Unum

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"Así también se comportaban ustedes en su modo de vida anterior. Pero ahora desháganse de todo esto: ira, furia, maldad y palabras hirientes, y que no salga lenguaje obsceno de su boca. No se mientan unos a otros. Quítense la vieja personalidad y sus prácticas, y vístanse con la nueva personalidad, que por medio del conocimiento exacto se va renovando según la imagen del que la creó."

Colosenses 3:7-10

Jotaro Kujo nunca se describiría a sí mismo como una persona emotiva o amable. Si bien los años en el seminario lo habían vuelto alguien cortés no se transformó en un ser de amabilidad como lo eran los sacerdotes más viejos. En momentos dudaba de si realmente su destino era dedicarse a la iglesia, pero, al recordar el motivo por el cual decidió hacerlo eliminaba por completo su duda. 

Hace una semana que se había mudado a la pequeña parroquia situada en una provincia italiana y por ahora se encontraba en entrenamiento. El padre Avdol pronto seria ordenado como Obispo y trasladado a una iglesia en Francia, por lo cual el padre Pucci quedaría al mando con él como su sucesor. Por ahora se encargaba de aprender desde la composición en estructura de la iglesia así como ir conociendo un poco a los feligreses que asistían. 

Temprano se había topado con un joven, dudaba mucho que pasara los 25 años y vestía algo que solo delataba su pagano estilo de vida. Tales prendas eran para una ramera o un homosexual. La manera en que dicha prenda resaltaba los atributos del chico de cabello verde era demasiado obscena, lo cual le irritó de sobremanera. 

Confundido y molesto por la discusión con aquel individuo se había retirado a la sacristía a orar por el alma de ese joven pagano. Para que encontrara su camino en la vida y la redención de sus pecados, le había comentado al padre Avdol tanto de la visita como del posible regreso del joven así como del extraño sentido de la moda que portaba. Una vez más fue reprendido por juzgar el aspecto de alguien que visitaba la casa de Dios. 

Ahora, encerrado en su habitación no podía más que pensar en los ojos esmeraldas de aquel joven que se había identificado como un mangaka en busca de experiencias. Y conforme más lo pensaba se daba cuenta que todo lo que le molestaba era que la esbelta figura del de ojos verdes había despertado un pecado que intentaba olvidar. 

Muchas veces llegó a recibir comentarios sobre lo estoico que podía llegar a ser, pero, lo que nadie notaba eran todos los secretos que se escondían detrás de sus ojos. Todas las vivencias que le habían llevado por este camino y como a veces se sentía atrapado dentro de su propia piel, hacía mucho tiempo, en lo que parecía ser otra vida, él había decido dejar atrás todo eso. 

Vestirse con la "personalidad del señor" y continuar así el resto de su vida, lejos de todas esas memorias que en noches como esta venían a acosar su sueño. Harto de sus pensamientos se puso de pie para ir a dar un paseo y calmar su mente. 

Salió por la parte trasera de la iglesia para dar una caminata por el jardin y a la vez contemplar la luz de medianoche que se cernía sobre el. Grande fue su sorpresa al encontrarse al mismo joven de cabello verde sentado en un árbol abrazando su cuaderno mientras parecía estar durmiendo. 

Miró con más atención a su alrededor para ver que a unos metros del chico de cabello verde se encontraba un morral que probablemente contenía todas sus posesiones. 

¿Cómo es que alguien era tan idiota para quedarse a dormir tan confiadamente en este lugar? 

Molesto por la falta de cuidado movió con brusquedad el pie del contrario. 

Aquel de verdes cabellos se despertó sobresaltado y rápidamente se puso de pie. 

-Otra vez usted, ¿qué necesita, padre?- Respondió con brusquedad. Tenía una lengua bastante viperina. Pero, esta vez él tenía que dar el ejemplo, suspiró. 

-¿Yo? Yo no necesito nada, pero por lo que puedo ver tú necesitas un lugar para dormir, vamos.- Dijo cortante (sin perder el detalle de haber tuteado al joven) para después tomar el morral de aquel chico y comenzar a caminar de regreso a la iglesia. 

-¿Qué te hace creer que voy a seguirte después de insinuar que soy un ladrón y además despertarme de forma tan brusca?- Y ahi estaba otra vez esa lengua viperina.

-Tengo tus cosas, tú decides.-Dijo con simpleza para caminar de regreso a la iglesia. 

El pelinegro pudo sentir como el de ojos verdes comenzaba a seguirlo, y, además podía sentir esas esmeraldas tratando de matarlo por la espalda. Le causó cierta gracia. 

-Y bien, ¿lograste hablar con el padre Avdol?- Jotaro ni siquiera sabia porqué había preguntado eso, carraspeó un poco y esperó que el otro ignorara su pregunta. 

-Simplemente me dijo que un hombre llamado Robert Speedwagon había puesto el presupuesto para construirla en memoria a un amigo suyo, eso es todo. Un tal Zeppeli o algo así mencionó.- Contestó. 

Jotaro sabía que estaba ocultando una parte de la historia, realmente el conocía totalmente esa historia, pero prefirió no decir nada, también sabía que el padre Avdol disfrutaba contárselo a todo el mundo, tal vez aquel peliverde creía salirse con la suya al ocultarlo. Continuaron su caminata hasta los dormitorios, el pelinegro le indicó cual seria su habitación. 

-En la mañana vendré. Buenas noches.- Sin decir más emprende el camino hacia su cuarto.

-¡Espera! ¿Cómo te llamas?- Preguntó desde el umbral de la puerta. 

-Jotaro, adios.-

Y sin esperar una respuesta se alejó de ahí. 

***
Notita de autor jajaja

Para establecer el contexto de edades.
Rohan: 22
Jotaro: 31

Sé que se llevan menos años pero ajá, también no sé muy bien como se maneja la iglesia católica dado que yo nunca pertenecí a esa religión así que agradecería si alguien pudiera comentar cuando la riegue (estoy haciendo mis investigaciones pero no entiendo mucho de Google) jajajaj

Arrivederci.

Sicut Orationis «Jotahan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora