3. Dos caminos que no se cruzarían

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Mentiría si dijera que no se removía en su interior un sentimiento que creyó enterrado junto a los años del pasado. Pero al estar en ese lugar aquella esperanza que parecía tan dormida en su interior, abrió suavemente sus ojos, alzó su cabeza y observó todo con ilusión y expectación.Salió de la estación del metro a eso del mediodía. El calor abrasador del sol quemaba la piel de sus antebrazos y su rostro.Se acomodó unas gafas de sol sobre el puente de su nariz mientras avanzaba por las aceras de la ciudad al tiempo que arrastraba su maleta y se cruzaba la correa del bolso por el pecho para no perderlo.En un papel llevaba anotada la dirección del que sería su nuevo departamento pagado con los ahorros que su antiguo trabajo le había permitido. Aún cuando ya había visitado el departamento cuando firmó el contrato del arriendo, no se ubicaba bien en la ciudad y no estaba seguro si podría recordar las calles.Además de la dirección de su departamento "nuevo", llevaba en algún lugar de sus pertenencias... otra dirección... Está bien, la llevaba en algún lugar así como en el bolsillo más pequeño de la cara interior de su bolso. Pero era algo ilógico realmente, pues aquella dirección era la que sabía había tenido esa persona hace muchos años atrás, cuando vivía con sus padres y lo más probable era que él no siguiera allí... era la dirección a la que había enviado una carta una vez hace diez años...Sacudió su cabeza para despejarla de esa oleada de pensamientos que oscilaban desde ir y averiguar si él seguía viviendo allí, hasta imaginar, para variar, el momento en que se cruzaran sus caminos. No. Sacudió su cabeza otra vez decidido a no distraerse. Ya no más.Caminó por lo que le parecieron largos minutos, temiendo haberse perdido mientras su piel comenzaba a surcarse de pequeñas gotitas de sudor, hasta que por fin dio con el antiguo y un tanto desgastado edificio en el que viviría de ahora en adelante. Suspiró con alivio mientras se acercaba y rebuscó las llaves en su bolso cuando estuvo frente a la puerta del treinta y dos.Cuando entró, no muchas cosas llenaban el lugar. Sólo lo imprescindible y en mayor parte el departamento dejaba espacios vacíos sin decoración ni amueblado. Pero el arriendo había sido con lo esencial: cama, mesa, cocina y un sofá que estaba arrinconado a una pared.Aquel usado departamento y su nuevo trabajo, era todo lo que necesitaba en la famosa ciudad de Seúl.***_ Espero que no sea mucha dificultad para ti, pues supe que este es tu primer trabajo como profesor a cargo de un curso. – Hablaba con rapidez un hombre que debía bordear los treinta y cuyo monólogo brotaba al ritmo de sus apresurados pasos que eran seguidos por Donghae con esfuerzo. – No te preocupes, la recomendación que recibimos de ti nos dejó muy esperanzados de que harás un buen trabajo. El curso no es problemático, salvo dos o tres niños, como es lo común.Donghae caminaba y asentía mientras intentaba procesar todas las palabras. El colegio ya lo había visitado una vez anterior cuando acudió a su entrevista, pero ahora le parecía mucho más grande e imponente. Estaba nervioso, eso no lo podía negar. Pero a sus veintiséis años, ya era tiempo de desplegar sus alas y demostrar sus capacidades.El hombre que lo guiaba, Park Jung Soo, era el director del colegio. Lo condujo hasta la sala de profesores donde sólo habían unos cuantos docentes más preparándose para comenzar esa jornada académica. Donghae los saludó brevemente con una inclinación de cabeza a la que los otros respondieron cortésmente. Mientras, Park le seguía parloteando y haciendo recomendaciones acerca de los alumnos._ Y luego del almuerzo, el día lunes, miércoles y viernes, los alumnos de primaria tienen actividades extra programáticas como canto, danza, pintura, actuación o deportes. Esos mismos días la jornada de la tarde también tiene las mismas actividades. Eso es para mantener la creatividad y buen rendimiento de los niños en el estudio.Tras unos eternos minutos más, el hombre lo dejó libre para comenzar con su primer día de trabajo, diciéndole antes de separarse de él que debía acudir a su oficina al final de su jornada para terminar con el papeleo de su contrato.Resultó que en cuanto ingresó al salón 2-B, los alumnos se quedaron en silencio automático. No sabía si los niños realmente estaban bien educados, le tenían miedo, o sólo estaban sorprendidos de ver por primera vez a su nuevo profesor a cargo. Sonrió con complacencia y luego de presentarse, comenzó con la clase.El día transcurrió normal y sin demasiados altercados. A las tres de la tarde terminó la jornada y Donghae luego de despachar a los niños del salón, se dirigió hasta la oficina del director, como él le había indicado.Se sentía satisfecho al ir caminando por el pasillo, pues al fin sentía que tenía lo que necesitaba en su vida: un trabajo estable, un hogar... y sentirse realizado como persona. En esa pequeña parte que le hacía falta, no quería pensar, por lo que la dejó oculta en algún lugar de su interior.Al llegar frente a la puerta del director, golpeó la madera con sus nudillos suavemente aún cuando escuchó voces en el interior de la oficina. Entonces se alzó la voz de Park Jung Soo amortiguada a través de la puerta para decirle que esperara.De modo que esperó de pie junto a la ventana de en frente a que él se desocupara.Abrazaba la carpeta con sus documentos personales mientras miraba el patio central el cual en esos momentos estaba vacío, pues los alumnos de la jornada de la tarde estaban ya en clases.La puerta de la oficina se abrió y Donghae se volteó._ Tráeme la planificación del trimestre dentro de esta semana, ¿De acuerdo? –Le dijo el señor Park a un hombre joven de cabello negro. Era un poco más alto que Donghae, pero él no podía verlo mejor debido a que se encontraba de espaldas al pelicastaño._ Claro que sí, antes del viernes lo tendré listo. Hasta luego, señor Park. – Respondió el hombre haciendo una suave venia._ Hasta luego, Hyukjae. –Respondió.Hyukjae, Hyukjae.¿Cuántos Hyukjae podrían existir? El corazón de Donghae dio un salto en cuanto escuchó ese nombre. Y miró la espalda de él alejarse._ ¡Ah, Donghae! –Exclamó el señor Park– Adelante, pasa._ Sí. –contestó Donghae volviendo a mirar a Park pero con su mente alejándose a la velocidad de la luz. Suspiró antes de atravesar el pasillo para entrar en la oficina, negando un poco con su cabeza debido a su desliz.Pero antes de entrar en la oficina, dominado por la curiosidad e intriga, giró tímidamente su cabeza en la dirección que aquel joven hombre se había marchado. Y entonces lo vio.El aire se quedó estacando en sus pulmones mientras sus ojos se abrían al máximo; un estado similar al que se encontraba aquél hombre que se había detenido y volteado hacia Donghae apelando a una antigua tradición, y lo miraba atónito.Era el mismo rostro que Donghae reconocería aunque pasaran mil años. Eran las mismas facciones que había memorizado durante toda su juventud. Era su sueño personificado. Era el mismo Hyukjae al que él conocía...Era su Hyukjae.Donghae se quedó boquiabierto a medio entrar a la oficina. En ese momento desapareció todo. Todo a su alrededor. Ni siquiera oyó lo que Park Jung Soo le estaba preguntando. Sólo podía tener en su campo de visión a aquel hombre... a aquél hermoso hombre que sólo en sus sueños había aparecido, que sólo en fotografías había visto, pero que ahora estaba allí, a un par de metros de él, al alcance de una zancada, al alcance de sus brazos. Y, sin embargo, no pudo moverse. Mucho menos pudo pronunciar palabra.Sus ojos eran su único sentido alerta. Su cerebro no envió ninguna otra orden a su cuerpo más que observar a aquel joven que se encontraba en su misma condición. Incluso sus oídos estaban bloqueados por el zumbido de la presión arterial ascendiendo hasta el cielo._ ¿Se conocen? –Oyó Donghae decir al director a través del zumbido de sus oídos._ Pues... pues... -Balbuceó el pelicastaño._ Dios, Donghae ¿Está bien? –las manos de Park se posaron en sus hombros y lo giraron a la fuerza hacia él. Su rostro pálido, como si hubiese visto a un fantasma en vez de alguien de carne y hueso.Debía estar soñando... o finalmente se había vuelto loco. No había otras explicaciones posibles._ Donghae, ¿Me escuchas? Rayos, ¿Qué le pasa?... Será mejor que dejemos nuestra reunión para después. Oye, Hyukjae... ¡Hyukjae! ¿Qué les pasa a ustedes? –Preguntó preocupándose en serio del estado del pelicastaño.Los ojos vidriosos de Donghae y su rostro pálido eran para alarmar. Hyukjae se acercó un poco, abriendo y cerrando los labios pero sin decir nada._ Donghae –Dijo finalmente aquél Hyukjae que era su Hyukjae. Su voz era tan suave pero llegó a los oídos de Donghae como si hubiese sonado una campana a su lado, alterándose su corazón. El pelicastaño se giró hacia él.- De verdad eres tú... –Susurró. No era una pregunta.Donghae lo miró recorriendo con sus ojos cada facción de su rostro. Era tan hermoso. El pelicastaño se mordió el labio para contener las ganas de llorar, no sabía si por la emoción o por la angustia de tenerlo allí y no ser capaz de abrazarlo, de tocarlo. Negó con su cabeza para alejar su aturdimiento._ Señor... Park –Dijo Donghae con un hilo de voz– Será mejor que...que..._ Que nada... –Murmuró Hyukjae rodeando el cuerpo de Donghae con un brazo. Lo condujo hacia una silla que acercó Park–. Siéntate aquí... –Susurró– Hae...Park Jung Soo sirvió un vaso de agua y se lo tendió a Hyukjae quien se lo acercó a Donghae con dulzura. El pelicastaño alzó su vista, el color volviendo a sus mejillas y sus ojos alucinados enfocándose en los de Hyukjae tan brillantes observándolo con preocupación, ansiedad y algo más. ¿Seguro que no estaba sumido en un universo paralelo o algo así?_ Lo siento, señor Park. –Murmuró Donghae dirigiendo su vista hacia el hombre frente a ellos mientras tomaba el vaso en su mano un poco temblorosa.Park negó con la cabeza restándole importancia. Luego de unos segundos de silencio, Donghae se puso de pie._ Bueno, yo había venido a dejarle estos documentos – Alzó la voz el pelicastaño lanzando algunas miradas de soslayo a Hyukjae. Le entregó a Park la carpeta que había estado aferrando entre sus brazos.Jung Soo asintió._ Me quedaré con esto y dejaremos la reunión para otro momento. Ve y descansa ahora. –Dijo el director.Unas cuantas disculpas más de Donghae por haberse puesto mal y el pelicastaño salió disparado por la puerta seguido por un Hyukjae que se había negado a quedarse a atrás e impedido de ver a Donghae con sus propios ojos.Donghae caminó primero sin voltearse a ver a Hyukjae, pero sabía perfectamente que el otro estaba justo detrás de él, siguiendo sus pasos.Llegaron al pasillo que conducía al gimnasio y que a esas horas estaba vacío. Donghae se volteó y miró a Hyukjae. Realmente no sabía cómo reaccionar._ No puedo creer que estés... aquí. –Murmuró Hyukjae casi tan aturdido como Donghae._ ¿Trabajas aquí? –Preguntó el pelicastaño, con voz insegura, tentativa, tímida._ Sí, hago clases de baile..._ ¡Ah! Tú haces las clases... las clases de baile. Me alegra que hayas seguido ese camino._ Sí... tú me apoyaste, ¿Recuerdas?¿Que si recordaba? ¡Claro que recordaba! Donghae sintió la rabia que había estado hibernando dentro de él fluyendo por sus venas. ¿Ese era el sentimiento que esperaba tener cuando lo encontrara? Cuando encontrara a Hyukjae..._ ¿Y tú, Hyukjae? ¿Recuerdas? –Preguntó entre dientes.Hyukjae, con su piel blanca, sus ojos oscuros y escrutadores, su cabello negro sedoso y brillante haciendo un hermoso contraste con su piel, lo miraba con los labios fruncidos._ Claro que recuerdo. Te dije que no olvidaría._ ¿Sí? No parece que hayas cumplido con tu palabra.Silencio otra vez.En ese momento la campana que anunciaba el descanso sonó retumbando en los pasillos. A los pocos segundos los niños más pequeños de la jornada salieron corriendo de los salones, haciendo ruido y sacándolos a los dos de una burbuja que había sido creada de manera inconsciente entre los dos.Ambos se vieron rodeados de alumnos que avanzaban por el pasillo, y fueron poco a poco separados por la masa. Donghae no fue capaz de decir nada más. Negando con su cabeza suavemente, dedicó una última mirada a Hyukjae y se volteó, alejándose y mezclándose con los cuerpos más pequeños de los estudiantes, dejando a Hyukjae allí plantado. Huyendo porque no podía soportar más la desbordante necesidad de encerrarse en un cubículo del baño y llorar.Mientras sus oídos se bloqueaban del ruido, y sus pasos lo conducían a cualquier parte, Donghae simplemente pensaba que no podía ser eso cierto. Tantas veces había fantaseado con el primer encuentro entre él y el amor de su vida, ¡Tantas veces! Eran tantas que podría ir y volver a la luna contando sin parar.Pero jamás había soñado un primer encuentro de esa manera. La imagen de Hyukjae, de su mirada, el olor de su perfume, el sonido glorioso de su voz. Todo en él era mucho más maravilloso que lo que había imaginado.No había habido un abrazo de alegría, ni risas ni sonrisas, ni tampoco sentimientos de felicidad desbordantes. Más estaba sorprendido, alucinado, y luego angustiado y dolido. Si sentía felicidad, entonces esta quedaba taponeada por las heridas que no habían sanado. Donghae no sabía la dimensión de su dolor hasta ese momento, cuando lo vio frente a él, y la sensación de estar ante un desconocido había sido intensa y desesperante.Cuando esa noche Donghae se encontró bajo el edredón de su cama y la brisa de verano que ingresaba por la ventana ligeramente abierta acariciaba su rostro, no encontraba el modo de cerrar los ojos y conciliar el sueño. Con su mirada perdida en algún lugar del techo, su mente lo trasladó a dulces tiempos de juventud mientras algunas pequeñas lágrimas se deslizaban por su cara humedeciendo la almohada.Donghae se dio cuenta esa noche que no había habido un minuto en su vida en el que Hyukjae no haya estado allí a la espera.Ahora había conocido al hombre de sus sueños. Estaban tan cerca al fin... pero al mismo tiempo estaban lejos. Lejos como nunca antes.***El avance de las semanas había tenido a Donghae con el alma en un hilo pues no había modo de escapar totalmente de él. Hyukjae y él cruzaban miradas en los pasillos, en la salida del colegio, en la sala de profesores o fuera de la oficina del director Park. Pero no habían vuelto a intercambiar palabras. Sin embargo, cuando se veían, parecía que mil cosas estaban allí tras sus labios listas para ser dichas, pero el silencio parecía una mejor opción. Una cobarde opción, pero una segura.Aquél día, durante el consejo de profesores de los jueves, Donghae no pudo despegar los ojos de Hyukjae aunque hubiese querido. Se veía atractivo envuelto en una chaqueta de cuero y jeens oscuros que era difícil no distraerse. El tiempo que no desviaba sus ojos hacia él, se centraba en revolver sus manos, enredar sus dedos y jalar los cueritos de las puntas de éstos, sin escuchar para nada los informes de los demás profesores.Ya no quería más esa situación. Donghae necesitaba hablar con Hyukjae al precio que fuese. Y al terminar el consejo, no sólo el pelicastaño creía que ya era hora de poner las cartas sobre la mesa, pues se encontró con un Hyukjae que lo esperaba afuera del establecimiento.Donghae vio su figura recortada contra el atardecer mientras esperaba a que el resto de los docentes salieran para ir a casa.Ambos avanzaron hasta encontrarse a un par de metros del otro. Estaban afuera del colegio mientras la noche caía sobre ellos, pero en un acuerdo mutuo y silencioso decidieron caminar lento hacia un lugar un poco menos expuesto y se detuvieron en las escalinatas de la catedral a una calle del colegio. Se sentaron en los escalones.Ambos guardaron silencio durante interminables minutos. Ninguno sabía cómo empezar._ ¿Has estado bien? –Preguntó Hyukjae con voz suave. Y tal como cuando la escuchó por primera vez, Donghae la sintió golpeando sus oídos y su corazón como una fuerte campanada. El pelicastaño se encogió de hombros._ Supongo que sí. –Murmuró mirando hacia las pocas personas que caminaban por la acera, pero sin ver a nadie realmente._ Hae. –Lo llamó Hyukjae con la intención de que Donghae lo mirara. Y así lo hizo el pelicastaño. Giró su cabeza hacia él y se observaron durante unos segundos–. Quizás ninguno de los dos imaginó estar así si llegábamos a conocernos._ ¿Así de incómodos, dices tú? –Preguntó con un poco de sorna, Donghae mirando otra vez hacia el frente. Se mordió el labio al ver que dejaba aflorar inevitablemente las ganas que tenía de darle un golpe a Hyukjae y luego de abrazarlo. Sentimientos contradictorios que se arremolinaban en su interior rápido y sin detenerse._ Sí, eso es lo que digo. –Replicó Hyukjae–. Hae...–Volvió a llamarlo–. Yo nunca te he olvidado. –Murmuró–, pero cada uno tenía que seguir con su vida, ¿Verdad?_ Sí. Es verdad. –Dijo Donghae condescendiente, pero se mordió los labios como consecuencia de que en su mente, afirmar aquello era una gran mentira. Él no lo había sacado de su vida, aún cuando lo intentó millones de veces. Donghae no lo pudo soportar y tuvo que decir lo que realmente había estado queriendo decir–. Pero... a diferencia de ti, yo nunca pude estar con nadie, Hyukjae. Es como si... te buscara todo el tiempo, como si quisiera encontrar a alguien como tú, alguien que luciera como tú, alguien que se pareciera a ti por dentro y por fuera. –Donghae se vio abatido. Revelando en sus palabras sus sentimientos verdaderos. Cerró los ojos y empuñó sus manos a ambos costados de su cuerpo. Hyukjae lo vio con angustia mientras su corazón se aceleraba.– ¡Te estaba olvidando, Hyukjae! Creí que estaba dejándote ir de una buena vez... dejando ir esta...cosa... enferma... que me une a tus recuerdos como un loco._ ¿Cosa enferma? –Preguntó dolido– Antes lo llamabas amistad, Hae..._ ¡Pero eso era antes! –Estalló Donghae, sus ojos brillando debido a algo más que la luz de las farolas–. Antes, cuando todo era color de rosa, cuando todo era perfecto y no te habías olvidado de mí._ ¡Pero no me olvidé de ti, Donghae!, te lo dije, nunca te he olvidado._ Eso no sirve. No hiciste nada por salvar nuestra amistad._ ¡Nos estábamos haciendo daño, Hae! Cuando fuimos creciendo no sólo era más fuerte nuestra amistad, era también más dolorosa porque estábamos lejos. Ambos la dejamos ir..._...Siempre te hablaba, te buscaba esperando que las cosas fuesen como antes. Pero no veía interés de tu parte. Yo nunca te dije que quería dejar ir nuestra amistad. Creí que te había dejado claro que no te olvidaría, pero al parecer creíste que sólo eran promesas de niño. ¡Pues déjame decirte que no lo eran! ¡Eran la verdad!Silencio._ Después de esa vez... esa vez que te dejé plantado y por lo cual me sigo sintiendo un idiota, yo necesitaba que tú dijeras... quería saber que me querías como antes._ Por Dios, Hyukjae, debes ser tonto. ¡Te repetí mil veces que te quería! Dime, ¿Que más querías que te dijera? ¿Que he estado enamorado de ti toda mi puta vida...?Silencio. Absoluto, incómodo y torturante silencio.Donghae se dio cuenta de lo que había dicho. Las palabras se quedaron estancadas en su garganta y el aire quedó preso en sus pulmones. Antes de cerrar los ojos queriendo desaparecer con todas sus fuerzas, logró ver la expresión sorprendida de Hyukjae. Se tomó el puente de su nariz con sus dedos índice y pulgar y suspiró._ No, es decir, no es eso lo que quise decir. –Balbuceó Donghae. Luego, cuando volvió a hablar, lo hizo con la voz suave, rota. Se puso de pie–. ¿Sabes?, mejor dejamos esto hasta aquí._ No, espera. –Hyukjae lo tomó del brazo para que no se fuera._ Déjame, ¿sí? Asumamos que las cosas cambiaron, Hyukjae. Por favor, déjame.Donghae se soltó de su agarre. Se volteó dispuesto a irse y así no seguir descargando su ira contenida en Hyukjae, su frustración, sus sentimientos y su dolor que durante años estuvieron guardados en algún lugar de su ser. ¿Hyukjae se daría cuenta de lo dolido que él estaba? De lo herido que se sentía al verlo y darse cuenta de que seguía queriéndolo con todo su corazón._ Quizás...La voz suave de Hyukjae otra vez, detuvo sus pies como anclas al piso._ Quizás es un poco tarde ahora, pero soy yo el que debió decirte antes que he estado enamorado de ti toda mi puta vida. –Murmuró Hyukjae sonriendo con amargura, utilizando las mismas palabras que él–. Yo también pensé que te había olvidado, pero en cuanto te vi, Donghae... Por Dios –Se pasó los dedos por el pelo hasta su nuca, acentuando con este gesto su frustración y exasperación ante todo–. No pude evitarlo, Hae. Simplemente supe que mis sentimientos por ti no han cambiado... y que ahora... son diferentes, son más fuertes y más profundos...Donghae estaba estático. Hyukjae estaba diciendo que... ¿Que lo había amado...? ¿Siempre?_ Lo siento, Hae. Lo siento por haber sido un cobarde y haber esperado hasta ahora para decirte esto... de todos modos a estas alturas ya no hay nada que perder... pero quisiera pensar que hay mucho que podemos ganar...Donghae no se dio cuenta de inmediato que el picor en sus ojos era debido a las lágrimas. No fue hasta que se llevó la mano a los ojos que notó la humedad. Se volteó lentamente, pero sólo pudo ver la espalda de un Hyukjae que se alejaba a paso derrotado. Y su corazón y su cabeza bombearon con fuerza ante esta visión. Sin embargo, fue incapaz de moverse o decir algo para detenerlo. Cerró los ojos. Quiso creer que eso era un sueño o una pesadilla quizás. Lo que siempre fue su anhelo más profundo acababa de ocurrir como si de magia se tratara. ¿Pero, ahora? Ahora que eran dos desconocidos cuya amistad, que si bien los unió hace muchos años, ya no existía.Donghae se preguntó si encontraría la fuerza para aceptar a Hyukjae con la seguridad de que esta vez no se separarían. Y en cuanto Donghae vio al hombre desaparecer, supo la respuesta.Supo que jamás había podido dejarlo ir... y que jamás podría hacerlo.Donghae estaba herido, dolido por cómo había terminado la cosa más importante y especial de su vida. Pero ¿Realmente había terminado? ¿O acaso podría volver a empezar?***Donghae se había quedado todo el día en el colegio preparando sus clases y la actividad para el día siguiente. Su concentración no estaba en óptimas condiciones. No hacía más que pensar en Hyukjae... pero no pensar en el Hyukjae de antaño, sino en el Hyukjae de ahora; el que lo miraba con ojos tristes cuando se cruzaban las miradas en uno que otro pasillo del colegio; el que le hacía preguntarse si su mirada luciría tan triste como la de él; el que le hacía desear terminar con toda esa tortura y aferrarse a su pecho sin mesura.Suspirando, el joven profesor se levantó y preparó un café en el pequeño mesón de una esquina. Mientras revolvía su taza esperando a que se disolvieran los cristalitos de azúcar, escuchó la campana que anunciaba el término de la jornada de la tarde. Alzó la vista a través de las persianas de la sala de profesores a la cual iban ingresando los docentes que habían terminado con sus clases por ese día. El sol se escondía y el cielo estaba teñido de matices anaranjados y brillantes, lo que le recordaba a Donghae que era una hora prudente para marcharse a casa.Sin embargo, no fue en el refugio de su departamento en el que pensó estar. Más bien recordó que ese día era viernes y que quizás habían otros planes inmediatos un poco más atractivos que sólo ir a casa.Mordiéndose el labio, observó el remolino que se había formado en su taza y que daba infinitas vueltas mientras él intentaba descifrar qué era ese sentimiento de querer arriesgarse, aventurarse, dar un paso más allá de su remordimiento. El paso que separara la tortura de la libertad. Soltó la cucharita en la taza, y dejó el remolino allí, jugueteando y desprendiendo el característico aroma amargo y dulce del café. Se irguió y aventuró con pasos apresurados y decididos fuera de la sala, hacia el pasillo, caminando entre los estudiantes que se marchaban ya a casa.Él sabía hacia el lugar que sus dominantes pies lo estaban conduciendo. Se detuvo frente a la puerta del gimnasio a través de la cual todavía salían grupos de alumnos, sonrientes y alegres después de una clase extenuante de baile y diversión. Salían y salían alumnos hasta que de pronto aquél fluyente amainó. Y Donghae supuso que ya todos los alumnos se habían marchado. Él no sabía muy bien cómo proceder... si simplemente esperar, esconderse, o bien, aventurarse hacia el interior que le ofrecía esa puerta metálica.Optó por esperar un poco más, pero entonces cuando pasó demasiado tiempo, comenzó a preguntarse si él estaría allí adentro o no.Abrió la puerta con sigilo y suavidad. Y entonces lo vio mientras el volumen del estéreo dejaba sólo un murmullo de instrumentos musicales a la escucha. Hyukjae estaba sentado en las gradas, sus codos apoyados en sus rodillas, sus manos entrelazadas, su cabeza gacha y hundida entre sus hombros. Se veía derrotado, cansado, o angustiado quizás. Y Donghae tuvo que contener el impulso de correr a abrazarlo con todas sus fuerzas. Lo observó un poco mientras el chico pelinegro aún no se daba cuenta de su presencia. Y estaba decidiendo qué hacer, qué decir, cuando Hyukjae alzó la vista hacia él.Se miraron durante varios segundos que se transformaron en minutos. Eternos minutos de perderse, al fin, en los ojos del otro.Tras una eternidad, Hyukjae se puso de pie y estiró su mano hacia un lado para girar la perilla del volumen del estéreo, subiéndolo progresivamente hasta que se convirtió en una electrizante conexión entre los dos; no lo suficientemente ensordecedora, no lo suficientemente alta como para evitar oír sus voces.Y entonces el hombre comenzó a bailar la suave música... A bailarle a él. Y las mejillas de Donghae enrojecieron como siempre creyó que lo harían si llegaba a ver a Hyukjae algún día. Es como si esa fuese la primera vez que se encontraban, dejando atrás las discusiones y recriminaciones, el dolor, las heridas.Donghae lo vio moverse con soltura y una gracia sin igual. Sus músculos tensándose y volviéndose a aflojar una y otra vez. Los ojos de Hyukjae estaban clavados en él. Su boca soltaba cálidas respiraciones que para Donghae eran como un dulce hechizo. El pelicastaño se acercó con pasos dudosos y tímidos, pero al final fueron sólo un par de metros los que se interponían entre ellos, una distancia no justificada en la inmensidad de aquel gimnasio._ Ven. –Le dijo Hyukjae estirando su mano hacia él. Donghae dudó al principio, pero no pudo evitar responder a ese llamado de su cuerpo. En cuanto tocó la mano de Hyukjae, éste cerró los dedos en torno a su muñeca y jaló de él con firmeza para acercarlo a su cuerpo. Rápidamente Hyukjae vio cambiar el color de las mejillas de Donghae.– Baila conmigo, Hae._ ¿Qué? – Susurró Donghae mientras sentía las manos de Hyukjae posarse en su cintura. Sin mentir ni exagerar, Donghae creyó que sus rodillas fallarían y que terminaría por desmayarse.– Yo no sé bailar, Hyukjae._ Pero yo sí. –Murmuró sin despegar sus ojos de los de él.– ¿Quieres que te enseñe? –Preguntó suavemente inclinando su cara hacia él.Donghae sólo asintió embelesado e incapaz de pronunciar palabra. Y fue así como, reforzando el agarre en su cintura, Hyukjae lo apegó más a su cuerpo mirándolo a los ojos todo el tiempo. Comenzó a moverse al ritmo suave de la música, empujando a Donghae suavemente con las ondulaciones de su cuerpo hasta que las caderas de Donghae comenzaron a moverse solas y con suaves vaivenes de un lado a otro. Hyukjae sonrió complacido y encantado por la gracilidad de aquel cuerpo que se complementaba tan bien con el suyo.Más pronto de lo que ambos hubiesen esperado, la canción menguó hasta extinguirse por completo. El silencio reinó entre los dos, y sólo interrumpían la paz sus respiraciones que hacían vibrar el aire que los separaba. Pero ellos, aunque dejaron de moverse con la música, se quedaron en esa posición, tan cerca como les era posible, sin dejar de mirarse.Entonces Hyukjae inclinó de manera tentativa y un poco temerosa su cara hacia abajo. Y Donghae no pretendió ser tan arrebatado, pero la pasión que cargó por completo su cuerpo junto con todos aquellos deseos contenidos, el aroma masculino de Hyukjae, una mezcla alucinante de perfume y una pizca de sudor, su cercanía, el cosquilleo de su aliento, la serie de corrientes que recorrieron su cervical, fueron el detonante, provocando que Donghae se pusiera de puntillas, apretara un poco más los brazos de Hyukjae y que su boca fuera al encuentro de la de él con desespero y anhelo.Y Hyukjae recibió con gusto su boca con la misma intensidad y pasión. No era ese clásico beso suave que se espera tener la primera vez. Era un beso lleno de ansiedad por el otro, de desenfreno y de arrebato. Un juego de labios, saliva, lenguas y dientes. Amoldándose el uno en el otro con un amor irrefrenable y que para ellos era inolvidable.Hyukjae soltó sus labios y repartió suaves besos en su mejilla y su mandíbula. La piel de Donghae era tan suave, que deseaba probarla y sentirla más. Pero no podía perder la cordura. Se decía a sí mismo que debía contenerse aún cuando sentía la respiración de Donghae en su oído haciéndole cosquillas y enviando descargas a su cuerpo.Se separaron un poco para mirarse a los ojos. Ambas miradas llenas de emoción y brillando intensamente debido al deseo. Ambos sonrieron... sonrieron sin rastro alguno de sus anteriores enfrentamientos.Mientras se sostenían el uno al otro, el tiempo pareció detenerse. Sus corazones rebotaban en el pecho del otro sin ningún reparo y sus alientos se entremezclaban cálidos y vibrantes._ Creo que... –Comenzó a decir Donghae con un hilo de voz mientras sus mejillas enrojecían debido a lo que acababa de pasar. Desvió la mirada hacia la puerta un segundo-. Podría venir alguien en cualquier momento.Hyukjae iba a decir algo, cuando el carrito de la persona de la limpieza se oyó acercándose por el pasillo.Ambos se separaron de un salto antes de que la puerta del gimnasio fuese abierta por el carrito que empujaba una señora bajita que asomaba su cabeza por los costados para poder ver hacia dónde dirigirse._ Uh, eh... te veré luego... –Susurró Donghae–. Supongo._ Espera un momento, Hae...Pero el chico se alejó velozmente haciéndole una seña torpe con la mano, despidiéndose. Hyukjae sonrió con ternura al ver los rápidos y nerviosos pasos de Donghae perdiéndose a través de la metálica puerta del gimnasio.Donghae prácticamente corrió rumbo a la sala de profesores. Entró precipitadamente por la puerta agradeciendo que ya no quedara nadie en el lugar. Sólo él, su respiración agitada, el zumbido en sus oídos debido a la adrenalina disparada por las nubes, y su café enfriándose en la encimera.Donghae, intercalaba la euforia con la calma; la risa y la seriedad.Eso había sido... había sido mil veces mejor que todos los sueños a lo largo de los años. Mejor que cualquier fantasía creada en su mente como pasatiempo. No entendía cómo no se había derretido entre los trabajados brazos de Hyukjae que lo habían sostenido con tanta firmeza y posesividad.Sonrió. Cogió con manos torpes su bolso y su carpeta llena de exámenes por corregir, pero estaba girando en su propia órbita como para pensar en que el plazo para su entrega era en dos días.Se puso en marcha a casa aún sumido en su propia nube de incredulidad y por sobre todo, felicidad. No podía evitarlo. El mayor temor o quizás su mayor predicción se había confirmado. Esa certeza que decía que el día que viera a Hyukjae, ya no podría olvidarlo jamás en su vida, aún cuando eso ya lo sabía. Pero también estaba esa fantasía que siempre le había estado diciendo a gritos al interior de su cabeza, que si lograba estar entre los brazos de Hyukjae algún día o mejor aún, besar sus labios, caería enamorado sin remedio alguno. Pero quizás eso también ya lo sabía con anterioridad.El punto era, que ya no había vuelta atrás.Al salir del establecimiento, instintivamente miró para ver si Hyukjae andaba por allí preparándose para ir a casa, con la inocente esperanza de un adolescente de encontrarlo.Sin embargo, Hyukjae no estaba. De modo que caminó hasta su departamento que quedaba a cinco calles de distancia. Lo suficientemente cerca como para prescindir de tomar un autobús y lo suficientemente lejos como para dejar volar su mente y pensar.¿Qué pasaría ahora? Realmente no había quedado duda de los sentimientos que ninguno de los dos había sido capaz de enterrar a lo largo de los años. ¿Realmente funcionaría una relación entre los dos? Donghae enrojeció. Y al recordar lo que había pasado en el gimnasio se sintió lleno de vergüenza, pero su corazón no dejaba de latir feliz.Las vueltas que había dado la vida le decían que las cosas se habían entretejido justo de la manera que debían ser desde hace trece años; que cada error y cada acierto habían sido como debía ser. Si ellos se hubiesen conocido de otra manera, si hubiesen vivido en la misma ciudad, quizás nunca se hayan mirado siquiera con una pizca del amor que se desbordaba por sus ojos ahora. Las diferencias de gustos y personalidades nunca los hubiesen unido si ellos se hubiesen conocido bajo otras circunstancias. Pero el modo en que se habían cruzado sus vidas a través de una pantalla, había permitido que se comprendieran más allá de las diferencias.Quizás por primera vez Donghae se sentía agradecido de cómo había sido su travesía al encuentro de Hyukjae.Sin darse cuenta, el joven ya se encontraba frente a su desvencijado edificio. Subió las escaleras con parsimonia pues sus pies lo conducían por instinto mientras su mente estaba en otra parte.Al entrar a su departamento, encendió las luces, se quitó los zapatos y enseguida puso la cafetera para beber ahora sí de su café mientras trabajaba en corregir los exámenes. Encendió su ordenador mientras se acomodaba en su espacio, dejando desparramados los papeles sobre el sofá, la chaqueta sobre el respaldo de una silla y el bolso en el piso junto a su escritorio.El café comenzó a destilarse y un agradable aroma inundó el lugar. Cuando estuvo listo el café, se preparó una taza con mucha azúcar y se sentó frente a la pantalla de su ordenador. Dio un sorbo a su taza mientras se fijaba en una notificación de correo electrónico. Y al abrir su bandeja de entrada, por poco escupe el café que se había llevado a la boca.Era un correo electrónico de Hyukjae. ¡Ni siquiera sabía que todavía utilizaba ese correo! Su corazón se disparó hasta la luna incluso antes de ver su contenido.Abrió el correo. Y entonces pensó que se desmayaría del gusto."Estoy enamorado de ti hasta la medula. ¿Me darías una oportunidad, Donghae?"_ Que le... que le dé una oportunidad... –Susurró Donghae al aire– Idiota... por qué no me lo pregunta en persona–. Refunfuñó, pero una sonrisa radiante cruzó su rostro.Se puso a escribir una respuesta."Tonto. ¿Enviarme un correo es lo único que se te ocurrió?"Enviar.Dos minutos de espera y apareció una respuesta"No, no es lo único."_ ¿Mm? ¿Qué se supone que significa eso? –Murmuró Donghae con el ceño fruncido.Iba a escribir una respuesta para precisamente preguntarle a qué se refería, cuando el timbre de su departamento sonó haciéndole dar un respingo. Su corazón se desbocó y un presentimiento recorrió su cuerpo desde la cabeza a los pies.Se acercó nervioso a la puerta y justo cuando iba a mirar por el ojo mágico de ésta, un nuevo toque en el timbre le hizo saltar otra vez. Miró rápidamente y los nervios recorrieron raudos su cuerpo.Hyukjae estaba parado en su puerta._ Oh por dios... –Gesticuló Donghae antes de voltear su mirada y echarle un vistazo al estado de su departamento. Todo era un desastre y su café se enfriaba otra vez sobre el escritorio. Daba igual. Respiró hondo antes de sacar el seguro de su puerta y abrir.La puerta le rebeló la figura de Hyukjae, cortándole la respiración de lo hermoso que era. Mucho más que cualquier fotografía. Ambos se miraron a los ojos unos interminables segundos. Donghae desvió su mirada hasta la mano de Hyukjae y vio que sostenía su móvil que seguramente utilizó para enviar los correos._ Hola. –Dijo Hyukjae. Si estaba nervioso, no lo demostró._ Hola... –Respondió el pelicastaño.– ¿Qué haces aquí? –Negó con la cabeza un poco mientras se hacia un lado para dejarlo pasar–. Es decir, ¿Cómo supiste donde vivía?Escrutó a Hyukjae mientras entraba y lo vio observar el interior más bien desordenado y medio vacío de su departamento. El pelinegro se volteó hacia él con una sonrisa, pareciendo no importarle que el amor de su vida era muy desordenado en comparación con su maniático orden._ Ventajas de trabajar en el mismo sitio. Consigues la información que necesitas–. Respondió Hyukjae._ Ah... –Susurró el pelicastaño y luego se apresuró a despejar el sofá para que Hyukjae se sentara. Sí, estaba nervioso, y su corazón latía tan fuerte que creía que Hyukjae podía oír sus bombeos.Se giró hacia Hyukjae y lo encontró más cerca de lo que esperó. El pelinegro pudo ver sus mejillas sonrojadas profusamente y sonrió complacido sin saber que las suyas estaban en iguales condiciones._ No has respondido mi pregunta._ ¿Cuál?_ Ah, quieres que te la repita... –Dijo Hyukjae entrecerrando sus ojos en una mirada algo traviesa.Donghae torció su boca en una sonrisa. Se hizo un poco de silencio mientras los dos se observaban._ ¿Me darías una oportunidad, Donghae? –Preguntó con intensidad en su hermosa y oscura mirada–. ¿Podríamos dejar de recriminarnos por nuestros errores, por favor? ¿Podríamos simplemente intentarlo, los dos?... ¿Quieres... tú... quieres estar conmigo?_...Um... esas son muchas preguntas –Murmuró Donghae fingiendo estar pensativo. Miró a los ojos a Hyukjae y vio su preocupación. Quiso sonreír pero se contuvo. – Sí... –Afirmó._ ¿Sí? ¿A cuál de todas las preguntas?_...A todas.Y entonces Donghae vio aparecer en el rostro de Hyukjae la sonrisa más dulce y hermosa con la que alguna vez soñó. Una sonrisa que mostraba dientes y encías como un niño pequeño. Y Donghae supo que ninguna foto que alguna vez haya visto de Hyukjae le había hecho justicia a la realidad.El pelinegro deslizó sus manos por la cintura de Donghae y lo jaló hacia él pegándolo a su cuerpo. Sin abandonar su sonrisa Hyukjae besó sus labios de manera dulce y suave que esta vez sí derritió a Donghae, de modo que tuvo que aferrarse a su cuello para no desvanecerse en sus brazos. Cuando se separaron, la respiración del pelicastaño era más rápida, todo su rostro estaba rojo y sus ojos brillaban de amor._ ¿Estás bien? ¿No quieres sentarte? –Murmuró Hyukjae con el ceño fruncido por la repentina preocupación. Donghae cerró sus ojos unos segundos. Sonrió y negó con su cabeza. Para cuando abrió los ojos otra vez, se encontraba mejor y se aferró con más fuerza a Hyukjae._ ¿Estás seguro que no estoy soñando? –Preguntó Donghae con algo de desconfianza._ No, Donghae. No estamos soñando. –Sonrió–. Estoy aquí, contigo... y te dije que te amo.Donghae enterró su cabeza en el cuello de Hyukjae, cerrando sus ojos con alivio, esperanzas e ilusiones creciendo en su interior con fuerza. Pero ahora estaba seguro de que éstas no se romperían y terminarían por dañar su corazón. Esta vez todo estaría bien._ Tenías razón, Hae. El destino hizo esto por nosotros. Éramos dos caminos que no se cruzarían... pero lo hicieron._ Así parece... – Murmuró Donghae en respuesta, embriagándose del aroma de Hyukjae mientras seguía aferrado a sus brazos sin intención de moverse._...El destino ya hizo su trabajo reuniéndonos... ¿Te parece que ahora hagamos nosotros el nuestro? FIN

Three ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora