✨ Somebody to love II ✨

7 1 0
                                    

Leilah's story part 5. (4th part: Somebody to love I).

........................................

º· Leilah ·º

Desperté cuando apenas amanecía, sonreí efímeramente al ver a Henry profundamente dormido, se veía muy tierno y tranquilo. Su cabello negro ligeramente despeinado, sus labios entreabiertos dibujaban una diminuta sonrisa, y sus mejillas estaban ligeramente ruborizadas. Me levanté lentamente, intentando no hacer mucho ruido, y me di un baño rápido. Al retirar el vendaje me di cuenta de que ambas heridas estaban a muy poco por cicatrizar completamente. Me cambié a una ropa ligera: pantalones blancos de lino y un crop top tejido rosa pastel.

Salí al bosque, me aseguré de que Milo no me siguiera, incluso me fui descalza. Luego de media hora, aproximadamente, me detuve en un lugar donde los árboles eran de tronco grueso y follaje abundante.

¿Por qué estaba ahí? Porque en la batalla con aquella serpiente por más fuerte que tensé el arco, ninguna de las flechas le perforó el cráneo, y yo tenía la fuerza suficiente para que un par de flechas le hubieran atravesado por completo. No lograba entender cómo es que me había debilitado tanto, pues cuando cazaba con Milo, una flecha bastaba.

Así que hice aparecer un arco y un carcaj, y comencé a tirar a un árbol a unos cinco metros desde mi posición. Me dolía el brazo, pero aún así tensaba el arco lo más fuerte que podía. Cuando la flecha impactaba al árbol no se hundía y, claramente, mucho menos lo atravesaba, lo mismo fue flecha tras flecha hasta vaciar el carcaj, pero nada, no lo logré con ninguna flecha. Comencé a enfadarme, rellené el carcaj, disparé un par de flechas, pero nada. Mi enojo se intensificó, un par de flechas más, nada. El brazo me ardía, mi enojo se convirtió en desesperación, varias flechas más, y aún nada. Cada vez tensaba más el arco, pero no pasaba nada. Detestaba aceptarlo, pero me había vuelto débil, un poco menos fuerte que antes. Agarré un par de flechas más, tensé el arco lo más que pude, pero me era difícil concentrarme pues las lágrimas y la herida que me quemaba no me lo permitían. No quería soltar la flecha, simplemente intentaba tomar la fuerza que necesitaba.

Percibí que Milo aterrizaba a pocos metros detrás de mí, obviamente Henry venía con él. Maldije por lo bajo y volví a concentrarme en el árbol.

—Leilah, basta —sentenció Henry con seriedad, lentamente se acercaba a mí.

—¡Lárgate! ¡Déjame sola! —solté con fastidio antes de soltar con enojo la flecha, pero seguían sin hundirse más que las demás.

—Leilah, por favor, para. ¡Te estás haciendo daño! —añadió con ímpetu. Bufé, agarrando otra flecha, tensé el arco y la solté con furia, pero nada. Agarré otra, nada; otra más, y nada. —¡Leilah! ¡Basta! —agarré una última, tensé el arco nuevamente, solté la flecha y pasaron tres cosas. La flecha atravesó el árbol, pero la cuerda se tronó junto con el arco, y mi herida del brazo volvió a abrirse, sentía la sangre caliente deslizarse por mi mano; incluso lágrimas amargas se resbalaban por mi rostro, colorado de la furia.

—No te atrevas a acercarte, Henry —le miré amenazadoramente mientras hacía aparecer una espada grande y filosa. —Voy a recuperar mi fuerza, debo recuperarla. No quiero ser, no pienso ser...

—¿Débil? —él resopló con disgusto. —¿Cuándo entenderás que tu fuerza no se mide de esta manera? —señaló molesto el arco roto, las flechas y la espada.

—Por tu bien, Henry...

—¿Por mi bien... qué? ¿Eh, Leilah? —cerré mi mandíbula con odio. —Sólo escúchame, por favor, deja eso, tranquilízate y escúchame.

—¡Vete! —grité para después darle un tajo al árbol, volví a darle un tajo de lado contrario, luego otro, y otro, y otro. Las lágrimas inundaban tanto mis ojos que tuve que bajar la espada para poder limpiarme con el dorso de mi mano. —¡Te demostraré lo fuerte que puedo ser! ¡No soy débil! ¡No pienso ser débil! ¡No quiero ser débil! —grité con odio dándole un último tajo al árbol, el cual, al fin cayó al suelo partido a la mitad. La sangre seguía corriendo por mi brazo, goteaba tanto que se formó un gran charco plateado tornasolado. Caí en mis rodillas y negué, sollozando. —No soy débil, Henry... —susurré. Él se arrodilló y me abrazó.

✨ S T O R I E S ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora