Tribus

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"He hecho un pacto con mis ojos. Así que ¿cómo podría interesarme indebidamente en una joven?"

Job 31:1

La textura de las paginas le relajaba, las historias e información redactadas servian para calmar el incendio que sucedía en su mente, hacía unas horas que había dejado a Rohan en su habitación. Había pasado con el padre Avdol para informarle que le daría alojamiento a un chico que encontró en el parque.

Su habitación estaba compuesta por una sencilla cama individual, un ropero y un librero donde habían muchísimos libros de diversos temas y ramas de la religión. Algunos obsequiados por sacerdotes que había conocido hace tiempo, donde en sus páginas residía el inefable paso del tiempo. Se preguntó si algún día él regalaría estos libros a un sacerdote más joven.

Decidiendo que ya era demasiado tarde, se acostó e intentó dormir.

Por la mañana, se levantó después del amanecer. Se oía el canto de los pájaros y la luz entraba ligeramente por su ventana, preparándose como diario lo hacía salió de su habitación para ir a la de Rohan.

Al llegar se debatió entre tocar la puerta o esperar unos momentos más hasta estar seguro de que el mangaka se encontraba despierto.

Rozando ligeramente la puerta fue recibido por la imagen de una blanca y esbelta espalda que se movía suavemente mientras se quitaba la camisa, la luz que entraba por la ventana iluminaba la curva en su cintura y marcaba la sombra que dirigía a sus caderas. Jotaro quedó petrificado ante tal vista, incapaz de alejar la mirada permaneció observando hasta que toda piel fue escondida de sus ojos.

Saliendo del repentino trance, tocó la puerta de Rohan pretendiendo haber llegado recién. Después de infórmale del desayuno esperó pacientemente afuera de su habitación. La imagen de esta delgada espalda y la pequeña cintura seguían frescas en su memoria, intentó bloquear esos pensamientos nuevamente.

El punto de quiebre en su paciencia había llegado en la sacristía, simplemente no pudo resistir el impulso, la ira que había estado naciendo en él desde ayer había tenido su cúspide con esa simple oración "ya me harté", así, había decidido dar un poco de rienda suelta a esos deseos y ver la mirada de ese arrogante mangaka. Más no pudo resistir enteramente la tentación que representaba para él esa pequeña cintura, rozándola suavemente se dio cuenta que inevitablemente ya había sucumbido a la tentación.

Cuando Pucci irrumpió en la sacristía se separó tan rápidamente que podía jurar ese acercamiento había sido una alucinación, el sacerdote de tez oscura entrecerró los ojos mirando a ambos antes de sonreír levemente.

—Creí que estarían dando un paseo, Jotaro.— Comentó casualmente. Pero el pelinegro sabía que había algo detrás, desde que había llegado el padre Enrico no le generaba la mínima confianza, era demasiado correcto.

—Claro, pero aún no he terminado de mostrarle la iglesia. Después iremos al pueblo, si nos disculpa.— Comenzó a caminar sin antes hacerle una seña a Rohan para que le siguiera. Eso había sido peligroso, pensó.

—Entonces... ¿Vamos a ir al pueblo?— El peliverde le preguntó, por un segundo había temido que tocara el incidente en la sacristía, pero parecía que también pensaba ignorar lo sucedido.

—Sí, es un pueblo muy tranquilo pero tiene cierto encanto, tal vez te guste.— Comentó casualmente.

—¿Volveremos al silencio incomodo, padre?— Y ahí estaba de nuevo esa arrogancia. Suspiró.

—No, dime ¿Por qué viniste a Italia?— Pidió a falta de una mejor manera de iniciar una conversación. El peliverde se veía un poco sorprendido.

—Te lo dije, recolecto experiencias para mi manga, además escapar de la rutina para variar.— El de camisa morada contestó calmadamente, parecía que realmente no iba a mencionar el incidente. Se sintió internamente aliviado.

—¿Podría ver alguno de tus dibujos?— Preguntó con genuina curiosidad.

—Claro, en cuanto regresemos a la iglesia te mostraré algunos.— Continuaron caminando, conversando de diversos temas hasta llegar a las afueras del pueblo, donde comenzaban los campos llenos de flores y los frondosos arboles que brindaban su sombra para aquellos que deseaban sentarse y contemplar la belleza. 

—Es un lugar hermoso.— Comentó Rohan a nadie en particular, Jotaro soltó un suspiro.

—Sí, lo es.— Pero él solo hablaba de lo que ya conocía, lo que el pelinegro encontraba hermoso en ese momento era como la luz del sol capturaba los ángulos del rostro del mangaka, la manera en que sus ojos parecían volverse azul claro por el reflejo de la luz en ellos, sus labios parecían suaves como la seda y su piel se veía tan tersa como un durazno.

Él estaba cautivado por la etérea belleza del que se encontraba a su lado, tan ensimismado en sus pensamientos que no notaba que este se encontraba mirándolo.

—Creo que ya deberíamos regresar, quisiera tener mi cuaderno para poder dibujar este paisaje. Me ayudaría a mejorar y no quisiera olvidar los detalles.— Rohan rompió el silencio sacando al pelinegro de sus pensamientos, ambos comenzaron su caminata de regreso a la iglesia.

Al llegar, Rohan le pidió que lo acompañara a su habitación. Cuando estuvieron fuera de esta el peliverde le hizo esperar para mostrarle algunos de sus dibujos.

Cuando Jotaro vió los trazos tan definidos así como el realismo en ellos se quedó maravillado, era como ver una foto. Tenía en sus manos un dibujo de la iglesia vista desde la fuente que se encontraba fuera, era increíble cómo Rohan había capturado cada detalle de la construcción así como las luces y sombras que se generaban a esa hora del día.

—Es hermoso, Rohan.—

—Lo sé, estoy mejorando en el realismo. Quiero hacer que mi manga sea lo más acercado a la realidad visualmente.— Jotaro no se sintió molesto por la altivez que había en su comentario, el peliverde tenía talento y era consciente de ello.

—Es bastante bueno, no cualquiera puede dibujar así. Algunos ni siquiera somos capaces de dibujar algo decente.— Contestó.

—Podria enseñarte a dibujar, obvio, nunca serás tan bueno como yo. Pero al menos sabrás hacer algo decente.— El peliverde le dijo con un deje de burla. Jotaro soltó una pequeña risa.

—No creo poder aprender siquiera a dibujar un árbol.— ¿Desde cuándo él, Jotaro Kujo, respondía un comentario sarcástico con el fin de bromear?

—Lo tomaré como un reto. Comenzamos mañana. — Aquel de ojos verdes respondió.

Después de esto, Jotaro se marchó a realizar sus labores diarias en la iglesia.

***
Pd. Cada vez me cuesta más trabajo encontrar versículos de la biblia.

Sicut Orationis «Jotahan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora