1. Una historia inconclusa

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Lee Donghae siempre supo que su cariño por Lee Hyukjae era más del que debía sentir.

Lee Hyukjae era... una persona idealizada en su mente, un amor imposible, una esperanza, un sueño inolvidable, una historia inconclusa ; una historia que quizás no tuvo que comenzar jamás... porque al final, sólo podría sentir el dolor de la caída que al principio fue demasiado ciego como para prever.

Ya era un buen tiempo desde que el contacto entre los dos se reducía a un correo electrónico enviado cada cumpleaños. Ésta era una tradición que durante nueve años no había quedado en el olvido, pero ya no era lo mismo que antes. Ya no.

El tiempo, la distancia, la evolución de una mente de niño a la de adulto, el cambio de intereses, las ocupaciones y obligaciones, el olvido... alejaron a aquellas dos personas de una manera que iba más allá de la distancia física que siempre los separó.

Esta es la historia. Estos son los sentimientos de Lee Donghae por una persona que sin haberlo esperado, fue una de las más importantes para él, la única e inolvidable persona de su existencia. Una persona que se colaría tan profundo en su ser que sería imposible de arrancar, y para cuando se dio cuenta de ello, ya era demasiado tarde.

Todo empezó a fines del dos mil tres a través de un medio no muy común por esos tiempos, pero que, sin embargo, crecía más y más abriendo sus puertas a nuevas experiencias que prometían romper cualquier límite. Por esos tiempos, Donghae recién picado por el pequeño aguijón de la curiosidad, se dedicó a explorar las redes sociales que le ofrecía ese nuevo y alucinante mundo llamado internet. Él quería conocer personas que no lo juzgaran por su apariencia, por sus miedos, por sus inseguridades que se arremolinaban bajo su piel cada vez con más fuerza a sus cortos trece años.

Y entonces, conoció a Hyukjae un día que no podía recordar con exactitud, en una sala de conversaciones en línea. En cuanto vio su nombre de usuario, sintió simple curiosidad de saludarlo. Llámese destino, llámese como sea que el mundo quiera, ese día encontró a Lee Hyukjae. Y sabe Dios que desde el primer instante en el que habló con él, Donghae sintió que él era una persona especial.

Y no se equivocó...

Hyukjae era del Norte del país, Donghae del Sur. Separados por más de mil kilómetros de distancia; más de veinte horas viajando por tierra. Pero esa distancia, solo hacía más fuerte la conexión entre los dos, y más fuerte su cariño por el otro.

Eran dos chicos de sólo trece años para ese entonces. La vida de Donghae no era demasiado emocionante a su parecer y estaba en una edad en la que los miedos comenzaban a surgir. Preguntas, temores, inseguridades que nacían en lo más profundo de su mente y se quedaban allí, escondidos, esperando el momento oportuno para aparecer y abrumar por completo su cabeza.

Y de pronto, este chico, Hyukjae, llegó para darle color a su vida, llegó sin juzgarlo, aceptando las diferencias abismales entre los dos y demostrándole que con una poco de confianza se podía forjar algo fuerte como era la amistad. ¡Dios! Qué especial era, cómo se entendían, qué manera de escribirse palabra tras palabra a través de una pantalla durante horas interminables.

Había ocasiones en las que Donghae incluso anhelaba llegar a casa sólo para poder escribirle a él. Conversaciones en las cuales dejaban expuestos sus ideales, sus sueños, sus pensamientos, sus emociones, sus problemas personales. Había cosas de Hyukjae que sólo Donghae conocía, y viceversa. La confianza que se profesaban era digna de una verdadera amistad, sin importar las distancias y el pequeño detalle de que no se conocían.

La amistad que se había forjado entre los dos, superaba el hecho de que jamás se habían visto, ni oído sus voces, ni sentido sus aromas, ni perdido en los ojos de otro. Pero Donghae sabía cómo era Hyukjae. Una pequeña y austera colección de fotografías de él había en algún lugar oculto de su ordenador. Fotografías donde la sonrisa de Hyukjae era lo que más le gustaba. Sus labios carnosos. El color marrón de sus ojos. Su piel blanca. Su pelo que había pasado por varios colores a lo largo de los años. Todo estaba grabado en su memoria.

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