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Sebastián Obando, era un chico de 18 años, que lo tenia todo. Pertenecía a una de las familias más ricas de América Latina, en su natal país Colombia, su familia era dueña de un sin números de negocios hasta de un canal de televisión. Por lo que hacían su empresa una de las multinacionales más importantes de Latinoamérica. Sus padres habían decidido irse a vivir a Miami cuando el tenia cinco años, para brindarle una mejor vida a sus tres hijos.

Sebastián, era el menor de los tres hermanos todos varones, iba a cursar su último año en la escuela. El colegio privado más exclusivo de todo Estados Unidos, en donde solían estudiar hijos e hijas de personas muy influyentes alrededor del mundo.

Siendo el menor, era el consentido de sus padres, lo dejaban hacer lo que sea y le cumplían todos sus caprichos, lo que hacia de Sebastián, alguien arrogante. Para fortuna de él, era el chico más guapo del colegio, todos querían pertenecer a su grupo de amigos, el cual era muy cerrado.

Ricardo, Jesús, Esteban, Javi y Jacobo eran sus mejores amigos, se conocieron desde que Sebastián entro al colegio cuando él tenia cinco años.

Era sábado por la mañana y Sebastián se encontraba dormido en un hotel en el que había ido con una chica luego de asistir a una fiesta de su colegio. Él se levanto con un gran dolor de cabeza, le dolía demasiado, no se acordaba de nada de lo que había pasado la anoche anterior, ni cual era el nombre de la chica con la que se había acostado. Él no quería ningún compromiso con ninguna chica, así que decidió vestirse haciendo el menor ruido posible.

Se levanto de la cama, busco su ropa y vio su celular, que tenia cientos de llamadas perdidas de sus padres. Sabia que apenas llegara a su casa, sus padres lo iban a regañar, pero como siempre él se iba a salir con la suya, e iba a salir sin ninguna clase de castigo por no haber dormido en su casa.

Se vistió rápido, y le dejo una nota a la chica, ¨Muchas gracias por la noche de ayer¨. Arrogancia, mujeriego, irresponsable era que lo caracterizaba. Nunca ninguna mujer había hecho que Sebastián perdiera la cabeza, de lo cual él se sentía orgulloso.

Media hora más tarde, había llegado a su casa. Parqueo su carro, y bajo de este, Sebas prefirió entrar por la puerta trasera, así su nana le daría un diagnóstico de cómo estaba la situación. Emprendió su camino hacia la puerta que estaba en la cocina, entró, pero para su mala suerte, su madre se encontraba sentada en un banquito dándole indicaciones a las cocineras sobre la comida.

Adela: Sebastián Obando, cuantas veces te hemos dicho que estas no son horas de llegar. Sabes lo preocupado que estábamos tu padre y yo. – Me acerque a ella para darle un beso en la cabeza y abrazarla.

Sebas: Mamá, disculpa no quería preocuparlos. Sabes que ayer salí a la fiesta que organizo Juan Camilo, y pues se termino muy tarde, y no quise manejar a esa hora. Así que me quede a dormir en su casa, junto a Ricardo, Jesús, Esteban, Javi y Jacobo.

Adela: Sebastián, espero que sea la última vez que nos hagas pasar por algo así. La próxima vez por favor avísanos, así no nos preocupamos. Ya que llegaste, necesito que te alistes, viene un nuevo empleado de tu padre a comer junto a toda su familia.

Sebas: ¿Ma, y yo porque tengo que estar? Mira que mi papá se va a poner a hablar de negocios, y sabes que siempre se pone aburrido.

Adela: Sebastián, por favor. En un futuro tu vas a estar a cargo de la empresa familiar junto a tus hermanos, es mejor que te vayas empapando de todo desde muy joven.

Sebas: Ma, tu sabes que la empresa familiar es lo que menos me importa. No es que sea un malagradecido, porque de verdad agradezco todo el esfuerzo que tanto mi papá como tú han hecho para estar hoy como estamos. Sabes, que este último año va a ser, super importante, el año pasado ganamos el torneo nacional de fútbol, y yo fui escogido el mejor jugador del torneo. Muchos ojeadores están encima de mí, he recibido millones de propuestas de las mejores universidades del país.

Adela: Sebas, hijo, ya lo hablamos. Te vamos a apoyar en tu carrera futbolística, pero con el compromiso que termines una carrera. Tú crees que toda la vida vas a jugar fútbol, y que vas a hacer cuando tu carrera se acabe.

Sebas: Mamá, yo se el compromiso que hice con ustedes. Pero de verdad, quedarme en la cena. Además, hoy es el cumpleaños de Jay, y habíamos organizado irnos en el yate de mi papá a celebrarlo.

Adela: Contigo no se puede, esta bien, puedes irte. Pero, al menos, quédate a saludar al nuevo empleado. Mira que se acaban de mudar a Miami, de hecho, tu padre le consiguió una beca en tú colegio a sus hijos. Conócelos, para que los chicos no se sientan tan solos.

Sebas: Mamá, perdón por lo que te voy a decir, pero lo último que quiero es que los hijos de un empleado de mi papá crean que pueden ser mis amigos. No es por ser arrogante, pero mi papá es el jefe, ellos no son iguales a nosotros.

Adela: SEBASTIÁN OBANDO, nosotros no te hemos criado así. No se de donde viene esa arrogancia. Así que ya sabes, si quieres utilizar el yate de tu padre para irte con tus amigos, tienes que al menos saludarlos. – y con eso salió de la cocina.

Sebastián se acercó saludo a su nana, ella era la única que realmente lo conocía, ella sabía como en realidad era él. Detrás de esa pantalla que mostraba al mundo, Sebastián era una persona supremamente sensible, honesto y muy leal. Salió de la cocina, y subió a su cuarto. 

Mi Primer AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora