Se venía la temporada de exámenes para mí y unos días del señor Eldrick se convirtieron en unas semanas, a lo que yo definí como el mejor compañero que había tenido jamás. A pesar de que nos veíamos de a ratos fueron las semanas más increíbles desde que "alguien" cocinaba para mí. Aunque suene egoísta yo cumplí con mi parte del trato y no le avise al señor Manson, lo que me extrañaba era que nadie más en el edificio le dijera. En varias ocasiones lo sorprendí de lejos con algunos de mis abuelos vecinos charlando de forma muy familiar. Hasta Milton le daba uno de esos abrazos largos que se dan con infinito cariño, me pregunté cuánto tiempo había pasado allí viviendo antes si todos ellos eran mayores. Hasta él parecía del club cuando se reunían todos.
Deje de darle vueltas a las razones que tendría para esconderse, además era divertido. Los días en los que hacíamos la limpieza eran los mejores, no había mucho que hacer porque el señor vegano obsesivo mantenía todo en orden era yo el desastre. Podíamos pasear en el parque, hablar por horas, reír, contar historias y finalmente sólo hacernos compañía mientras nuestros pensamientos revoloteaban en las miles de cosas por hacer. Él se conectaba con su laptop en un mundo de números y yo pensaba lo cómodo que era su trabajo mientras leía y transcribía algún ensayo, era relajante trabajar al aire libre. Buscaba su consejo muchas veces en las que necesitaba una segunda opinión sobre mis actos y él siempre daba con la mejor respuesta, después de escucharlo siempre sabía qué hacer. No me imponía su opinión, abría opciones para que escogiera la que creía conveniente.
Dos veces lo acompañe de compras y fue una fiesta, no dejaba que pagara ni que llevara chatarra, aunque al final le suplicaba y terminaba por sonreírme y acceder. Hubo días en los que iba por mí a la universidad cuando se hacía muy tarde. La primera vez me pareció extraño, pero él decía que no podía imaginarme caminando sola por la calle a oscuras expuesta a todos los peligros, y prefería ir por mi o me esperaba en algún sitio para volver juntos al Magnolia en tren. Los días en que pasé enterrada en libros estuvo al pendiente de mi, si comía, si estaba agotada parecía una extención de mis madres hasta creí que tal vez ellas lo habían enviado.
Por las mañanas me servía jugos de frutas con combinaciones que no quería preguntar y qué al final sabían bien, además me mantenían con energía. El nutriciónista del hospital estaría feliz con él de asistente.
Un día coincidimos en el departamento y nos propusimos ver una película. Dispusimos todo como un cine en el salón, con palomitas de maíz y mi chatarra favorita. Nuestros ratos libres desde hacía rato que los pasábamos juntos era muy divertido, está demás decir que era como un premio para mí por haber superado exitosamente las pruebas. Aquella película no era tan mala, de hecho era muy popular, pero a mitad de ella me quede dormida apoyada sobre su hombro, lo siguiente que supe era que al despertar tenía una manta, seguía sobre su hombro y él también se había dormido sentado a mi lado. Me acurruqué de nuevo con una sonrisa y cerré los ojos no quería despertarlo. Fue gracioso porque nos reímos por días de aquello.
Me parecía que el señor no tenía familia y yo dejé de frecuentar a todos, incluyendo a Gis para estar con él. Nuestra amistad era rara, totalmente atípica y no me daba cuenta de lo anormal que se estaba volviendo nuestra convivencia en el Magnolia. No es que me lo pidiera nunca, lo prefería, no querría estar en otro lugar ni con otras personas, llegué a apreciarlo y nos convertimos en un equipo. Nada de aquello era planeado, pero me hacía bastante feliz. Aquella paz, su simple compañía.
El señor Eldrick me envió un mensaje de texto como si estuviese espiando mis pensamientos advirtiéndome de no comer ningún refrito y que cenaríamos a las ocho. Extrañaba secretamente a Miguel, soñaba con romper la dieta sana. Ya conocía hasta mi horario y no me sentía asfixiada, de hecho me hacía tanto bien que llegue a creer que al fin alguien más aparte de mis madres se preocupaba realmente por mi, me sentía en casa. Estaba rindiendo mejor y había ganado algunos gramos, cocinaba muy bien y yo era feliz de que lo hiciera. Amaba comer más no cocinar a pesar de que varias veces fui su sucheff y no lo hacía nada mal.
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Magnolia
RomanceAbigaíl Fedler una enfermera de noche y estudiante de día decide dejar de vivir en alocados sitios para concentrarse únicamente en su carrera, tiene pocos amigos y una pésima alimentación debido a su agetreado horario. Por un golpe de suerte consig...