Un frío antinatural.

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En cuanto entré a la casa, una sensación extraña, que venía instalándose en mi pecho desde que me asomé por el final del calle, pero que por alguna razón decidí ignorar, reclamó mi atención erizándome el bello de la nuca.

Un escalofrío que me puso la piel de gallina me confirmó las sospechas de que algo no iba bien.

Había algo fuera de lugar, algo que no encajaba bien con el ambiente, algo que no estaba allí cuando en la mañana del día anterior me fui a clases... que lejano se me hacía ese momento...

Mi casa siempre había tenido una temperatura agradable, ni mucho frío ni mucho calor, en todas y cada una de las estaciones del año, pero por extraño que parezca, en ese momento, un frío extraño y completamente escalofriante me calaba hasta los huesos.

Lo sentía venir desde el segundo piso y, a mi pesar, sentía una horrible y desesperante atracción, unas ganas incontrolables de subir y revisar el segundo piso completamente. Por alguna razón, quería encontrar el causante de ese frío antinatural.

Pero también sabia que si hacía eso, sería el típico niño de película que escucha un disparo y corre a ver quien fue el causante, importándole un carajo que probablemente, el fuera el siguiente en morir.

Dos fuerzas completamente opuestas luchaban en mi cabeza. La razón contra la necesidad. Necesitaba ver qué había arriba, como sabía que no debía subir. Entonces la chirriante voz de mi madre me sacó de mi ensimismamiento.

-¡Y estaba asustada por si te había pasado algo!

Pero por alguna razón yo seguía sin concentrarme en lo que ella me decía, la escuchaba como a través de un túnel. Lejana y con su voz completamente distorsionada.

-Madre, ¿Sabes si hay alguien arriba?

-¡¿Acaso no has escuchado absolutamente nada de lo que te dije?!

-Madre, ¿Qué hay allí arriba?

-¡PRESTAME ATENCIÓN!

-¡DIME POR FAVOR QUE HAY ARRIBA!

Mi mamá y yo siempre nos alterabamos con demasiada facilidad, eso lo heredé de ella. Por eso nuestras personalidades explosivas estaban siempre en un constante choque. Pero ese no era el momento de demostrar superioridad, ahora estaba en medio de algo que ni entendía ni quería entender.

En mi vida siempre fui una persona que recurría a la lógica para explicar la mayor parte de mi día a día, así que no poder explicar algo a base del razonamiento, para mi enserio era algo cercano a un apocalipsis.

-Bueno, hace un rato deje pasar a una chica. Preguntó por ti y me preguntó si es que era posible esperarte en tu cuarto y le dije que no había problema.- Mi rostro de completo desconcierto debe haberle dicho algo, porque un deje de duda se asomó en sus ojos.- Porque... Porque no hay ningún problema, ¿No?...

Me quedé en blanco. De alguna forma mi madre había jodido todo mi esfuerzo por llegar a casa. Había corrido y escapado en vano. Casi había muerto quemado, en vano también. Me agarré el pelo entre las manos y apreté con fuerza.

-Hijo, ¿Hay algún problema? -Repitió más despacio

-¿Cómo era la chica mamá?

-¿Chica?

-Dijiste que dejaste entrar a una chica.

-¿Chica? -repitió confundida.- No, me habré confundido. Chico. Era un chico.

- Mierda, madre, me habías asustado.

-Cuidado con esa boca.- Dijo dándome una palmada cariñosa en la frente.

Un Destello Tras la Densa OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora