Wish-Yoontae

capítulo 4

Después de haber echo mi tarea de química, me dispuse a dormir en mi cama. Escuche la ventana de mi balcón ser abierta y abrí los ojos con un poco de miedo mirando hacia al frente donde estaba el balcón solo logrando ver una sombra por la luz de la luna.

— tae — susurró alguien.

— tae... — volvieron a susurrar.

— ¿Mamá..? — dije con temor.

— tae se que estas aquí.

Mierda, mierda.

— ¿Hol..? — sentí que alguien se sentó en mi cama y me pare como un resorte en busca del interruptor.

— no tengas miedo tae...

Logré prender la luz y cuando volteo lo que vi me hizo pegar un grito de horror.

— ¿Puedes calmarte?

— ¡Ay mamá!, ¡el chupacabras! — grité con horror para salir corriendo a abrir la puerta de mi habitación.

Pero una mano me detuvo cuando toque el pomo.

Suspiré rendido y volteé.

— ¿Quién eres? — dije con un tono de voz firmé, aunque me temblaran las piernas.

Lo que había visto en mi cama, no se parecía a lo que estaba viendo en estos momentos al frente de mi.

— ¿Cambiastes de forma? — dije con voz temblorosa e incrédulo.

— si quieres puedo volver a la forma anterior.

Dicho eso, empezó a cambiar.

Mi corazón se aceleró más de lo que ya estaba.

Su piel se puso roja, le salieron cuernos, unos 6 ojos como parecido a los de una araña, colmillos afilados y patas como los de un hombre lobo... Si, definitivamente es el chupacabras o un feo pejelagarto.

— ¿eres el chupacabras?

— No — dijo con voz gruesa.

— ¿Que eres entonces? — Pregunté con temor.

— soy un demonio.

— uffs, por un momento creí que eras el chupacabras.

Me miró incrédulo

— te da miedo un chupacabras, pero un demonio, no?

Asentí.

— eres raro.

— ¿Eh? — me ignoro.

— oye, una pregunta.

Hizo un sonido con su boca y tome eso como un te escucho.

— ¿¡me puedes explicar qué haces en mi cuarto!?

— pues no podía llegar tocando a tu puerta, me hubieras azotado la puerta en la cara.

— ¿Como sabes que iba a hacer eso?

— ya lo confirmaste — me miró divertido.

— esto no es divertido.

— ¿Porque no?

— porque no y ya — me crucé de brazos.

— ah, sería más divertido si te asustara verme así, pero veo que ni te inmuta.

Me encogí de hombros aún con los brazos cruzados.

— deberías cambiar de forma — le sugerí.