Quattuor

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"Júrenme, hijas de Jerusalén,
por las gacelas y las ciervas del campo,
que no despertarán ni desvelarán a mi amor, hasta que ella quiera"

El cantar de los cantares 2:7

Los días pasaron, convirtiéndose en semanas y Rohan había encontrado una extraña comodidad alojándose en aquella iglesia, extrañamente el padre Pucci le invitó a quedarse unos días, a lo que él accedió. La relación con Jotaro era bastante amigable, por las mañanas siempre pasaba por él para ir a desayunar; se retiraba a hacer algunas labores eclesiásticas y por la tarde salían a caminar por el pueblo, siempre terminando en aquel hermoso campo de flores. Él ayudaba a realizar ciertas labores manuales en la iglesia, si bien Rohan odiaba las labores que podían maltratar sus manos, de alguna manera necesitaba agradecer la amabilidad de los sacerdotes, y ayudarles con cosas simples le parecía la manera correcta.

Volviendo a Jotaro, Rohan no se había atrevido a mencionar nada de lo sucedido semanas atrás, su relación se había convertido en algo puramente amistoso, y, aunque Rohan podia sentir cierta tensión decidía ignorarla, puesto que él estaba cumpliendo su promesa de enseñarle a dibujar al pelinegro, había momentos en los que sus manos se rozaban ligeramente enviando escalofríos a lo largo de todo su cuerpo y erizando su piel, también había momentos donde de sorprendía a sí mismo mirando los labios de Jotaro o encontrando al pelinegro mirándole fijamente como un depredador admira a su presa.

Aunque estaba bastante seguro que se trataba de su imaginación. Esperaba que Jotaro no lo hubiera notado, seria bastante penoso de explicar el hecho de tener un ligero enamoramiento con un sacerdote que, ademas de no mostrar ninguna emoción fuera del desagrado o apatía, seguramente era asexual. Por ahora se limitaría a conocerle y entablar una amistad mas profunda con él. Rohan sabia que eso era lo maximo a lo que aspiraba.

Terminando de realizar su bosquejo del rostro de Jotaro, guardó su cuaderno y se dirigió al jardin privado que poseía la iglesia. Tomando asiento en el pequeño banco se quedó atrapado en sus pensamientos, ensimismado, no notó a la presencia junto a él.

—¿Pensando en todo y a la vez en nada?— Preguntó aquella persona.

El peliverde volteó para encontrarse con el padre Avdol, el hombre miraba a las plantas con cierto cariño.

—Diría que es más una reflexión a aquello que no podemos poseer.— Le contestó.

—¿Hay algo que aún no posee?, Me parece algo difícil de creer Señor Kishibe.— El padre comentó sin mirarle.

Rohan se sintió miserable, todos daban por hecho que ser un mangaka mundialmente reconocido automáticamente le garantizaba la felicidad. Y, aunque era en parte cierto, él aún sentía un vacío.

—Las apariencias engañan a veces, padre.— Se limitó a contestar.

—¿A qué se refiere?— El padre cuestionó.

—La mayoría de las personas creen que por tener fama y dinero soy completamente feliz, pero nunca se esfuerzan por ver más allá del exterior. Las cosas más importantes son las que no pueden pagarse con dinero.— Confesó, de cierta manera necesitaba sacar eso, además el padre Avdol era alguien que transmitía calma y confidencialidad. Le daba la confianza de abrirse un poco para contar aquello que lo atormentaba desde hace meses y no podía expresar.

—Tiene razón, las amistad y el amor son cosas que no se pueden comprar con dinero. He notado que has establecido una buena amistad con Jotaro, me recuerdan de cierta manera a David y Jonatán. —El peliverde abrió ligeramente los ojos, puesto que había una clara insinuación ahí. Aunque también estaba la probabilidad de que el mal pensara el asunto.

Sicut Orationis «Jotahan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora