El pasado había sido perfecto.
No podía contar con palabras la dulzura y mansedumbre con la que la chica le había tratado en esos días. Tampoco podía contar las veces que, con sus palabras, la había traicionado. Y es que no había momento en que la echara de menos por las pequeñas cosas que le dio, por el apoyo un día le había portado y las sinceras palabras reconfortándole como un abrigo.
Se reprochaba no haber estado ahí cuando lo necesitaba. Y es que para él no había sido necesario abrir la boca para que la chica se preocupara, e hiciera todo lo posible para remediar su situación. Entonces él se preguntaba cómo podía ser tan ingenua cuando pensaba que se estaba aprovechando de su extrema bondad, lo que su sonrisa le respondía. El cariño y afecto hacia el chico no procedía de ninguna parte, ella era así. Y lo notaba cada vez que la veía caminar por el largo trecho del pasillo con la mano levemente levantada; saludándole con un ánimo horriblemente contagioso, al que él ni le contestaba, o simplemente, le daba la espalda. Y al contrario que ella, no había ni una mínima muestra de afecto saliendo del chico en aquellos días. Nunca supo cómo pudo soportar estar con semejante engreído que él era, haciéndole parecer una persona maravillosa a los ojos de los demás, ese tipo de gente que siempre pretende parecer genial pero en realidad necesita ayuda.
Y ahora tocaba el momento de echarla de menos.
Tantas eran sus cualidades que no podría describirlas ni aunque se pasara el día entero tratando de recordarlas, porque recordarla a ella ya era de por sí demasiado doloroso. Y avanzaba estúpidamente optimista a pesar de que nunca más iba a estar a su lado. Casualmente, él trataba de sobrellevar la vida. Si le viera, seguramente le pediría que dejase de estar triste.
Pero la quería de nuevo. La quería tanto que nunca aceptó realmente que se hubiera ido. La recordaba como un sueño, que había sido tan efímero y placentero que ni siquiera podía parecer rozarlo con la punta de los dedos. Ansiaba su presencia, sus palabras de apoyo y su sonrisa. Y su manía de hacer parecer que todo estaba bien a pesar de que su día no estuviera siendo especialmente bueno.
Y si estaba deseando un sueño que no podía hacerse realidad, abrazaría al doloroso pasado, y así tendría un sueño del cual no podría despertar. Esa era una buena forma de aislarse.
De alguna manera se perdió en el ayer, por vivir tan débil y antinaturalmente ese día también. Porque no quería olvidar su calidez, no quería seguir el paso que le llevaría al mañana. Él había elegido estar solo. Si tan solo hubiera hecho algo más por su parte, la situación no sería así. No tenía ningún sentido reprocharse por los errores pasados, por la poca sensibilidad que había mostrado hacia la muchacha y no haberle expresado que la quería, porque ni él mismo había sabido si eso era cierto. Y ya no sabía si era por simple dejadez o vagancia que dejaba pasar los días sin preguntarse ni siquiera si algo iba a cambiar ese destino incierto, y dejaba su futuro a manos de este. Porque es muy cómodo dejar caer el peso en los demás y no evitar lo que se te va a caer encima.
Cuando trató de buscarla, ya no estaba.
Se había ido. Y, renegado a aceptar la situación, lloró como un niño al borde de un ataque de pánico. Rezó que la realidad en la que tanto se había dejado caer fuera solo una horrible fantasía fruto de su imaginación, que cuando despertara al día siguiente todo hubiera sido una pesadilla. Pero no, era real, ella ya no estaba, y no podía hacer nada para evitarlo. Y durante todos esos años, su sombra seguía allí, no desaparecerá nunca, invocando sentimientos y anhelos.
Si tan solo le podría haber dicho que la amaba. Que, aunque no lo pareciera, la necesitaba a su lado. Quería agradecerle su reconfortante compañía y demostrarle que merecía otra oportunidad para darle toda la felicidad y gratitud que sentía. Sus verdaderos sentimientos.
Porque Ayano le había dado todo.
Y no había recibido absolutamente nada.
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Cuando traté de buscarte ya no estabas.
RomancePequeño One-Shot de ShinAya, producto de mi imaginación realmente aburrida. "El declive del amor hace estragos. Y más cuando se ve acentuado con el paso del tiempo. Lo que una vez fue permanente y monótono, de un día para otro puede ser lo que pierd...