esconderse?

—¿Qué te llevó a venir aquí? Digo, para buscarme puntualmente a mí, tuviste que tener alguna pista, ¿no?

—Ya te lo dije; fue una corazonada. Una fuerza me trajo hasta aquí. Normalmente, soy yo quien atrae a los demás, pero tú has logrado guiar mis sentidos de alguna forma.

«Claro que atrae a los demás», pensó Wendy. «Eso está más que claro».

—Y, uhm..., ¿qué cosas has hecho para escabullirte? —Wendy realmente quería averiguar respecto de la aclaración anterior, pero prefería evitarse el disgusto. Lo único que le faltaba era que se pusiera celosa de alguien que veía por primera vez en toda su vida.

Irene dirigió una mano a la cabeza opuesta y tomó un mechón de su cabello para acomodarlo detrás de su oreja.

—Cosas que no valen la pena mencionar. Lamentablemente, no tengo tanto tiempo como para disfrutarte como quisiera, pero no podía perderme la oportunidad de siquiera intentarlo.

Wendy observó a Irene, aún con la cabeza hecha un lío. No entendía ni la mitad de la locura que le compartía aquella chica, mas algo en su interior le decía que estaba siendo absolutamente franca. ¿Wendy se estaba volviendo loca?

—Puedes... —La rubia carraspeó para que su voz dejara de sonar tan débil—. Puedes disfrutarme. Es decir, quiero que lo hagas.

Sí, definitivamente, se estaba volviendo loca.

Solo tú (WenRene)Where stories live. Discover now