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El premio.

AU

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Capítulo I

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Kazuto nunca supo que fue lo que lo golpeó

En un momento, el general estaba secándose el sudor de la frente con la manga de su oscuro uniforme, fruto del viaje agotador, o quizás del clima que azotaba la tierra, nunca lo supo, al minuto siguiente, se encontraba tendido de espaldas en suelo levantando una nube de polvo a su alrededor.

Asuna lo había derribado con tal facilidad que parecía increíble de creer. Literalmente.

La joven había observado toda la situación desde su escondite, esperado con paciencia a que él se quitara el casco. Luego, había dibujado un círculo muy alto por encima de su cabeza, con la fina tela de cuero. La pequeña piedra que particularmente escogió, se encontraba en el centro de la improvisada honda y había cobrado tanta velocidad que era imposible seguirla a simple vista. El sonido que emitió el cuero al cortar el aire, fue similar al rugido de una bestia en agonía. Sin embargo, su objetivo estaba muy alejado como para oír el fúnebre silbido, pues ella se hallaba oculta en las sombras huidizas del sendero, en lo alto del paredón que cubría su hogar, mientras que él estaba mucho más abajo, junto a la base del puente levadizo de madera a unos treinta metros, según sus cálculos.

El soberbio general del Dark Territory resultó ser un blanco muy sencillo; con su pomposa armadura negra y su aspecto imponente era dificil no verlo desde esa altura, la claridad que lo rodeaba lo ponía en evidencia con una facilidad sorpendente. ¡Si hasta parecía que las diosas se lo habían ofrecido en bandeja!. El hecho de que también fuera el líder de los infieles, que trataban de robar las posesiones de su familia había endulzado su concentración. En su mente, aquel hombre se había convertido en Goliat.

Mientras que ella, Asuna, era David.

Pero a diferencia del Santo héroe de la antigua leyenda, no tenía intenciones de matarlo. De haber sido ese su objetivo, hubiera apuntado directo a su sien. No, Asuna solo quería golpearlo y por esa razón habia escogido pegarle en la frente. Tal vez le había ocasionado una herida que tardaría algunos días en cicatrizar. Pero estaba bien, sería una especie de recordatorio por la atrocidad que acababa de cometer tras ese lúgubre día de la victoria.

Los infieles del Dark Territory estaban ganando esa batalla. En una hora, o quizás dos, irrumpirían dentro del castillo y reclamarían como propia aquella fortaleza. Su hogar.

Asuna comprendía que eso era inevitable. Los pocos soldados de Centoria que quedaban vivos, se encontraban en una desfavorable desigualdad numérica contra los uniformados vestidos de negro. La única alternativa lógica que les quedaba era emprender la retirada. Sí, era ineludible, pero no declararía la derrota sin dar su propia última batalla.

Ese general vestido en sombras era el cuatro hombre que Iskahn, gobernante del territorio enemigo, le había enviado como reto, durante las ultimas tres semanas para apoderarse de su fortaleza.

Los tres primeros lucharon como niños, recordaba a uno en especifico, de rostro de querubín y cabello ligeramente largo, se había pavoneado ante ella exhibiendo sus logros ante la larga eperiencia miliat que poseía... Asuna, simplemente tomó una flecha de su aljaba y lo envió de vuelta a Obsidian con la flecha clavada en el trasero. Y al parecer sus soldados eran igual de ineptos que él, pues salieron huyendo tras su señor bañados en vergüenza.

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