El Violinista

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En la serenidad de la noche callada, recluido entre las penumbras de una habitación vacía, hay un hombre insomne, que contempla con aire taciturno una vieja fotografía; prueba fiel de sus momentos más felices. Momentos que aunque lo desee fervientemente, no han de volver. Se ha quedado embelesado mirando ese retrato y desliza sus dedos sobre la imagen, tan delicadamente como si de una caricia se tratase.
Mira aquellos ojos que en su día, fueron la única luz que iluminó su existencia. Esos ojos, que ahora estáticos le devuelven la mirada desde el papel; conservan todavía esa expresión soñadora y llena de vida de aquel hombre al que tanto amó entonces.
Ahora todo eso, es tan sólo un recuerdo lejano del tiempo en que era tan feliz. Ahora es todo tan distinto, pues ya no tiene para sí esa mirada tan pura y transparente que en un instante le traspasaba el alma.
Ese hombre a quien amaba con una devoción rayana en la locura, no está más a su lado, ahora es de otro, de algún otro...

—¡Maldita sea!—exclama furibundo, con la voz desgarrada por el dolor.
El vaso de vodka que cada noche le sirve como somnífero yace hecho añicos en el piso.

No puede con la frustración y la impotencia que lo embargan en ese momento. Quiere gritar, llorar y maldecir a la vida por haberle quitado lo que tanto amaba. Es cierto, quizá él también tuvo la culpa, por no darse cuenta de que la rutina estaba acabando con su relación, tal vez debió notar el distanciamiento paulatino de su pareja, pero no lo hizo y ahora está pagando por su error. ¡Cómo quisiera poder devolver el tiempo!

Se ha perdido largos minutos, mirando nostálgico la fotografía que sus manos trémulas, sostienen y aún no puede controlar el cúmulo de emociones que bullen dentro de su pecho.
Rabia, dolor, frustración, impotencia, decepción y sobre todo, tristeza.
Emociones que se desbordan y ahora fluyen en forma de ardientes lágrimas. Es entonces que mira el estuche de su viejo violín, abandonado en un rincón. Hace ya más de dos años que no lo toca, recuerda haberlo dejado después de que su relación terminara.

El hombre se levanta con pesadez de su asiento y se dirige hacia aquel rincón olvidado. Toma el estuche cuidadosamente y limpia el polvo que lo cubre;todavía indeciso abre el estuche y entonces lo  ve. Ahí está, su antiguo compañero, tal parece que no hubiese pasado el tiempo;aún está tan lustroso y elegante como antaño.
Lo toma entre sus manos con veneración, lo afina y lo posiciona. Es como si el instrumento reconociera su lugar, tal como si fuese un viajero que regresa a casa después de una larga ausencia.

La primera nota reverbera en el espacio vacío, temblorosa e insegura y a esta le siguen las demás, un poco más firmes pero tranquilas. La música surge sosegadamente, tan triste y melancólica como aquel que la crea;cubriendo todo el espacio, calmada y suave
Poco a poco se va tornando en una melodía rápida, alegre y llena de vitalidad. Es un vaivén sublime, una montaña rusa de emociones.
La calma de un amor incipiente, la alegría de los primeros meses de su relación,la dulzura de su mutua entrega, la pasión desbordante e incontrolable de todos aquellos encuentros.
La música va transformándose en algo roto, inconexo. Se calla por un instante...

Cuando vuelve a escucharse, es como un profundo lamento, una marcha fúnebre, lenta, tétrica y de una insondable tristeza.
Expresa la muerte, la pérdida de todo lo que algún día tuvo y no supo cuidar. Refleja la depresión en la que él ha estado hundido tanto tiempo, desde ese maldito día.

Las últimas notas del violín se pierden en el silencio de la noche oscura, tal y como se pierde una lágrima en la lluvia.

Los rayos del sol iluminan ahora la habitación silenciosa, en el piso hay un hombre muerto. A su lado, un violín que la noche anterior fue tocado por última vez.

Una pieza perdida, una melodía que que jamás será escuchada por el hombre que la inspiró...










He aquí una nueva historia, espero que la disfruten.
Kisses and regards para todos 😘😘😘😘😘

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