Anaciel no podía evitar dudar, desde pequeña le habían enseñado que no debía confiar en los demonios, que eran seres malos. Pero su deseo de poder participar en una de esas fiestas era tan grande que decidió aceptar su propuesta.
Así el diablo uso su magia, ocultó las alas de ella y cambió su color de cabello, luego hizo lo mismo sobre él para desaparecer sus cuernos y cambiar sus rasgos. Anaciel estaba sorprendida, nunca había visto una habilidad así, definitivamente él era un ser poderoso.
Noré la tomó de la mano y la llevó hasta el pueblo, la ansiedad se iba haciendo cada vez más fuerte en el pecho de ella.
Al llegar pudo descubrir que aquella música provenía de una alegre taberna cuyos clientes siempre estaban dispuestos a celebrar.
Ella no podía ocultar el brillo en sus ojos y él, galante, la invitó a bailar
- Pero... ¿ y si no puedo hacerlo bien?...- dudó Anaciel
- Sólo déjate llevar...- le susurró Noré mientras con el brazo derecho tomaba su cintura, y con la izquierda su delicada mano.
Decidió hacerle caso y se dejó guiar por aquel misterioso demonio que la miraba a los ojos de forma seductora. Ella no ocultaba su alegría, sus movimientos fluían perfectos con los de él. No tardaron en llamar la atención, a la vista de todos era una joven pareja, ninguno de los presentes podía jamás imaginar que un ángel y un diablo bailaban en el medio del salón