Eran las siete de la mañana.
Daba vueltas en mi cama.
Era mi último día de vacaciones. Mañana empezaba a trabajar en lo que siempre había querido, bueno, más o menos. Pero en mi mente no rondaba precisamente eso.
No dejaba de ver unos profundos ojos marrones envueltos por unas espesas pestañas negras y unos labios que escondían una sonrisa escandalosamente traviesa.
Su nombre retumbaba en mi mente.
Nas.
¿Por qué no dejaba de pensar en él?
Por dios, si era un amigo de mi hermano pequeño. PEQUEÑO. Si le debía de sacar alrededor de unos cinco años.
Él era un crío. Me pase una mano por la cara.
Yo no es que fuera una asalta acunas, pero por extraño que parezca al pensar en tener algo con él por lo más mínimo que fuera, no podía evitar sentirme como tal.
Cerré los ojos intentando concentrarme en otra cosa que no fuera él y me levanté de la cama decidida a hacer algo productivo. Me puse mis mallas, las deportivas, una camiseta enorme y salí de mi casa dispuesta a correr por el retiro hasta que no pudiera andar más.
En el ascensor me hice una coleta alta y me puse los cascos deseando aislarme por completo de todo. Subí el volumen del mp3 hasta casi quedarme sorda y comencé a correr.
Después de dos vueltas enteras al parque me paré frente a una de mis fuentes favoritas de todo Madrid, en la cual se alza, imponente, un enorme ángel que cae arrojado del cielo. A mi mente acuden unos versos del libro El paraíso perdido:
-Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándoos e en ellas el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia más funesta y el odio más obstinado-recito en un susurro sin dejar de mirar la cara del ángel, cuya expresión refleja horror, miedo y dolor. Me abrazo a mí misma sintiéndome por un momento como el ángel. Sintiéndome caer y sin poder hacer nada.
Cojo aire al sentir que me ahogo, muevo mi cabeza intentando impedir que esos recuerdos que me hacen tanto daño se instalen en ella.
Vuelvo a correr, pero esta vez con más rabia. El corazón parece que se me va a salir del pecho pero yo no puedo parar, Riot de Three Days Grace inunda mis oídos lo que hace que corra más y más deprisa.
Llego a mi casa y me desplomo en mi cama ignorando los comentarios de mi madre. Me cuesta respirar, la garganta me arde y las piernas me tiemblan, pero me da igual. Cojo mis cosas y voy al baño. Abro el grifo de la ducha dejando que el agua fría recorra todo mi cuerpo, siento como si millones de agujas atravesaran mi piel. Un escalofrío me recorre de pies a cabeza, comienzo a tiritar, pero aun así sigo debajo del chorro de agua helada.
De repente la luz salta y me quedo a oscuras en la ducha. Oigo como algo fuera se cae y se rompe, y a mi madre gritar. Salgo rápidamente del baño enrollada en una toalla. Gotas de agua resbalan por mis brazos desde mi pelo, cayendo al suelo.
-Mamá-la llamo y voy hacia la cocina y veo que está rodeada de un pila de platos rotos-¿Estas bien?-pregunto desde la puerta.
-Sí, sí, pero quédate ahí donde estás no vayas a cortarte, vete a ponerte unos zapatos-señala mis pies descalzos.
-¿Qué ha pasado?-pregunto sin moverme ni un milímetro sujetando la toalla contra mi cuerpo.
-Que tu hermano tiene un montón de chismes conectados a la luz y no se puede conectar nada porque entonces salta el general-comienza a barrer todo con rapidez-Y TAMPOCO SE LE PUEDE DECIR NADA AL NIÑO PORQUE SE ENCIERRA Y AMENAZA CON IRSE DE CASA-grita mi madre para que la oiga mi hermano-AL FINAL TE VOY A ECHAR YO-termina de barrer.
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Sin nombre. Simplemente una historia sin más.
RomanceIsabel. Una chica como otra cualquiera. Con una capacidad especial de captar y apreciar el arte. Se perdió así misma hace mucho tiempo. Ahora, de vuelta a Madrid, de vuelta a su antigua vida. Dispuesta a reencontrarse con los recuerdos, a conoce...