CAPÍTULO II

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Despertarse fue un suplicio, el solo respirar comenzaba a serlo, miro al costado su padre ya no estaba, tenía el ánimo por los pisos pero las ganas por seguir seguían intactas, pensó en volver a la escuela, pero necesitaba ir con mateo o en el caso tener algún tipo de comprobante médico, más ninguno estaba a su alcance. Trato de pararse pero el mundo se le vino abajo, cayó al piso sintiendo su propia debilidad, se sentía bastante cansado lo poco que comía no bastaba para que se sintiera mejor sumado los golpes no eran una buena combinación -solo ayudame mamá, solo ayúdame a estar bien, ayuda también a papá, se que lo que hago siempre está mal y prometo mejorar, solo haz que me quiera, así como te quería a ti... -fue interrumpido al sentir que la puerta se abría

—¿que haces ahí? Parate, ¿donde esta mi desayuno? —dijo tirando el casco de su moto, veía a su hijo tan débil tratando de pararse que fue hacia el y de un solo jalón lo tenía tenia de pie, Eydan sentía sus extremidades temblarle nuevamente, lo que causaba la molestia de Mateo —no me hagas darte motivos Eydan

—no, no papá —respondió asustado soltandose del agarre dirigiéndose a su cocina, su vida giraba en una eterna rutina, mateo se acomodo en la mesa prendiendo su cigarro

—llamaron de la escuela, les dije que ya no asistiras —Eydan calló sin alegar nada, ahora hasta su sueño de ser alguien en la vida se veía truncado —no tengo dinero como para estar gastando en tus tonterías, si quieres volver deberías conseguir algo

—Elu y las chicas me dijeron que si arreglaba su ropa, sus zapatos y las ayudaba iban a darme algo de dinero, solo necesito un poco para las copias y los cuadern... —fue un error decir aquello, pues Mateo cambio de semblante a uno más furioso, Eydan hacia lo posible por gastar menos, pues de los libros que le pedían el solo le sacaba copias de algún compañero, trataba tanto de ahorrar que hasta borraba lo que escribía para que los cuadernos le durarán más, pero eso, Mateo no lo entendía

—tu afán de estar con esas prostitutas me enferma, ¿tanto quieres ser como ellas? No puedes buscar el trabajo de un hombre —se paró en frente del menor —me da asco el solo pensar que crié un maldito maricon —dijo escupiendo a un costado para luego abandonar el lugar, ahora como podía decirle si quiera que se sentía confundido respecto a su sexualidad, jamás se sintió atraído por una mujer, pero no sucedía lo mismo con el amigo de su padre o alguno de los chicos que venían a visitar a Eliana, se sentía mal de solo pensar que su padre no lo aceptaría.

Se cubrió el cuerpo con una sudadera ancha mientras trataba de caminar lo mejor posible pues salió pensando en buscar algo con que preparar la comida, detrás del lugar que alquilaban existía una especie de colina, y tras esta varias especias que crecían a un libre ritmo, le agradaba ir ahí cuando se sentía triste o cuando se sentía muy solo, hablaba con las plantas mientras tomaba algunas para hacer un almuerzo mejor al anterior, aquel día no fue la excepción, y aunque no podía salir necesitaba ese aire refrescante y esa paz que le propiciaba aquel lugar. Lo que no sabía era que un tropezón lo llevaría a pies de quien sería pieza fundamental para el transcurso de su vida

—L-lo siento, lo siento, no me fije fue mi culpa, yo... —se quedó callado al ver que el otro estaba muy cerca de su rostro y que aún no se apartaba de él, fue un pequeño instante que parecía perderse entre todas las agobiantes horas de aquel dia

—¿cuántos años tienes? —preguntó aún sobre él, el menor que no sabía a qué venía tal pregunta sólo se digno en responder

—di-diciséis

—ok, eres muy ilegal —se paro y lo ayudo a pararse, Eidan no entendía a que se refería con eso de ilegal —¿como te llamas? eres de por aquí ¿no?

—Eidan... si, vivo delante la coli... —se calló al recordar lo que tantas veces le dij Eliana: nunca hables con desconocidos ni le des tus datos personales, tampoco dejes que invadan tu espacio personal, nadie puede tocarte si no se lo permites —na... —concluyó la frase bajando la cabeza, pues todo lo dicho ya estaba más que hecho, el otro solo sonrió

ALMAS OSCURAS / La Desdicha De Lo Incierto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora